Thursday, September 19, 2024
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Mansión Kessel: el pasado siniestro de una casona habanera

AREQUIPA, Perú – El barón de Kessel, un hombre culto, llegó a La Habana en 1770. Al enterarse de que había tierras en venta en Arroyo Apolo, más allá de Jesús del Monte, las visitó, se sintió atraído por la vegetación y el aire puro, y compró la finca, a la que llamó San José de Bellavista.

Allí mandó construir un castillo de estilo medieval y ambiente alemán, donde se instaló con su esposa Carlota, su esclavo de confianza, Julio César, y llegó a criar a sus dos hijos.

El escritor Leonardo Padura en su libro El viaje más largo recreó la historia de la familia Kessel, también citada por el periodista Ciro Bianchi en uno de sus textos.

La tragedia asoló a los habitantes de la finca en 1808. En lo que probablemente pareció un día común, el esclavo Julio César amaneció enfermo, por lo que no pudo acompañar al barón en su recorrido matutino por la propiedad.

Cuando Kessel regresó, encontró a Julio César en la escalera, donde le comentó a su amo que su esposa estaba en la habitación de arriba junto al carpintero José María.

El barón tomó su pistola, subió a los aposentos y comprobó el engaño. Entonces asesinó a los dos amantes, y arrojó sus cuerpos a un pozo. Trastornado, también acabó con la vida de sus hijos y posteriormente se suicidó.

El esclavo Julio César fue libre con la muerte de sus amos. Antes de abandonar la casa, lanzó sus 14 caracoles al suelo. Una y otra vez lo hizo, siempre con el mismo resultado. Comprendió así que los espíritus de los fallecidos permanecerían por siempre en la vivienda.

En poco tiempo se corrió la voz de que la casa era la morada de fantasmas. Nadie quiso vivir en San José de Bellavista, y durante 110 años, la mansión de los Kessel albergó únicamente los espectros inquietos de la desdichada familia.

En 1920, sin embargo, la finca fue adquirida por José Genaro Sánchez, acaudalado hombre de negocios y padre del poeta Gustavo Sánchez Galarraga, quien se asentó en el inmueble abandonado junto a sus seres queridos.

¡Ah, pero los fantasmas seguían presentes en la mansión! Arrastraban cadenas, dejaban huellas y movían luces. En las escaleras de la torre izquierda, se dice, se oían pasos arrastrando chancletas de palo.

Perturbado, José Genaro llamó al padre Camarero, quien exorcizó la casa y recomendó vivir en la torre. Los ruidos se volvieron esporádicos y, tras algunos aullidos y pasos iracundos, los espíritus finalmente desaparecieron.

Con el paso de los años, la otrora mansión de los Kessel ha sido estación de Policía, fábrica de tabacos de Gabino Campos, y más tarde un taller de confecciones textiles. Tras el triunfo de la Revolución de Fidel Castro, devenida en dictadura, el castillo sirvió de almacén.

En la actualidad, lo que queda de la vieja residencia del barón es una casa de vecindad en el municipio Arroyo Naranjo. Si sus habitantes han tenido contacto con entidades paranormales de antaño, está por comprobarse.

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