Hace nueve años, el habanero Alexander Morales, nacido en Regla, se enroló como marinero en el buque mercante Jolbos, de la empresa griega Northsouth Maritime. En el astillero chino de Shanghái, donde el navío estaba siendo reparado, le ordenaron trasladar desde la bodega a la cubierta unos hierros muy pesados. Al parecer, el esfuerzo le fracturó dos vértebras y le dañó la médula espinal. Tras un viacrucis de reclamaciones sin éxito, la compañía griega y Selecmar –la estatal cubana que medió en su contratación– siguen negándole los 60.000 dólares que le deben como indemnización.
Morales muestra a 14ymedio varias fotografías suyas de 2012, antes de enrolarse en el Jolbos: era un hombre robusto que apenas rebasaba los 40 años –18 de ellos dedicados a navegar–, muy diferente del que ahora, enflaquecido por la enfermedad, los informes médicos describen como “inválido”.
Había llegado en avión a Shanghái desde La Habana, con escala en Ámsterdam. Una vez allí, se incorporó a la reparación del Jolbos pintando, ayudando en el mantenimiento de la nave y limpiando las bodegas y el cuarto de máquinas. En una de las maniobras de carga, que Morales alega que tenían que hacerse con grúa y no con fuerza humana, se lesionó.
Cuando el buque zarpó finalmente de Shanghái rumbo al puerto de Cienfuegos, el marinero –que no detuvo su trabajo a pesar del agudo dolor que padecía en el cuello– comenzó a experimentar otros síntomas: náuseas, vómitos y sangramientos. Katherine Piñera, la doctora de a bordo, le recetó una semana de reposo, al cabo de la cual Morales volvió a realizar el mismo trabajo de siempre en la cubierta del buque.
“La doctora no puede hablar de una preexistencia porque nunca hubo un diagnóstico. No lo digo yo, sino los especialistas que me han atendido. Además, en el barco no había condiciones para realizar ese tipo de pruebas”
Además, dejó una anotación en su libro médico, que el marinero no se explica: afirmó que padecía una “enfermedad preexistente” antes de abordar el buque y, sin embargo, no registró las hemorragias de las que el hombre se había quejado.
“La doctora no puede hablar de una preexistencia porque nunca hubo un diagnóstico. No lo digo yo, sino los especialistas que me han atendido. Además, en el barco no había condiciones para realizar ese tipo de pruebas”, aseguran Morales y un informe médico. “Lo que sí está claro es que la enfermedad salió debido a una fractura en las vértebras por un exceso de esfuerzo”.
El hombre también argumenta que en su certificado de aptitud para navegar no se refleja en ningún momento que sufriera algún padecimiento.
Una vez en Cuba, los médicos del Hospital Militar Naval de La Habana descubrieron que el daño era mucho más grave: el sangramiento tenía su origen en la médula y la rotura de sus vértebras degeneraría pronto en una siringomielia, una enfermedad que provoca desgaste y atrofia en los músculos y la columna vertebral. La causa, concluyó Morales tras el diagnóstico de los neurocirujanos, fue el duro trabajo al que lo sometieron en el Jolbos.
El ex marino también contaba con un certificado firmado por la neurocirujana Cecilia Cañizares, con fecha del 13 de diciembre de 2017, donde le aclara a los directivos de Northsouth que, “obviamente”, Piñera no contaba con los medios indicados para analizar con exactitud el padecimiento de Morales, por lo que era imposible alegar “preexistencia”.
La doctora que presidió la comisión médica que atendió a Morales, María Magdalena Ramos, dirigió también un informe manuscrito a los directivos de la compañía griega en el que no escatimaba detalles sobre el delicado estado del trabajador. Su frase final era un llamado a su conciencia: “Tengan en cuenta el daño que han provocado”, pedía.
Con su expediente médico en la mano, Morales asistió a las oficinas de Northsouth Maritime y Selecmar para reclamar su salario por certificado médico –unos 550 dólares por los cuatro meses que no pudo trabajar–, confiando en que, presentando los documentos del diagnóstico, podría cobrar la indemnización de 60.000 dólares que la compañía griega estaba obligada a entregarle según el contrato.
El documento, insiste Morales, es claro, y afirma que al marino al que se atribuya “invalidez parcial o total como resultado de un accidente o enfermedad de cualquier índole” durante su período de empleo con Northsouth “tendrá derecho a percibir una compensación… de acuerdo al grado de invalidez establecido”. Según la escala que fija la propia compañía y el diagnóstico oficial, su porcentaje de invalidez –100%– lo avala para reclamar los 60.000 dólares.
Después de 14 meses en los que ambas compañías le dieron largas, alegando que su caso estaba siendo evaluado por una comisión de expertos, el ex marinero perdió la paciencia. “La intención de ellos era que el tiempo de mi contrato venciera para desentenderse de mí”, relata Morales, que en todo ese tiempo tampoco recibió un centavo de Northsouth Maritime.
El propio director de la sede cubana de Northsouth Maritime, Rafael Guzman, le espetó que “él no iba a pagar ninguna compensación”, recuerda el ex marinero
En 2014, los médicos certificaron finalmente la condición de “inválido total” de Morales, pero tanto la empresa griega como Selecmar ignoraron la resolución. “Hasta ese momento, ambas tenían que haberme pagado el tiempo de certificado médico, una en moneda nacional y la griega en dólares”, detalla.
El propio director de la sede cubana de Northsouth Maritime, Rafael Guzman, le espetó que “él no iba a pagar ninguna compensación”, recuerda el ex marinero. El sindicato de Selecmar al cual estaba afiliado le dio una respuesta similar.
También buscó respaldo en la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), que funciona como sindicato único en todo el país, pero los funcionarios ignoraron sus reclamos. “Me entrevisté con miembros de la CTC pero lo que hicieron fue burlarse de mí, me mintieron y no dieron curso a mi reclamación”, explica.
Ante los tribunales, donde presentó demandas contra los que lo contrataron, la situación no fue distinta. Aunque Morales presentó a la Fiscalía y al Tribunal Supremo avales médicos que indicaban que el diagnóstico inicial que se hizo en el buque no era válido por falta de medios para comprobarlo, la empresa continuó señalando que su enfermedad era “preexistente”.
“Incluso fui maltratado por la fiscal Ania Molinet, quien pretendía que firmara un documento en el que me comprometía a no reclamar más mi compensación”, cuenta. La Fiscalía le aseguró en 2015 que estaba revisando el caso con atención y que pronto le darían una respuesta. “Ya estamos en 2023 y todavía estoy esperando”.
También ha solicitado a Selecmar, en múltiples ocasiones, el certificado médico internacional que la compañía recibió en el momento de contratarlo y que confirmaba su aptitud para trabajar en un barco. “Le pedí a la empresa una copia de ese documento y me dijeron que nunca lo tuvieron. Fue un engaño para que no pudiera defenderme: sin ese papel, indispensable para que me contrataran, no hay constancia de mi aptitud para navegar”.
Por último, pidió una audiencia con Miguel Díaz-Canel para explicarle personalmente su situación. Le prometieron una entrevista que, desde luego, jamás ocurrió.
Desesperado, ha amenazado a los directivos de Northsouth con manifestarse “con un cartel” frente a la Plaza de la Revolución en La Habana, pero sus peticiones solo le han valido una pensión mínima en pesos, a pesar de que durante su vida como marinero debía “donar” al Gobierno –a través de Selecmar– el 80% de su salario en dólares, mientras que el resto solo era accesible en forma de remesas, que tenía que enviar a su familia al cambio de un dólar por un peso convertible (CUC).
Por si fuera poco, varios agentes de la Seguridad del Estado llegaron a advertirle de que se olvidara del asunto o “podrían meterlo preso”, expone. Al cabo de nueve años, Morales sigue en sus trece y no ha perdido la esperanza de conseguir una indemnización. Se lo deben, asegura, por una sencilla razón: “Ganaron mucho dinero con mi sudor”.
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