Monday, September 23, 2024
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La Habana, donde tienes que escoger si comes o te bañas

LA HABANA, Cuba. – Advierto que estas líneas no tienen una voluntad escatológica aunque en algún momento por venir lo parezca; ellas solo intentan una mirada simple, esencial y quizá algo lacrimosa, a una disyuntiva que nos acosa a los cubanos, pero mucho más a quienes residimos en La Habana, que es la ciudad más poblada de la Isla y también la más visitada; lo mismo por cubanos residentes en otras provincias que por extranjeros.

La cuestión, la esencia de estas líneas es el agua y sus carencias en la capital cubana y en casi todo el país aun después de las intensas lluvias. El asunto aquí es el agua; el agua para tomar, el agua para bañarse, el agua para limpiar, el agua para lavar la ropa que se ensucia más en medio del grosero calor del verano.

El agua, que es el principio de todas las cosas, es el centro de estas líneas, y también de los dilemas que enfrentamos cuando ella escasea, cuando se pierde en medio de un atroz verano como el que vivimos los cubanos. Y así está La Habana toda, incluso después de los tantísimos aguaceros que nos han estado acosando, incluso en esta zona del Cerro, donde vivo y donde se levanta el Acueducto de Albear.

“El Cerro tiene la llave”, dice una canción aludiendo al control que tiene el territorio sobre el agua, pero en Cuba todo puede cambiar en un segundo, incluso la fluencia del agua y su distribución, incluso su desaparición, esa que siempre está aparejada con la desesperación. Cuando el agua está racionada inventamos, “trazamos estrategias de combate”, pero será bien diferente cuando desaparece totalmente, como ahora.

El Cerro, que siempre llevó las de ganar, al menos en cuestiones acuosas, perdió esta vez sus privilegios, y los vecinos no sabemos qué hacer en un escenario que no es muy conocido y que se parece a una batalla, a una batalla en la que ni siquiera se dejan ver los enemigos, los contrarios. Y en medio de ese escenario, de esa batalla, un vecino me contó lo que podría pasarme a mí también, mañana, ahora mismo.

Y todo comenzó con una “penita” en el estómago que fue a dolores más fuertes, más insoportables. El hombre tenía que sentarse en el inodoro a evacuar, pero la mujer le advirtió que solo había un cubo con agua que había cargado desde lejos para cocinar.

Y el vecino, decidido, llevó el cubo de agua hasta la cocina y volvió al inodoro. Y ya sentado dejo allí todo lo que debía. Luego ambos comieron lo que se pudo cocinar. No se pudo fregar la losa, no se pudo descargar el inodoro, pero comieron juntos.

Y ese es el dilema de los cubanos, tan tremendo como el famoso “Dilema del cocodrilo”. Si vas al inodoro y descargas puede que no comas porque hace ya muchos días que no entra una gota de agua en esta Habana en la que ha llovido sin cesar, y eso bien lo sabemos, y mucho lo hemos sufrido.

Y es triste, es sucio el país que te pone a escoger si comes o te bañas, porque dos cosas es demasiado. Es triste tener que escoger entre la comida y la limpieza en una ciudad a la que, desde hace muchos días, no llega agua a las casas.

Y antes de cerrar esta perorata quiero confesar que yo tampoco me bañé, y a diferencia del vecino no tuve la posibilidad de escoger. Yo, en El Cerro que tiene la llave pasé el baño por alto, y también pasé por alto la cocina, y hace días que no friego, y dan asco la meseta y el fogón, y mi piel pica, y molesta la tanta grasa, y las células sucias, y las células muertas, y las glándulas sebáceas… ¿Me baño? ¿Defeco? ¿Y si se va la luz en ese instante, en ese preciso momento en el que creía haber conciliado el sueño?

ARTÍCULO DE OPINIÓN Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las emite y no necesariamente representan la opinión de CubaNet.

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