Friday, September 20, 2024
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Limosnero y sorullo: dos caras de Díaz-Canel

LA HABANA, Cuba. – A solo horas de que el huracán Beryl deje sentir sus efectos en la costa suroriental de Cuba, el gobernante Miguel Díaz-Canel ha ofrecido a los países caribeños afectados por el meteoro que “cuenten con Cuba para lo que necesiten”. Sus palabras llegan sin que todavía se haya precisado la magnitud del desastre provocado por 20 días de lluvias persistentes en la zona occidental de la Isla, y su impacto en la economía.

Solo en Pinar del Río más de 1.000 hectáreas de cultivos sufrieron daños, fundamentalmente viandas, granos y hortalizas, que representan pérdidas lamentables en un país asolado por el hambre y la inflación. Si antes de las lluvias los agros estaban medio vacíos por causa de los altos precios, la mala calidad de los productos comercializados y el bajísimo poder adquisitivo de los consumidores, hoy la situación es mucho peor.

Tomando en consideración que el Estado cubano no puede proveer ni siquiera alimentos básicos, que todos los días las autoridades del comercio se inventan una explicación diferente para justificar los atrasos y ausencias de lo poco que venden a la población a través de la libreta de abastecimiento, y que más del 80% de las importaciones corre a cuenta de las mipymes porque el Gobierno no tiene dinero para asumir lo que le toca, cabe preguntarse con qué cuenta Díaz-Canel para ofrecer “lo que necesiten” a naciones hermanas que ahora mismo necesitan de todo.

Cuba entiende de huracanes. Afortunadamente La Habana lleva años escapando del azote directo de estos fenómenos, pero de una punta a la otra del archipiélago se acumulan historias de devastación y cuantiosas pérdidas materiales; así que los cubanos sabemos muy bien que tras el paso de un huracán de gran intensidad toda ayuda es poca.

También sabemos, por la experiencia de un junio lluvioso como no se había visto en años, que este régimen pedigüeño no se dio abasto para destupir alcantarillas, recoger basura, evacuar a damnificados y proveer de lo mínimo indispensable a tanta gente que quedó atrapada en sus casas por las inundaciones. Sabemos que no hay pan para los pobres, los asalariados ni los pensionados; que no hay medicinas, insumos ni suficiente personal médico en los centros de salud; que no hay combustible para transportar cargas muy necesarias, aunque no falta para las incontables e inútiles visitas de los dirigentes a lugares “de interés económico” o de “importancia estratégica”.

Siendo así que todo escasea en Cuba, ¿qué tiene Díaz-Canel para dar? Peor aún: ¿qué más va a quitarnos? Tal vez pida permiso para recurrir al inventario de esas mipymes enchufadas que no rebajan un centavo para la venta a la población, pero que, dispuestas a respaldar la propaganda política a cambio de prebendas, quizás envíen gratuitamente uno o dos contenedores a las Antillas Menores para lavarle la cara a este miserable gobierno y que el mundo pueda apreciar cuán alineados están los “empresarios independientes” con el carácter altruista de la Revolución.  

Justo ahora que el Consejo de Ministros habla de planificar gastos al estilo de una “economía de guerra”, Díaz-Canel ofrece lo que no tiene, porque en la esencia misma del sistema parásito que impera en Cuba conviven los planes descabellados y el hábito de congraciarse con otros ante la opinión internacional, todo financiado con dinero ajeno o ganancias no declaradas que deberían ir directo al erario público para mejorar en algo la calidad de vida del pueblo cubano.

Si Cuba no es capaz de producir ni costear importaciones, no sería raro que el régimen, acostumbrado a tener a los cubanos a palo y sancocho, como animales, envíe a los damnificados por el huracán Beryl una parte de los bienes que otros países nos han donado para paliar el hambre sistémica acumulada tras seis décadas de voluntarismo político, ineficiencia en el manejo de las finanzas y corrupción administrativa, más la Tarea Ordenamiento.

También podría retirar a los pocos especialistas que quedan en los hospitales y enviarlos a Barbados o a San Vicente y las Granadinas. A fin de cuentas, los cubanos están muriendo de enfermedades tratables e incluso curables sin rebelarse.

Quizás envíe rescatistas bien equipados para la ocasión, para la foto en primera plana que anuncie que desde Cuba una vez más llegaron héroes a socorrer a una nación hermana, aunque en su propio patio no dispongan siquiera de un par de botas, ni de cascos, ni de ganas de acudir sin recursos a un área inundada, a justificar con su esfuerzo los miles de pesos que les pagan.

También es probable que Díaz-Canel, limosnero hoy, sorullo mañana, sinvergüenza siempre, haya hablado por hablar, como mismo hace en las reuniones y visitas oficiales, pero esperando en su fuero que a ninguno de esos países arrasados se le ocurra pedir nada.

ARTÍCULO DE OPINIÓN Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las emite y no necesariamente representan la opinión de CubaNet.

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