Thursday, September 19, 2024
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Juegos Paralímpicos: Guillermo Varona se lleva el oro en la jabalina para la categoría F46 – 5 Septiembre

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Guillermo Varona ofreció su victoria al abuelo ausente, a él dedicó su triunfo en uno de los momentos más sublimes de la competencia de jabalina para la categoría F46 de los Juegos Paralímpicos organizados en París.

Cuando regrese a casa no le espera, no tuvo tiempo para despedirse y solo el tributo de toda la gloria le retribuye una reparación a medias: la ofrenda es el desahogo del alma, la resignación a lo irreparable.

Ese momento de sensibilidad bien vale todo el sacrificio de la contienda más encarnada y extenuante, y resultó apenas un breve remanso tras la turbulenta conflagración.

Entró a la curva norte del Estadio de Francia ataviado del rojo, y con la actitud de un gladiador en medio del Coliseo romano.

Soltó un grito de guerra mientras disparaba el aguijón de metal y congeló las almas de sus rivales cuando supieron que este voló más allá de los 63 metros.

Con eso plantó cara a la poderosa armada india liderada por el recordista del orbe Sundar Singh Gurjar y el campeón mundial Singh Ajeet.

Cada escena se resumía en una declaración de hostilidad, una exhibición viril, una advertencia agorera al retador, un alarde de músculos y facies amenazantes.

Varona resistía imponente desde la seguridad de la marca estirada luego, y definitivamente, a 66.14 m, en su segundo envío.

Salió indeciso hacia la línea de disparo y abortó la iniciativa. El reloj corría, pero aún quedaban algunos segundos. Regresó al punto de partida, corrigió el plan y mandó la jabalina tan lejos como nadie del continente americano lo hizo jamás.

El as de metal se clavó en el césped como el estandarte del vencedor, y soportó allí mil escaramuzas, como el rey Shaka Zulú plantado ante los embates del reino británico en el Cabo de Buena Esperanza.

Gujat amenazó en su cuarto disparo, pero el 64.96 m quedó como el tercero más largo, luego abortó en sus dos últimos lanzamientos como dimitiendo a la afrenta.

Ajeet se acercó con 65.62 m y forzó la última ofensiva en el sexto disparo. Tomó el implemento y lanzó un cántico de guerra.

Guillermo respondió contundente y envió otro mensaje cuando tomó su jabalina para expresar que estaba listo para replicar, como Olíndico en medio de la Guerra Celtibérica.

La determinación derrumbó al indio y lo condenó a la medalla de plata, dejando el botín más deseado para el cubano, que renunció al último disparo para apurar la celebración.

Fue corriendo a completar el rito de hacer sonar la campana como símbolo de victoria, investido de la Bandera de la Estrella Solitaria, en una jornada grande para Cuba, con tres medallas de oro paralímpicas.

Luego de celebrar la astucia de Robiel y la belleza de Omara, Guillermo levantó con la fuerza de su mano izquierda todo el peso de la Isla que disfrutó las bondades de la cosecha resultante de las recias horas del sacrificio.

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