Saturday, November 23, 2024
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Liceo de Las Tunas: refinamiento y segregación

AREQUIPA, Perú. – El majestuoso edificio que alberga hoy la filial de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) en Las Tunas se distingue por su amplio salón, dividido en dos niveles, y su céntrica ubicación en la calle Joaquín Agüero de la ciudad.

Sin embargo, en la memoria de José Ángel Naranjo, un octogenario artista plástico, resurgen recuerdos de los bailes de salón que marcaban la rutina citadina en esa esquina, cuando la aristocracia republicana se congregaba allí con propósitos instructivos o de recreación.

Naranjo relató recientemente a la Agencia Cubana de Noticias que desde 1922 el lugar se convirtió en punto de encuentro semanal para personas de clase alta, sirviendo como espacio de acercamiento e intercambio social.

La discriminación basada en posición social y color de la piel se hacía palpable en el lugar. En el primer nivel del edificio solo se permitía la entrada de lugareños de piel blanca, quienes disfrutaban de finas bebidas y la suave melodía de la música clásica. Mientras tanto, en el segundo piso, personas negras y mestizas se reunían para degustar dulces y otros alimentos, pero siempre ingresando por la puerta trasera del edificio.

Entre los vecinos del lugar, se rememora la elegancia y el refinamiento de esa época, lo cual despertaba la curiosidad y admiración de los niños que observaban desde la calle. La terraza del edificio era el área donde se encontraban aquellos de clase media y baja, creando una clara división social que se reflejaba en el uso diferenciado de los espacios dentro del edificio.

El Liceo no solo fue un lugar de entretenimiento, sino también una institución que brindaba apoyo educativo y atención médica a sus miembros, en una época en la que la ciudad tenía escasos médicos tras el triunfo de la Revolución castrista.

Esta sociedad, que en 1959 se transformó en un centro de actividades recreativas populares y hace poco más de tres décadas se convirtió en la sede de la AHS, formaba parte del rico tejido sociocultural que definía a esta ciudad en el siglo XX.

Se dice que las historias de los pueblos están escritas en sus calles y edificios. En esa zona donde solían converger las diferentes formas de vida y estilos, aún resuenan las huellas de una sociedad que experimentó una intensa estratificación de clases durante la República (1902-1959). Esta área se denominaba el Balcón del Oriente cubano, y su paisaje urbano todavía guarda los vestigios de esa rica y compleja historia social.

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