Friday, September 20, 2024
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Moderno krav maga, un sistema de defensa personal con sello cubano

LA HABANA, Cuba.- El krav maga (KM) es un sistema de combate y defensa personal desarrollado en Israel. Su enfoque es práctico, directo, diseñado para situaciones de la vida real. En la Isla se introdujo hace poco más de una década, pero las autoridades deportivas siempre se han mantenido reacias a las peticiones de constituir una federación que aglutine a sus practicantes.

Su inserción en el espectro marcial criollo se debe en gran medida a la tenacidad de Francel Acosta Torres, quien debió nadar a contracorriente para aprender y posteriormente enseñar la disciplina en Cuba. Hace varios años decidió emigrar a Uruguay, país en el que pudo cumplir su sueño de expandir una vertiente “cubanizada” que creó dentro del popular sistema de defensa personal.

Natural de Guantánamo y con solo 38 años de edad, Francel ya era un experimentado maestro de artes marciales cuando emprendió la ruta del KM. Su currículum abarca desde el judo hasta el karate. En esta entrevista nos comparte acerca de sus esfuerzos por abrir caminos donde solo había barreras, viviendo una constante historia de superación.

—¿Cuándo llegas a las artes marciales? Cuéntanos sobre tu formación como artista marcial.

—Todo comenzó a los cinco años. Empecé entrenando judo, después wu-shu, ken-sao, para recalar en el karate, el cual estuve unos seis años practicando, hasta alcanzar mi primera cinta negra, mi primer Dan en el estilo wado-ruy.

He participado en varias competencias. En 1998 gané el campeonato nacional en wado-ryu, kumite y en trío de katá. Estuve también en municipales, provinciales y gané varios de ellos. Esa fue mi historia durante mi niñez y la adolescencia, mis primeros pasos.

A los 16 años me mudé a La Habana, donde pasé un par de años desvinculado de la actividad marcial. Durante ese periodo estudié en una escuela militar, como cadete, me dediqué a esa vida. Pero en 2008 me licencio, abandono las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y decido retornar a las artes marciales porque siempre fue algo que amé.

Regreso a través de mi antiguo maestro, que también estaba residiendo en La Habana y hacía Kajukembo (disciplina de las artes marciales). Entonces estuve entrenando Kajukembo cinco años. En ese plazo llegué a segundo Dan. Fui el quinto cinturón negro en graduarse de esa especialidad en Cuba, y uno de sus principales exponentes en aquella época.

Por razones de la vida me separé de la organización y decidí emprender mi camino solo. Hice algo de ju-jit-su japonés, de boxeo…

—¿Cómo descubres el krav maga y decides aventurarte en una especialidad no solo desconocida, sino también censurada de cierta manera?

—Yo daba clases en mi antiguo barrio, Fontanar (Boyeros, La Habana), y allí tenían una peña clandestina de artes marciales con personas que no eran maestros, pero practicaban artes marciales. Una amistad me llevó. Me dijo, “vamos para que muestres lo que es el kajukembo”. La gente quedó cautivada, y a partir de ese momento comencé a darle clases a un pequeño grupo.

Entre ellos estaba Sergio Sánchez, el dueño de la casa donde practicábamos, y él fue quien en un video me mostró el krav maga. Por aquel entonces yo no lo conocía. Realmente en ese momento no me llamó la atención, no lo entendía, lo veía grotesco debido a que yo tenía una formación marcial más compleja y estética, con muchos más movimientos.

Después me muestra otro video y logra cautivarme. A partir de ese momento, y de forma clandestina porque no existían escuelas de krav maga en Cuba, decidí comenzar a buscar información y a alguien que pudiera enseñarme. Descargábamos todos los videos que podíamos, yo no tenía acceso a internet, imagínense, era 2011, pero Sergio donde trabajaba podía conectarse y descargar bastante material. Ese fue mi primer contacto con el krav maga. Entrenaba todo lo que podía ver o leer.

Estuvimos por un tiempo entrenando solos, hasta que un día decidimos enviarle mi currículum marcial a alguna organización internacional de krav maga, para ver si nos podía apoyar. Me respondieron que tenía la categorización para empezar un curso de instructor, pero tendría que viajar a Israel, que fue a donde enviamos la carta. Imagínese usted, en ese momento en Cuba… Ni en este.

—¿Cómo logras entonces el gran salto, hasta convertirte en un experto?

—Desechada esa posibilidad, porque no tenía condiciones económicas, seguimos indagando y fue un maestro de Argentina quien nos facilitó el teléfono del difunto maestro Tomás López. A finales de 2011 lo contactamos. Gracias a Dios vivía en Marianao, le hicimos una visita donde le mostramos lo que era el kajukembo y le dijimos que queríamos practicar krav maga.

Quedó impresionado porque decía que esa palabra en Cuba nadie la mencionaba. Nos dio un libro para entrenar, un libro que no tenía imágenes y había que deducir todo. Empezamos a visitarlo y a mostrarle lo que íbamos aprendiendo, él daba clases de ju-jit-su pero nosotros le dejamos claro que lo que nos interesaba aprender era krav maga, y él lo respetó.

Tuvimos la suerte de que por esa época lo nombraron presidente de una de las líneas de ju-jit-su y nos introdujo como un apartado de defensa personal, debido a que el INDER no permitía enseñar krav maga, por cuestiones políticas. A raíz de eso se nos invita a comenzar a mostrar esta variante marcial en exhibiciones, aunque todavía era muy incipiente lo que podíamos demostrar.

Seguimos buscando y afortunadamente dimos con Andrés Dragón, un gran instructor que vivía en Barcelona, España, quien nos apoyó mucho y nos facilitó un libro con enseñanzas desde el cinturón blanco al negro. Para nosotros eso fue oro. Aprendimos mucho con el asesoramiento del maestro Tomás, que en 2013 decide hacerme un examen y de sus resultados gano la cinta negra, el primer Dan en la especialidad.

Después he tenido otras oportunidades de capacitación, pero todo ha sido con mucho esfuerzo y sacrificio.

—Entonces llega el momento de transmitir lo aprendido…

—Así es. Comenzamos a dar clases y, como no teníamos un local donde impartirlas, decidimos hacerlo online, ofrecer esa posibilidad en redes sociales a personas que estuvieran interesadas y pudieran contratarnos para recibir las clases presenciales. Aquello fue un boom, muchas personas comenzaron a llamar para que fuera a sus casas a enseñarles.

El primer año llegué a tener ocho alumnos de diferentes locaciones de La Habana. Al siguiente año eran demasiados alumnos, yo solo no podía, comencé a hacer grupos y, a la vez, inicié las clases personalizadas. Muchos maestros de artes marciales de La Habana se empezaron a interesar, a unirse, y fue así que decidimos formar lo que entonces era la Academia Cubana de Krav Maga.

Seguimos creciendo, ya teníamos alumnos de toda Cuba. Llegamos a tener una escuela bien grande.

—Algunas disciplinas marciales, como la capoeira, han tenido dificultades cuando han intentado ser reconocidas. ¿Ese es el caso del KM?

—Un amigo, maestro de karate, hace la proposición de que nos legalizáramos. Hicimos todo lo posible con el maestro Tomás, pero ahí empezó una batalla porque no nos lo permitían, por un problema político, como dije antes. Lo de siempre. En esa época nos cerraron las puertas. Muchas veces nos hicieron montar exhibiciones y después no nos permitían desarrollar la exhibición.

En 2015 llega el momento en que nos dicen que no podíamos hacerlo legal, que para eso debíamos pertenecer a una federación internacional. Por esa razón no nos permiten legalizar el krav maga nuestro, ese fue el pretexto.

—Mencionas el “KM nuestro”, ¿a qué te refieres cuando lo citas con ese sentido de pertenencia?

—Como pioneros desarrollamos una versión del KM tradicional, adaptada a nuestra visión, a circunstancias específicas. Y eso es el moderno krav maga (MKM): un sistema bien simple, básico, hecho para que le funcione a cualquier persona. No necesitas tener un buen físico, saber artes marciales… Lo puede utilizar cualquiera. Obviamente, hay que entrenarlo, porque cuando digo simple no significa que sea sencillo.

Nuestras técnicas han sido probadas bajo presión. Trabajamos escenarios de pelea, de intento de secuestro, de homicidio, violación, ataques de múltiples agresores, ya sea con armas blancas, bastones, palos… Muchas de las cosas que hacemos no están permitidas en la MMA, en el boxeo u otro tipo de competición. Nuestro objetivo es salir de una situación específica y llegar sanos a casa.

El sistema está constantemente en proceso de modernización, siempre estamos probando e incluyendo técnicas de laboratorio y creando las condiciones necesarias para integrarlas al entrenamiento lo más rápido posible, intentando que las personas se preparen físicamente y mentalmente para el momento en que deban enfrentar alguna situación de defensa.

—Te marchas a Uruguay… Háblanos de ese nuevo capítulo en tu vida.

—Me fui de Cuba buscando mejores horizontes. Una de las causas fue también encontrar un sitio donde poner en marcha esa visión que tenía de MKM. Hoy tenemos escuelas e instructores en diferentes partes del mundo, específicamente en México, Guatemala, España y obviamente aquí, en Uruguay. También estamos preparando la apertura de academias en Estados Unidos y Colombia.

Me he podido dar a conocer gracias a las redes sociales. Tengo una gran comunidad de cubanos que me siguen desde todas partes del mundo. De Cuba me escriben bastante para contarme que les han funcionado nuestras técnicas. Para mí es una bendición saber que, a lo que aprendí con mucho sacrificio, se le está dando un buen uso, que la gente lo está usando para defenderse.

No gano nada con las redes sociales, solo darme a conocer y exponer el MKM. Espero algún día tener retribución por el tiempo que dedico a esto, pero lo más importante es que sigo ganando alumnos a distancia, que para mí es fundamental, y sigo ganando mucha experiencia porque interactuar con los seguidores también me enseña mucho.

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