MIAMI, Estados Unidos. – Dulce María Loynaz, una de las figuras más prominentes de la literatura cubana, nació el 10 de diciembre de 1902 en La Habana. Hija del general Enrique Loynaz del Castillo y de una madre aficionada al canto, la pintura y el piano, la escritora desarrolló desde temprana edad un amor profundo por la poesía.
Desde sus primeros poemas publicados en 1919, Invierno de almas y Vesperal, en el periódico La Nación, Loynaz comenzó a destacarse en el mundo literario. A pesar de obtener su doctorado en Derecho Civil en la Universidad de La Habana en 1927, su verdadera pasión siempre fue la literatura. Su obra Versos (1920-1928) marcó el inicio de una prolífica carrera en la escritura, culminando con la publicación de su novela Jardín tras siete años de trabajo.
La década de 1930 fue un período de intensa actividad literaria y social para Loynaz. Su casa se convirtió en un centro cultural relevante en La Habana, acogiendo a figuras de la talla de Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca y Alejo Carpentier. En 1937 publicó Canto a la mujer estéril, un poema que refleja la frustración de una mujer incapaz de procrear.
En 1946, Loynaz emprendió un viaje por Sudamérica, en el que conoció a la poetisa Juana de Ibarbourou en Montevideo y escribió crónicas de viaje.
La década de los 50 fue un período de gran reconocimiento para Loynaz, con la publicación y reedición de sus obras en España. Sin embargo, a fines de esa década comenzó a alejarse de la escritura de poesía, y a inicios de los 60 rompió sus compromisos editoriales, afectada por la pérdida de su esposo, Pablo Álvarez de Cañas.
En 1984, la Real Academia de la Lengua Española la nombró candidata al Premio Miguel de Cervantes. En 1985, publicó Poesías Escogidas en La Habana y su libro de poemas Bestiarium. Su obra, caracterizada por una maestría en el manejo del castellano y una expresión lírica clara y sencilla, finalmente le valió el Premio Miguel de Cervantes en 1992.
El 27 de abril de 1997, Dulce María Loynaz falleció, dejando un legado imborrable en las letras cubanas y la cultura hispánica. En su última aparición pública, en abril de ese mismo año, la Embajada de España le rindió homenaje. Su última obra, Fe de vida, fue publicada bajo condiciones específicas, reflejando su deseo de que su trabajo fuera apreciado incluso después de su partida.
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