LA HABANA, Cuba. – Las cifras e informaciones que salieron a relucir en las recientes sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular acerca de los incumplimientos en la moribunda economía cubana hicieron que otros asuntos no menos importantes quedaran en un segundo plano. Uno de esos asuntos es la caótica situación que presenta la contabilidad en el sistema empresarial cubano.
En verdad se trata de un fenómeno negativo con hondas raíces en el sistema educativo del castrismo, y que después se extendió al funcionamiento de la economía. Antes de 1959 había en Cuba una red de Escuelas de Comercio que preparaban eficientemente a los contadores que necesitaba la Isla. Sin embargo, ya en los años 60, en el contexto de la fase idealista de la Revolución, y al fragor de una falsa batalla contra la burocracia y los “trabajos a la sombra” fueron cerrados los estudios de Contabilidad en la Universidad de La Habana.
Da la impresión de que a partir de ahí esta especialidad de la economía no ha podido recuperarse del todo. Durante los años 70 y 80 eran muchas las empresas que, al presentar sus estados financieros a los niveles superiores, recibían la evaluación de “contabilidad no confiable”, es decir, que no había certeza de que lo que decían esos papeles reflejaran con exactitud lo que sucedía en las entidades en materia de producción, costos, ingresos, gastos y otros indicadores.
Había problemas en los planes de estudio, lo mismo en la enseñanza media que en la superior, para formar cabalmente a los nuevos contadores, y en consecuencia casi nunca la plantilla de los departamentos de contabilidad lograban completar su fuerza de trabajo.
Un estado de cosas que se ha agravado en los últimos tiempos. La gran ola migratoria, así como el éxodo de profesionales y técnicos de entidades estatales hacia negocios particulares en busca de mayores ingresos, también ha afectado a las áreas de economía y contabilidad de empresas y entidades.
Así las cosas, el ministro de Finanzas y Precios, Vladimir Regueiro Ale, al intervenir en una de las sesiones del Parlamento este mes, detalló un programa de medidas ―no especificadas― para fortalecer la contabilidad en el país, con vistas a garantizar la fiabilidad de la información financiera y estadística.
Después de referirse a las reiteradas deficiencias e indisciplinas en la contabilidad presentes en las áreas contables y financieras de las entidades ―lo que indica que el ministro pensaba más en los actores estatales que en los no estatales―, el funcionario expresó: “De ahí que una de las propuestas de medidas vaya encaminada al completamiento de las plantillas, así como a minimizar las causas que motivan la no emisión de los estados financieros”.
En realidad, esa confesión del ministro no la esperábamos. ¡Conque hay entidades en este país que no presentan los estados financieros a los niveles superiores de la economía! Antes recibían calificación de información “no confiable”, pero ahora el asunto es más grave: no presentan la información.
Entonces, ¿qué hacen los ministerios y las Oficinas Municipales de Estadísticas para informar al Gobierno de las producciones, los costos y otros indicadores económicos de esas entidades que no presentan sus estados financieros? Sencillamente, no les queda otra alternativa que estimar esos indicadores.
Aunque, a decir verdad, en este caso el régimen pudiera aplicar la máxima que expresa “a río revuelto, ganancia de pescadores”. Pues se trataría de una práctica que, entre otras cosas, pudiera relacionarse con la manipulación de las estadísticas a conveniencia de las autoridades.
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