Saturday, November 23, 2024
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Irela Bravo y Alex Otaola: el abrazo que molestó a las “ciberclarias”

LA HABANA, Cuba. – “Irela vive en una burbuja única”, dijo el influencer Alex Otaola en medio de una entrevista que ha tenido miles de vistas y ha generado centenares de opiniones. Algunos han calificado el encuentro como “tenso” y quizás lo fue en algunos momentos, pero más sabe el diablo por viejo que por diablo. La experimentada presentadora, vieja amiga del influencer, además, supo sacarle la presión al show respondiendo las espinosas preguntas a su manera y añadiendo una buena dosis de choteo. 

Del lado de los espectadores las impresiones han abarcado desde que Irela no sabe nada de política, hasta que el miedo no la dejaba hablar. No faltaron quienes, ideologías aparte, reconocieron el trabajo de la querida artista y le desearon lo mejor en este nuevo camino que decidió emprender en el último tramo de su vida. 

Y es que la decisión de Irela de permanecer “por un largo tiempo” en Estados Unidos sorprendió a todo el mundo. Pese a que jamás figuró en los actos políticos y demás manifestaciones pro-régimen, su larga trayectoria en el ICRT, inmune a debacles internas, recortes de presupuesto y éxodos fue sembrando en el imaginario colectivo la idea de que permanecería aquí hasta el final de sus días, dispuesta a envejecer en la cada vez más desigual y opresiva Cuba socialista.

Hoy Irela está en Miami. En declaraciones anteriores aseguró que su madre, de 94 años, le pidió que no regresara, y confesó que se había ido de Cuba por una cuestión de supervivencia. Sus palabras implican que quien se queda en la Isla se muere, y no hace falta decir más. Solo así puede explicarse la desbandada de cubanos, proporcional a la gravedad de la crisis e incluso peor; porque si antes el principal motivo para emigrar era alcanzar libertad individual y mejorar económicamente, hoy la gente también se va de Cuba porque teme quedarse en un país donde muy pronto no tendrá parientes cercanos ni amigos, y tampoco habrá personal calificado para hacer que la vida en sociedad funcione adecuadamente.

La entrevista transcurrió sobre la base de discrepancias y mucha presión para que Irela dijera lo que no quería decir, algo que suele ocurrir con demasiada frecuencia a las figuras públicas que abandonan la Isla, en especial a los artistas. Para Irela Cuba se ha vuelto invivible “últimamente”; pero Otaola insiste en que la cosa está mala desde 1959 y lleva razón, solo que esa maldita circunstancia ha tenido sus matices. 

La crisis de la era Díaz-Canel parece no tener fin. Han sido cinco años durante los cuales la calidad de vida de la población se ha deteriorado a niveles de pánico y no hay señales de que su administración pueda resolver el problema. Más que la crisis en sí, lo que asusta a los cubanos es comprobar la total incapacidad del Gobierno para remontarla. Es lógico que quienes, como Irela, vieron la luz al final del túnel en el Período Especial, y años más tarde se contagiaron con la esperanza que trajo el deshielo entre Cuba y Estados Unidos, definan este último lustro como un punto de no retorno. 

Con cada artista cubano que emigre a Estados Unidos estará abierto el debate político, pero mientras haya en este lado del estrecho familiares a los que se quiere volver a ver y abrazar, continuarán las respuestas evasivas y ese miedo justificado que muchos critican y desprecian. Irela debería estar mejor enterada sobre la hondura del conflicto político cubano, pero también tiene derecho a guardar silencio para poder regresar a la Isla donde su anciana madre vive todavía. 

Otaola tiene razón cuando afirma que las mipymes y negocios privados prosperan a la sombra del régimen; pero también debe saber que no siempre se trata de “colaboración” entre el emprendedor y la caterva de arriba. A estas alturas el Gobierno cubano cuenta más con la neutralidad que con el apoyo ciudadano, y el motivo de dicha neutralidad es que una golondrina no hace primavera. 

La entrevista dejó claro que hay diferencias insalvables entre la visión del influencer y la de Irela. Poner un pie en Miami, por ejemplo, no va a destruir la admiración y el respeto que ella siente por Corina Mestre, una actriz conocida por defender hasta el patetismo al régimen cubano, pero también por ser una excelente profesora de actuación. 

“Tú no te traicionas, yo tampoco me traiciono” fueron las palabras escogidas por Irela para celebrar que la entrevista llegara a buen término; cada quien en su esquina. Ella no dijo lo que no quería decir y él, como es costumbre en casa propia, dijo todo lo que quiso. 

A la pregunta no respondida de quién tiene la culpa de la miseria del pueblo cubano, la contestación es simple: la culpa la tiene el pueblo cubano, que entregó su libertad a Fidel Castro, aplaudió frenéticamente sus arrebatos y apoyó cada una de sus cruzadas discriminatorias para luego quedarse varado entre el silencio y la huida. Ninguna opinión de artista o figura pública va a deshacer la cadena de errores que nos ha traído hasta aquí. Ningún tirano ha sido derrocado con palabras. 

Otaola espera que muy pronto Irela Bravo comience a ver las cosas desde una perspectiva diferente. Por el momento, desde su burbuja, la presentadora descubrirá que el odio sembrado por Fidel continúa fresco entre la militancia que lucha su yuca en las redes sociales, confundiendo Gobierno con patria y tildándola a ella de “baja” por haber abrazado a un “terrorista”. 

ARTÍCULO DE OPINIÓN Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las emite y no necesariamente representan la opinión de CubaNet.

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