LA HABANA, Cuba.- Este 6 de febrero se cumplen 124 años del nacimiento, en 1900, en La Habana, del periodista y escritor Félix Soloni. Soloni, quien falleció a los 68 años, a pesar de la valía de su trabajo periodístico y literario hoy está casi olvidado.
Artículos de Soloni aparecieron en los diarios La Jurisprudencia al Día (donde comenzó su carrera), El Mundo, La Prensa, La Discusión, Mundial y El País, en las revistas Carteles, Selecta y Bohemia. Pero alcanzó relevancia con dos novelas costumbristas publicadas en 1926, Mersé y Virulilla, que formarían parte de un tríptico que culminaría con El Farruco, novela que nunca se editó.
Mercé es la historia de una mulata de origen humilde, pero refinada, ya que se crio con una familia aristocrática que finalmente la rechaza, y muere de manera accidental por envenenamiento. Dicha novela refleja, con una fidelidad asombrosa, el ambiente de un solar habanero de principios del siglo pasado y la forma de vida de sus moradores.
Según Soloni: “El patio de un solar a la hora próxima a la comida o al almuerzo, es un lugar muy pintoresco. A la puerta de todas las habitaciones hay un brasero, donde se cocina de todo. En algunos casos, el brasero se ha sustituido por una lata de petróleo vacía, convenientemente preparada. Un murmullo formado por treinta o cuarenta voces a la vez, se mezcla con el olor de distintas comidas y de perfumes baratos, dando al ambiente algo peculiarísimo, que solo puede describirse diciendo que hay una atmósfera de solar”.
Mersé provoca la envidia de algunas mujeres del solar por la atracción que ejerce sobre los hombres, por su recta moral, el cuidado que brinda a su anciana madre enferma, y las características de su habitación, entre otras particularidades; pero todos los inquilinos se solidarizan con ella cuando fallece la madre y durante el velorio en su habitación.
El control de la cuartería descansa en la figura de Don Pepe, el encargado, que a la entrada del sitio colocó un cartel advirtiendo que “No se permiten reuniones en la puerta de la calle”.
Refiriéndose a La Habana de esa época, escribió Soloni: “La Habana no es ciudad noctámbula, ni siquiera divertida. Es un caserío grande, de mucho tráfico, de trascendental importancia comercial, pero nada más. La orden municipal hace que los teatros terminen a las doce, indirectamente fija la una de la madrugada como hora para que se acuesten los residentes. Los pocos que quedan despiertos, serenos, basureros, artistas insomnes, periodistas aburridos, chauffeurs y policías, tienen poco en qué divertirse. Los que quieren lanzar una cana al aire se emborrachan a la cuarta copa, dan un escándalo, y van a parar al Vivac, o los llevan a sus casas y nada más. Todo eso desde luego, en los alrededores del Parque Central; en La Habana antigua y moderna, nada. Los cabarets están en las afueras y su público siempre es el mismo”.
Un largo comentario brinda Soloni sobre la tradición del Cristo del Rescate, en la iglesia de Arroyo Arenas, a donde acude Mersé en compañía de Cuca, su hermana de crianza rica. Más adelante narra la boda de esta mujer de clase alta, cuyo vestido de novia se exhibió previamente en la vidriera de una tienda de la calle San Rafael.
La otra novela, Virulilla, también refleja elementos costumbristas muy propios del estilo de los escritores cubanos del siglo XIX y principios del XX. La figura central es una joven blanca, obrera de una imprenta, que se casa con el propietario, un hombre de avanzada edad.
El autor hace pormenorizadas descripciones de lugares como el Sanatorio de La Esperanza, para enfermos de tuberculosis (el actual Hospital Infantil “Arturo Aballí”), en Arroyo Naranjo; el hotel El Louvre, de Matanzas; el Valle de Yumurí contemplado desde el mirador La Cumbre; las Cuevas de Bellamar, Santiago de Cuba y el Santuario de la Caridad del Cobre.
A propósito del Santuario, Soloni relata una poca conocida leyenda: la aparición, previa a la de la Virgen de la Caridad del Cobre, de La Virgen de la Cueva, que se especula fuera la misma efigie que un siglo después afloró, ante los tres pescadores, en la Bahía de Nipe.
En Mersé y en Virulilla, aunque sin grandes pretensiones literarias, el autor aporta muchos datos de interés, como por ejemplo, los bailes en los domicilios de ambas protagonistas; utiliza frases y palabras en desuso actualmente; y al mostrar las similitudes y diferencias en las vidas de dos mujeres de diferentes clases sociales, da un cuadro de la sociedad cubana durante las primeras décadas de la República.
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