LA HABANA, Cuba. – Por estos días asistimos a una de las grandes desventajas de vivir en una sociedad cerrada como la cubana. Se han producido importantes movimientos de cuadros en la nomenclatura castrista, y solo nos quedamos con el comunicado oficial emitido por las autoridades. Ningún órgano de prensa se atreve a ―o puede― ir más allá de lo que diga el oficialismo. Entonces todo queda en el campo de la especulación
En una sociedad abierta, en cambio, los distintos medios informativos indagarían, emitirían criterios, e incluso podrían hasta entrevistar a los funcionarios destituidos en aras de que la opinión pública contase con más elementos de juicio.
Hubo varios funcionarios destituidos, pero sin dudas lo más trascendente ha sido la defenestración de Alejandro Gil, que se desempeñaba como ministro de Economía y Planificación, además de oficiar como viceprimer ministro del Gobierno.
La sustitución de Gil ha causado sorpresa en buena parte de los observadores de la realidad cubana. No tanto por los altos cargos que ocupaba, sino debido a que hace muy pocos días, tal vez tres o cuatro, había tenido una activa participación en una reunión del Consejo de Ministros. En esa cita el señor Gil se refirió a varios temas, entre ellos las proyecciones del Gobierno para el 2024, que incluyen las medidas de ajuste económico (el paquetazo); la pretendida estabilización macroeconómica; la subida de los aranceles de importación de productos finales a las mipymes; así como la preparación de propuestas para redimensionar el mercado cambiario.
Acerca de esta última tarea, el ahora cesanteado funcionario expresó: “Se avanzará en la presentación de propuestas para redimensionar el mercado cambiario, la intervención del informal y el control del tipo de cambio en el país, lo que incluye la determinación de la tasa de cambio y la formación de precios. Se está trabajando fuerte en esto por el impacto que tiene para el fomento y el estímulo productivo.
Desde hacía tiempo el ahora exministro Gil la había emprendido contra el mercado informal del cambio de divisas, que ya casi roza los 300 pesos cubanos por dólar, muy superior al tipo de cambio oficial de 120 pesos cubanos por dólar. Gil culpaba al tipo de cambio informal de la inflación que hoy padece el país. Y de acuerdo con sus palabras ante el Consejo de Ministros, su ministerio pretendía realizar acciones que atenuaran semejante disparidad. Aunque, en realidad, su declaración era ambigua acerca de los mecanismos que aplicaría para ello.
Precisamente, el nombramiento para el cargo de ministro de Economía y Planificación de Joaquín Alonso Vázquez, un funcionario avezado en política monetaria y cuestiones financieras, que ocupaba la presidencia del Banco Central de Cuba, nos hace pensar que el motivo fundamental de la caída en desgracia de Alejandro Gil ha sido el desacuerdo de la jerarquía castrista con las medidas que Gil tenía en cartera para resolver los problemas del mercado cambiario de divisas. Al parecer, Raúl Castro y Miguel Díaz-Canel desean confiar en otra persona para que lleve a cabo tan escabrosa faena.
De todas maneras, y tomando en cuenta la labor desplegada por Gil en la instrumentación del paquetazo económico, así como en todo lo relacionado con el tratamiento gubernamental a las mipymes y los otros actores no estatales de la economía, sería muy difícil para el régimen tener que admitir el fracaso de esas estrategias, y que fuera necesaria una política de rectificación —una más— para enmendar los entuertos.
Si así fuese, las travesuras de Alejandro Gil se unirían a la Tarea Ordenamiento, como otro de los fracasos del castrismo en su desastrosa injerencia en la economía cubana.
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