Pertenecí a una generación de jóvenes chilenos que en los años 60 ingresaron masivamente a los partidos de izquierda y que constituyeron un gran aporte a la elección de Salvador Allende. En el verano de 1964, algunos jóvenes comunistas, todos santiaguinos, formamos un grupo de bailes folclóricos chilenos para promover la candidatura presidencial de Allende en la provincia de Osorno. Allende visitó esa provincia y pudimos conversar con él. Quedamos impresionados por la sencillez y afabilidad con que nos habló.
Nos encontramos de nuevo, él y yo, en el verano de 1972, cuando la coalición de Gobierno, la Unidad Popular (UP), decidió efectuar una reunión para analizar el avance del programa durante el primer año de mandato. Yo estaba ahí para hacer las actas de la reunión. Ese día, se sentó a mi lado para poder consultar mis notas.
Durante los años transcurridos cada uno había hecho sus deberes. Él ya era presidente de Chile y yo, con 26 años, era profesor en la Universidad Técnica del Estado y miembro de un grupo que asistía a la dirección del Partido Comunista en asuntos teóricos.
Salvador Allende representaba, para los jóvenes progresistas, lo más cercano al ideal de un líder popular y aprobamos con entusiasmo cuando la coalición Unidad Popular acordó presentarlo como candidato único de la izquierda a la elección presidencial de 1970.
En 1970, ningún sector tenía la capacidad de obtener por sí solo la victoria. Allende obtuvo la primera mayoría relativa en las urnas y en el Congreso Pleno recibió el apoyo del Partido Demócrata Cristiano
La política chilena estaba dividida en esos años en los llamados tres tercios: la derecha, el centro y la izquierda. En 1970, ningún sector tenía la capacidad de obtener por sí solo la victoria. Allende obtuvo la primera mayoría relativa en las urnas y en el Congreso Pleno recibió el apoyo del Partido Demócrata Cristiano, confirmando así su elección como presidente.
El primer rasgo distintivo de Allende fue su estilo de gobernar.
En Chile se dice que el presidente es un rey sin corona. El presidente es el jefe del Estado y jefe del Ejecutivo. Sus poderes son muy extensos. Allende permitió que sus ministros y funcionarios de alto rango tuvieran poderes de decisión más amplios que los acostumbrados. Tal actitud, en este siglo XXI, es cosa corriente. Pero no lo era en el Chile de 1970.
Más importante que su estilo de gobernar fue su preocupación por mejorar la condición de los sectores desfavorecidos de la sociedad.
En primer lugar: la situación de los campesinos asalariados. La propiedad de la tierra agrícola estaba concentrada en una casta de propietarios rurales cuyo origen remontaba a la época colonial. Las condiciones de vida de los campesinos poco habían cambiado desde entonces.
Allende tomó medidas para completar la reforma agraria iniciada por el Gobierno de Eduardo Frei, de tal modo que antes del golpe de Estado de 1973 el Gobierno había expropiado prácticamente todo lo que era posible expropiar según la Ley de Reforma Agraria aprobada en 1967.
Asimismo, comprendía que para mejorar la situación de las clases populares e impulsar el desarrollo de la economía chilena, el Estado necesitaba mayores recursos. Con ese fin y de acuerdo al programa, propuso al Legislativo la nacionalización de la gran minería del cobre, la que fue aprobada por unanimidad del Congreso en 1971.
Estas dos medidas, que se concretaron durante su Gobierno, hace de Allende el presidente que realizó las más importantes transformaciones económicas y sociales en la historia de Chile.
El Gobierno de Allende, como es normal en todo gobierno, cometió errores. Cada uno de esos errores fue explotado hasta el paroxismo por los sectores afectados
¿Por qué fue posible el golpe de Estado?
El Gobierno de Allende, como es normal en todo gobierno, cometió errores. Cada uno de esos errores fue explotado hasta el paroxismo por los sectores afectados. La abrumadora mayoría de la prensa, radio y televisión de Chile amplificaba esa campaña maliciosa.
A mi juicio, tuvieron gran importancia dos errores que fueron de su responsabilidad personal:
• No pudo mantener y asegurar la normalidad de la vida en el país. La extrema derecha y la extrema izquierda se daban la mano para crear un clima permanente de inestabilidad e inseguridad. Allende no hizo todos los esfuerzos políticos y legales necesarios para contener las acciones ilegales y de violencia de ambos extremos. Sobre todo, no supo fijar, de manera clara, las diferencias entre su Gobierno y los actos de la extrema izquierda.
• No supo mantener la acción del Gobierno dentro de los límites fijados en su programa. El programa electoral presentado por la UP en 1970 era, esencialmente, una propuesta de carácter socialdemócrata. Sin embargo, algunos sectores de la UP –y otros fuera de ella– insistían en que debía ser un objetivo del Gobierno la creación de un sistema socialista. La falta de una definición clara de Allende frente a estas presiones condujo a un importante descenso del apoyo social a su Gobierno.
Las indecisiones de Allende contribuyeron a que los sectores más agresivamente antidemocráticos, dentro y fuera de las fuerzas armadas, pudieran tomar el control de la oposición.
Los chilenos esperábamos el golpe de Estado de la derecha y los militares con una actitud parecida a la de los habitantes de los países que son azotados por huracanes. Sabíamos que el golpe militar era inevitable; solamente ignorábamos cuándo ocurriría y cuál sería su intensidad.
La brutalidad del golpe de Estado de 1970 en Chile sorprendió a todo el planeta. Esa brutalidad no se restringió sólo al período de la toma del poder, sino que fue una constante durante los 17 años que duró la dictadura.
Los chilenos esperábamos el golpe de Estado de la derecha y los militares con una actitud parecida a la de los habitantes de los países que son azotados por huracanes
Cuatro generales concentraron en sus manos todo el poder del Estado. De ellos, sólo Augusto Pinochet había sido nombrado legítimamente por Allende. Desde el primer día, establecieron un régimen autoritario y terrorista que eliminó, de facto, todos los derechos y garantías jurídicas de los chilenos.
Los promotores y ejecutores del golpe de Estado de 1973 justificaron su acción con afirmaciones sobre el pretendido carácter antidemocrático y anticonstitucional del Gobierno de Allende. Sin embargo, los primeros actos constitucionales de los golpistas fueron cerrar el Congreso Nacional y someter los tribunales de justicia a su autoridad. De 5.400 recursos de amparo presentados entre 1973 y 1983, sólo diez fueron acogidos por los tribunales, encubriendo así el terrorismo de Estado implantado por los golpistas.
La concentración del poder en una junta de cuatro generales hizo posible la instauración del llamado neoliberalismo en la economía. Desgraciadamente, no es sólo una figura de estilo decir que en Chile el neoliberalismo fue impuesto a sangre y fuego. Sobre esta base se produjo el sorprendente crecimiento económico posterior del país.
Los gobiernos civiles post-dictadura quedaron sometidos al rígido marco impuesto por la Constitución de 1980, aprobada durante el régimen militar. En ella se plasmaron, como normas constitucionales, los elementos principales del modelo neoliberal, en el cual las actividades económicas privadas son prioritarias frente a un Estado reducido al mínimo. Los derechos a la educación, a la salud y hasta el acceso al agua, entre muchos otros, están determinados según la capacidad de pagar de los ciudadanos.
Esta Constitución sido modificada en algunos aspectos, pero sigue siendo una constitución fundamentalmente neoliberal. Los esfuerzos por reemplazarla mediante una Convención Constitucional fracasaron al rechazar la ciudadanía el texto propuesto en el plebiscito de 2022.
A cincuenta años del golpe de Estado, la evolución política de Chile ha sido pasar de “los tres tercios” a un “empate cuasi patológico” entre dos sectores –izquierda y derecha– que se oponen prácticamente en todo.
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Nota de la Redacción: Este texto se publicó originalmente en El Independiente y se reproduce con permiso del autor.
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