La Empresa Pesquera de Santa Cruz del Sur, en Camagüey, que hace apenas diez días anunciaba que hasta octubre había capturado 188 toneladas de langosta, este lunes ya celebra haber alcanzado las 250 toneladas previstas en el plan anual y se propone sobrecumplir en los últimos meses del año. En un artículo publicado este domingo, la prensa oficial deja claro que en medio de la debacle económica y alimentaria de la Isla, la industria, que exporta casi toda su producción, goza de muy buena salud.
Entrevistados por el periódico oficialista Adelante, los trabajadores de la Pesquera aseguran estar más que conformes con el funcionamiento de la industria. A diferencia de otras empresas estatales, donde también se cobra según lo que se trabaje, los empleados de la Pesquera siempre ganan bien –por encima de 10.000 pesos cada mes–, especialmente en las temporadas de langosta (de julio a febrero) y camarón, dos de los productos más cotizados, que terminan vendiéndose en el mercado internacional o a los hoteles y reportan grandes entradas de divisas.
Sin embargo, quienes trabajan en la Pesquera también lamentan numerosos inconvenientes. El más reciente ha sido la escasez de combustible, que ha afectado las rutinas de pesca. “Tuvimos que paralizar las embarcaciones del camarón marino, pues consume demasiado diésel”, explicó a Adelante Yanexi Álvarez, jefa de brigada.
Lo mismo ocurre con el cobo, un molusco altamente demandado y exclusivo, cuya captura no pudo finalmente alcanzar la meta porque hubo que reducir el gasto de combustible
Lo mismo ocurre con el cobo, un molusco altamente demandado y exclusivo, cuya captura no pudo finalmente alcanzar la meta porque hubo que reducir el gasto de combustible.
También se han atrasado con las cantidades de peces de distintas especies y pronto comenzará la temporada de pepino de mar. “Sabemos que los resultados no serán altos, pues afectaron los ciclones y las condiciones climatológicas, el fondo marino se puso turbio, imposibilitando la vista en la pesquería submarina”, lamenta Vismery Hernández, director adjunto.
“La pesquería la estamos dirigiendo fundamentalmente al machuelo [un tipo de sardina de gran tamaño], que aporta mucha producción con bajo consumo de combustible”, añadió.
El mayor problema, advierten los directivos, está en la obtención de materias primas, como la harina y el aceite, empleadas en la elaboración de albóndigas, masa de hamburguesas y croquetas destinadas a la venta nacional. Según argumenta Hernández en referencia a los negocios privados, acudir a “otros sectores” encarece la elaboración del producto.
“Se evalúa incluir otros surtidos que sustituyan los más caros, para bajar los costos. Estamos analizando cada renglón, punto a punto, de lo que incide en la ficha de costo, a ver hasta dónde podemos disminuir para que le llegue al pueblo un producto que no va a perder calidad, pero sí bajará de precio”, prometió el funcionario. Dentro de las alternativas se contemplan elaboraciones con dulces, mermeladas, puré de tomate y ajiaco.
El resto se vende a la industria turística y, en menor medida, a la población, para cubrir dietas médicas y otros casos similares
Los directivos de la empresa se enorgullecen de que la industria siempre tenga trabajo. Cuando se acaba la temporada de cierto producto, los trabajadores especializados en él pasan a realizar otras tareas, explican. De ahí que muchos de los empleados lleven décadas trabajando en la empresa que, aseguran, cada cierto tiempo renueva o mejora su equipamiento y no sufre la inestabilidad de otros sectores.
El secreto de este tipo de industria para mantenerse a flote, a diferencia de muchos otros rubros de la economía, es a quiénes están destinados sus productos. Entre los ejemplares que captura la pesquera, además de la langosta, están el ostión, el camarón, el pepino de mar, el cobo y varias especies de pescados también destinados a la exportación, como la biajaiba, el pargo, la rubia, la cubera y el caballerote. El resto se vende a la industria turística y, en menor medida, a la población, para cubrir dietas médicas y otros casos similares.
Por lo que revelan los propios dirigentes, siempre sin ser explícitos, a los cubanos solo les toca masa de croquetas y embutidos hechos con los restos del pescado y sumamente dañinos por los altos niveles de harina, aceite y conservantes que contienen.
El pasado julio, un artículo del periódico oficialista Invasor, de Ciego de Ávila, aplaudía a la industria camaronera por haber completado el plan semestral de pesca de 94 toneladas de camarón rosado. El reclamo de los avileños entonces, como de los camagüeyanos ahora, era el mismo: los exquisitos mariscos que Cuba vende a hoteleras o en el mercado internacional rara vez están en la mesa del cubano, y los supuestos beneficios de su venta tampoco compensan el mal estado de la industria alimenticia.
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