Del maquillaje a la ropa, la familia de los fallecidos en Sancti Spíritus debe aportar todos los insumos necesarios para la preparación del cadáver. Entrevistado por la prensa oficial, Alberto Gómez, el empleado de Servicios Comunales que se encarga de este oficio, desgranó el rosario de precariedades que tiene su trabajo, que califica de “necesario y escalofriante”, en la funeraria de la cabecera provincial.
En su testimonio, Gómez no se anda con rodeos: falta maquillaje, “que antes estaba en existencia”, faltan máquinas de afeitar y muchos “otros recursos” que debe pedir a los familiares. Ellos “colaboran con algunos de estos productos y nosotros lo agradecemos, porque así cubrimos las necesidades que puedan existir”. No obstante, zanja, “es duro”.
Gómez, a quien Escambray pregunta los “secretos del duro oficio de preparar cadáveres”, posa un poco encorvado sobre su camilla de trabajo sobre la que muestra los pocos instrumentos con los que cuenta: una pinza, una brocha, un paño, una palangana y una suerte de ganzúa. El hombre no muestra su rostro, que cubre con un nasobuco.
La falta de maquillaje es un obstáculo grave, aclara, porque impide “disimular un hematoma” y rellenar “las cavidades de la cara, los oídos y las fosas nasales”
En vano trata el periódico de suavizar las condiciones de su trabajo. A cada frase idílica, como la que lo retrata como “artesano de la imagen”, Gómez opone fuertes descripciones de su rutina diaria, que –en los días “buenos”– consiste en tratar de devolver al difunto “la forma del rostro, los colores desvanecidos, la presencia física y hasta el acomodo del pelo”.
La falta de maquillaje es un obstáculo grave, aclara, porque impide “disimular un hematoma” y rellenar “las cavidades de la cara, los oídos y las fosas nasales”. Gómez asegura que la familia suele querer ver por última vez, la cara del difunto, lo cual supone dejar el cadáver en el estado más decente posible. La cuestión se complica, sin embargo, cuando se trata de alguien que murió en un accidente.
“En ocasiones recibo cadáveres de un accidentado y, por lo general, tratamos de que pueda ser expuesto, pero cuando resulta imposible, debido a la desfiguración del rostro, entonces consultamos a los familiares para que aprueben sellar el ataúd y velarlo con una foto del difunto”, afirma.
Tras 12 años como fabricante de ataúdes, a Gómez ninguna de las dificultades del oficio le son ajenas y los casos más difíciles, como preparar a un niño difunto, los acoge ahora con resignación. “Es algo que me afloja hasta los dientes”, dice, “porque resulta muy duro ver su cuerpo pequeño sobre esa mesa fría y pensar que no alcanzó a vivir lo suficiente, pero este es el oficio que nos tocó y alguien debe hacerlo”.
El trabajo también incluye colocar el cadáver en la caja, trasladarlo a la capilla de la funeraria y vigilarlo, por si el clima tropical y el maquillaje de mala calidad le deparan alguna “dificultad”. Antes del entierro, él mismo sella el ataúd. ¿Otros servicios? La “recogida en el domicilio” y los arreglos del difunto en la propia casa, cuando el velatorio es doméstico.
La silenciosa debacle de los Servicios Comunales cubanos tiene su efecto más evidente en la incapacidad de la empresa para recoger la basura de las calles
La silenciosa debacle de los Servicios Comunales cubanos tiene su efecto más evidente en la incapacidad de la empresa para recoger la basura de las calles cubanas, pero pasa la cuenta también a los cementerios –cada vez más descuidados y expuestos a las profanaciones– y las funerarias. Las familias de la Isla deben lidiar con todo tipo de dificultades que van desde la confusión de datos –y no pocas veces de cuerpos– hasta el hallazgo de tumbas abiertas, con huesos robados para fines rituales.
Uno de los momentos más graves de la crisis se dio tras las numerosas muertes durante la pandemia de coronavirus. La poca capacidad de los cementerios de muchos municipios condujo a tomar medidas extremas, como el enterramiento en fosas comunes. Fue el caso de Manzanillo, en la provincia de Granma, donde los sepultureros contaron a 14ymedio que se enterraban, en el vecino cementerio del batey San Francisco, hasta 200 muertos en un día.
Abrumados por la cantidad de fallecidos y por la crudeza de sus instrucciones –debían sepultar al paciente tres horas después de fallecido–, los testimonios de los enterradores manzanilleros no difieren mucho de los de Gómez en Sancti Spíritus. En Cuba, tampoco en la muerte se encuentra respeto o descanso.
________________________
Colabora con nuestro trabajo:
El equipo de 14ymedio está comprometido con hacer un periodismo serio que refleje la realidad de la Cuba profunda. Gracias por acompañarnos en este largo camino. Te invitamos a que continúes apoyándonos, pero esta vez haciéndote miembro de nuestro diario. Juntos podemos seguir transformando el periodismo en Cuba.