Monday, September 30, 2024
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Los cancioneros también fueron considerados “diversionismo ideológico”

LA HABANA, Cuba.- En Cuba, antes de 1959, se vendían mucho los llamados “cancioneros”,  unos folletos que contenían letras de canciones, especialmente de las que estaban de moda.

Los cancioneros, además de que en forma minorista se podían adquirir en quincallas y librerías, los vendían los limpiabotas, que los colocaban al lado de sus sillones junto con los periódicos del día, en pequeñas repisas portátiles, donde los colgaban con palitos de tendedera, o sobre tableros para exhibir la mercancía.

Los autores de estos librillos, que eran desconocidos, compilaban las letras de las canciones, bien fuera por encargo de un impresor, o por financiamiento de alguna persona que adquiría toda la edición para su distribución y comercialización posterior.

Muchos compositores contribuían también a los cancioneros, pues así promocionaban sus canciones.

Hubo varias imprentas que se dedicaron al negocio de los cancioneros. La que más recuerdo fue Madiedo, ubicada en la calle O Reilly entre Aguacate y Compostela. El edificio donde radicó aún existe, pero el local está cerrado y no parece tener uso.

El formato de los cancioneros era muy similar. Tenían por lo general unas 30 páginas. El papel usado era el gaceta, pero el de la portada era otro de mayor calidad, generalmente con la fotografía a color de un cantante popular. Cada página contenía, por lo general, cuatro canciones con el título, autor, intérprete y la compañía discográfica. A veces adjuntaban un pequeño recuadro de promoción de las empresas anunciantes de sus productos, que eran quienes costeaban el cancionero.     

Dentro de la enorme cantidad de cancioneros impresos, estuvo el que financiaba la emisora Radio Mambí de Cuba. Uno de sus locutores, Agustín Roquefuentes, se hizo famoso pues al decir su nombre arrastraba bastante la R de su apellido. Por cierto, su hija Arlenis siguió sus pasos, se hizo locutora y actriz, y es una defensora a ultranza del régimen castrista.   

Existieron algunas revistas de farándula que traían también letras de canciones. Entre otras, estuvo Mundo Joven, que se caracterizó por incluir letras de canciones en inglés, algo que era raro aquí.

Casi desde los inicios del régimen revolucionario, los dirigentes castristas consideraron que los inocuos cancioneros que tanto gustaban a los jóvenes eran “diversionismo ideológico”, “una forma de penetración del capitalismo en el pensamiento de las masas”. 

Resulta hoy muy difícil de entender que los castristas pretendieran controlar el gusto de las personas, pues solamente en mentes obtusas cabe tal idea, pero así fue. 

Después de 1959 se hicieron, de manera esporádica, unos pocos cancioneros. Hubo uno, allá por 1970 en cuya portada aparecían las Criollitas del caricaturista Wilson, con ropa de trabajo agrícola, y que contenía principalmente canciones del pop español. El último que viene a mi memoria fue uno bastante voluminoso: el cancionero “Opina” de la muy demandada revista de los años 80 del mismo nombre y que desapareciera a fines de esa década cuando su director, Eugenio Balarí, fue duramente censurado por establecer  “métodos capitalistas” en esa publicación.   

Guardo, como una rareza, un Cancionero Picot, financiado por esa firma mexicana. Su impresión en una edición de lujo y tapas duras resulta inusual para un cancionero. Contiene 196 páginas, numerosas viñetas cortas con datos y fotografías de artistas de esa época.

La estructura que tiene difiere de la del resto de las publicaciones de su tipo, pues las canciones están organizadas por temáticas y un índice alfabético. La primera parte está dedicada a las letras de todos los himnos de los países de América Latina. A continuación, hay otra dedicada a canciones infantiles, y el resto a canciones internacionales, románticas, humorísticas, tropicales, sudamericanas y rancheras, todas en español. Aparecen los nombres de los autores de música y letra, no así los cantantes, porque la mayoría de las canciones incluidas tuvieron varios intérpretes.       

El cancionero, que fue impreso por la Editorial Eduardo Cabal de México, contiene una nota que explica que los derechos de autor fueron pagados al Sindicato Mexicano de Autores, Compositores y Editores de Música.  

Hoy es muy poco probable que se impriman cancioneros, pues es muy fácil descargar de Internet las canciones con sus letras, y hasta con imágenes, como las usadas en los karaokes.

ARTÍCULO DE OPINIÓN Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las emite y no necesariamente representan la opinión de CubaNet.

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