LA HABANA, Cuba. – Tras cinco años de lucha contra una insuficiencia renal crónica (IRC) que no puede ser tratada en Cuba, a Héctor Lázaro González Aguirre se le agota el tiempo. “En los enfermos nadie piensa. Somos números”, cuenta con los ojos húmedos, y argumenta que el régimen no invierte en recursos para el tratamiento eficaz de este tipo de enfermedades.
Si no recibe una visa humanitaria para tratarse en el extranjero no podrá sobrevivir. “No exagero”, asegura. Su mejor opción es un trasplante de riñón, pero ese tipo de cirugía no se practica en la Isla desde hace algún tiempo. En segunda instancia podría recibir tratamiento de diálisis peritoneal (DP), pero las capacidades para ese procedimiento son muy escasas en el país.
Con apenas 40 años, su vida depende de un régimen sistemático de hemodiálisis. En esencia, la terapia sustituye las funciones principales de los riñones cuando estos no son capaces de eliminar los residuos de la sangre a causa de algún padecimiento. Es una solución temporal y con fecha de caducidad.
El tratamiento se realiza mediante un catéter, en su caso instalado en la vena cava. Se trata de un procedimiento creado en la Isla para pacientes de IRC que no se pueden canalizar a través de los vasos sanguíneos o fístulas (unión de una arteria con una vena).
Desde que lo diagnosticaron, en 2018, su cuerpo ha soportado cerca de 30 cambios de catéter. El de la vena cava se lo colocaron el 28 de septiembre pasado. Dos días después tuvo que regresar de urgencia al quirófano debido a una pericarditis. En la cirugía le extrajeron un litro de líquido del pericardio, la membrana que recubre el corazón.
“Fue una pericarditis urémica, es decir, los límites de uremia y de toxinas en sangre se elevaron tanto que provocaron que el líquido se acumulara alrededor del corazón. Tenía mucha tos y la presión muy baja, porque al estar el corazón rodeado de líquido no podía bombear bien”, precisa Héctor Lázaro.
El catéter en la vena cava sigue siendo transitorio: dentro de tres o cuatro meses puede que se tupa, explica. “¿Luego qué? ¿Volverme a abrir el pecho para ponerme otro? Esta ya es la última de las opciones”, lamentó antes de hacer énfasis en la necesidad de obtener una visa humanitaria que le permita tratarse en Estados Unidos.
Solidaridad, palabra de orden para sobrevivir a la enfermedad
Cuando el catéter deje de funcionar, su tiempo de vida entrará en un conteo regresivo. Sin asistencia no podría resistir seis meses a la enfermedad. En su lucha lo acompañan compañeros de estudio de la carrera de Periodismo ―de la cual es graduado―, amigos de profesión y medios de prensa independiente que visibilizaron su situación.
Una campaña lanzada a través de la plataforma GoFundMe ha logrado recaudar hasta ahora casi 11.400 dólares de ayuda. Si llegara a recibir la visa humanitaria se realizaría una segunda petición de fondos para intentar costear los tratamientos médicos “por un periodo más largo, quizás un año, cuando ya tenga papeles y pueda acceder a un seguro médico”.
“Uno de los donantes es uno de los especialistas más importantes en trasplantes que existe en el mundo y se interesó en mi caso a tal punto que si tuviera un donante vivo me realizaba la operación de gratis. Desafortunadamente, no lo tengo. Las personas que pudieran ayudarme no son compatibles”, explica Héctor Lázaro.
De momento, lamenta que la gestión de su visado no tenga avances. “Todo el mundo mira hacia otro lado y mi salud cada día se deteriora más, estoy desesperado y esa desesperación también me pasa factura”, destaca el periodista.
Un plan B, desesperado
En medio de la desesperación por conseguir tratamiento, Héctor Lázaro se puso en contacto con varios “coyotes” que operan el tráfico de personas entre Nicaragua y México con la intención de atravesar Centroamérica y alcanzar la frontera sur de Estados Unidos.
Sabe que su delicado estado de salud le puede jugar una pasada fatal durante el largo y riesgoso recorrido. No obstante, no visualiza otra solución que a mediano plazo pueda ofrecerle alguna calidad de vida.
Mientras aguarda con esperanzas que surja la posibilidad de acceder al visado, a la vez aúna fuerzas para echar esa última batalla. No pretende esperar a la muerte de brazos cruzados, en cama, vencido. “Si me alcanza, me alcanza guapo y fajado, luchando por la vida. No me voy a rendir nunca”, asegura.
Un grito de ayuda, por la vida
“Si sigo aquí voy a morir más temprano que tarde, y no será de viejo. Aquí no hay solución para mí. Este catéter que me pusieron, directo al corazón, es la última variante para pacientes como yo que se quedaron sin acceso vascular”, resaltó.
Además de Héctor Lázaro, en la actualidad otros 13 pacientes de IRC están sometidos a ese procedimiento en Cuba. Solo dos especialistas del Hospital “Hermanos Amejeiras” están capacitados para practicar la cirugía, por lo riesgosa que resulta.
En septiembre, Héctor Lázaro pasó nueve días sin hemodiálisis, porque el catéter que llevaba instalado en la femoral se infectó y hubo que retirarlo. Los médicos intentaron colocar uno nuevo en la subclavia, y posteriormente en cada una de las arterias, pero no se pudo, pues todas están obstruidas.
“Era un entra y sale del salón, hasta que entonces me lo pusieron acá, en la vena cava, directo al corazón”, apuntó.
Según describe, las condiciones higiénicas en los salones y salas del Hospital “Hermanos Ameijeiras”, donde fue operado y además recibe la hemodiálisis, “no pueden ser peores”.
“Ves cucarachas caminando por la máquina [de hemodiálisis] es como si nada. En la noche te caminan por arriba. No hay agua, los baños están llenos de heces fecales y las patas de las camas tienen óxido. Con tremenda parsimonia te dicen que uno es paciente y no tiene que criticar nada. Así, ¿quién puede? No hay quien escape”, sentenció.