LA HABANA, Cuba – Finalmente, en menos de una hora y tres cuartos, terminó la muy anunciada y publicitada “Marcha del Pueblo Combatiente” convocada por las autoridades cubanas para este viernes 20. Si tuviera que caracterizar en pocas palabras la importancia (o falta de ella) de esa acción propagandística emprendida por el régimen castrocomunista, yo diría: Asistieron muchos menos ciudadanos que los que ellos hubieran deseado, pero más de los que, en vista de la catástrofe que padece Cuba, debieron haber asistido.
Por supuesto, la delirante cifra de medio millón, anunciada en la Emisión Estelar del Noticiero Nacional de Televisión, no pasa de ser una alucinación castrocomunista, y nada tiene que ver con lo contemplamos todos los que tuvimos un estómago lo bastante fuerte para seguir la transmisión del acto en la pantalla chica.
La manipulación ha estado presente en todos los aspectos del desfile. Esto empezó por la misma selección de la vía escogida: En lugar de la anchísima avenida Paseo, se optó por el Malecón, del cual, en su parte más anchurosa, frente al Hotel Nacional, solo se utilizaron las sendas inmediatas a la costa, menos de la mitad del ancho total.
Por supuesto que el mero hecho de celebrar el acto en un día y horas laborables hacen resaltar algo obvio: la evidente manipulación que esa selección entraña; la posibilidad que ella ofrece para mangonear a trabajadores y estudiantes, conminándolos a desfilar como si el hacer tal cosa formara parte de sus obligaciones.
Pero, además, se emplearon otras tretas para inflar el desfile: unos bloques nada compactos, que permitían ver grandes claros en la vía transitada; uso de banderones que tomaban todo el ancho de la calzada, detenciones inexplicables (que alargaron la duración del evento), repetición (en las imágenes televisivas) de los mismos grupos de manifestantes, lo cual ponía de manifiesto el uso de cámaras enclavadas en lugares distintos. (Esta treta fue empleada hasta con los mismos dirigentes que abrieron la marcha).
Para este cronista, lo que más llamaba la atención en el desfile era la indiferencia mostrada por la generalidad de los participantes. Mientras aquel se desarrollaba, las agitadoras comunistas repetían una y otra vez las mismas “consignas revolucionarias”. Ellas casi nunca recibían del público la respuesta que cabría esperar de entusiastas progobiernistas, que —se supone— es lo que eran los desfilantes. Pero insisto en que, aunque su desgano ponía de manifiesto cuáles eran sus verdaderos sentimientos, la mera presencia de esas personas sirve al régimen para manipular a la opinión pública internacional (no a la nacional, que sabe perfectamente cuál es la realidad).
La marcha fue convocada contra “el Gran Satán” (como lo llaman los ayatolas de porquería que hoy son sus grandes aliados), contra el “totí” al que los castrocomunistas le endilgan la inmensa catástrofe que sufre hoy Cuba. Pero sucede que, en estos tiempos de internet y redes sociales, nuestro pueblo sabe perfectamente que la gran causa de sus muchas desdichas es el desastroso sistema implantado y mantenido a sangre y fuego por esos mayimbes, que permanecen ciegos a toda evidencia y refractarios a cualquier idea racional.
En el llamamiento que hizo al efecto, el Presidente de la República proclamó el objetivo de expresar “la más firme y contundente condena al criminal bloqueo del Gobierno de Estados Unidos”. Y en otro pasaje de su perorata: “Sí hay bloqueo, sí se ha recrudecido el bloqueo, sí existe guerra económica”. ¡Y esto dicho del país que ha sido el principal suministrador de huevos y carne de pollo y cerdo, los platos fuertes a los que pueden acceder los cubanos de la Isla que cuentan con mucho dinero para pagar los escandalosos precios provocados por la galopante inflación castrocomunista!
En la larga presentación que precedió al inicio de la transmisión, se insistió en un deseo: que el gobierno de Biden, en los treinta días de desempeño que le quedan, tome medidas que favorezcan al régimen. Esta idea fue propugnada incluso por una “especialista” del MINREX (Ministerio de Relaciones Exteriores), y ratificada por Díaz-Canel en su discurso que precedió al desfile. Ello refleja el grado de desesperación que aqueja a los castrocomunistas. ¡Se darían por muy felices si el actual inquilino de la Casa Blanca levanta alguna de las medidas vigentes!… ¿Pero no saben que el 20 de enero tomará posesión Donad Trump, quien podrá revocar esa decisión!
Otro gran despiste del jefe formal del partido único y el Estado consistió en convocar el desfile al término de la sesión de turno de la llamada “Asamblea Nacional del Poder Popular”, subrayando además esa circunstancia. ¡Como si el pueblo cubano tuviese algo que agradecer a esa reunión de focas amaestradas que aprueban todo lo propuesto por los jefes y no han hecho más que profundizar el desamparo y la miseria que ellos sufren!
Esta sesión decembrina de la Asamblea fue marco propicio para que el flamante Primer Ministro, en el colmo de la desfachatez, anunciara algunas de las medidas más antipopulares que se les han ocurrido a los actuales mayimbes. ¡Y conste que eso es muchísimo decir!…
Fue así que el señor Manuel Marrero Cruz previno a la población sobre la eliminación de los subsidios a los limitados productos básicos que se entregan por la cartilla de racionamiento (bautizada por el régimen con el eufemismo “libreta de abastecimientos”). Según anunció enfáticamente el Jefe de Gobierno, para esa decisión “no hay marcha atrás”.
En un momento determinado, el Premier, según Cubita NOW, reconoció: “La mayoría de los trabajadores no podrá cubrir la diferencia entre los precios de los productos básicos y los salarios”. Recalco: ¡Se está hablando no solo de las personas que el régimen califica como “en situación de vulnerabilidad”! ¡También “la mayoría de los trabajadores” confrontarán dificultades para pagar los nuevos precios de los poquitos productos que figuran en la “canasta básica”!
Como si no bastara con lo anterior, también la reciente reunión del “parlamento cubano” la caracterizó una orden impartida a los diputados por el vejete nonagenario que, sin ostentar cargo oficial alguno, es reconocido como “Líder de la Revolución”. El general de cuatro estrellas mandó a ponerse de pie, alzar los brazos y cerrar los puños. ¡Y así lo hicieron de inmediato, como borregos, los cientos de “representantes del pueblo”!… ¿O qué creían ustedes, amigos lectores! Se vieron sonrisas y se oyeron también risitas nerviosas, en lo que solo puede describirse como una demostración irrefutable del envilecimiento en que están sumidos esos sujetos que integran el “órgano supremo” de poder en nuestro país.
Como ya señalé, el número de los manifestantes fue muy inferior al deseado por los jerarcas del “Palacio de la Revolución”. Es evidente que el hartazgo con las calamidades que les ha impuesto el castrocomunismo representa, claro, el elemento central. Pero forzoso es reconocer que hubo factores coadyuvantes. Entre ellos destaco, por la rapidez con que fue lanzada, su mérito artístico y su acierto, la canción “¡Que vaya el Sandro!”, creada y difundida por Edmundo Dantés y Alian Aramís.
Esa obra de arte destaca una circunstancia que resulta fundamental: que son los barrigones favorecidos por el sistema los que deben “hacer número” en los actos políticos convocados por el régimen. Se trata de una gran verdad que los cubanos de a pie (en particular los que se prestaron a participar en la marcha de este viernes) conviene que interioricen.
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