Thursday, November 28, 2024
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Francys Romero: “La emigración del deportista cubano se convirtió en rutina”

LA HABANA, Cuba.- En algún texto de Borges leí que el mundo existe para llegar a un libro, afirmación que se me antoja menos verificable que efectista, pero indudablemente hermosa. Tras escuchar los audios que me manda vía WhatsApp el investigador Francys Romero, sospecho que él comparte mi visión a pie juntillas.

A lo largo de más de media hora de respuestas a mi cuestionario, Romero nunca dejó de referirse al libro que no solo lo convirtió en voz imprescindible para hablar del fenómeno migratorio en la pelota cubana, sino que además le abrió las puertas de los Estados Unidos de América.

Tal cual. El proyecto y la posterior publicación de El sueño y la realidad: Historias de la emigración del béisbol cubano (1960-2018), marcaron un antes y un mucho después en la vida de este santaclareño de 37 años que hoy es fuente primaria de todos los medios de prensa interesados en los tópicos “peloteros cubanos que se quedan” y “peloteros cubanos que se van”.

Rara vez alguien da la noticia primero que él, un tipo que previo a escribir para MLB corrió la suerte del recién llegado y debió trabajar en un laundry, empaquetar contenedores y repartir alfombras. Alguien que en el pasado sintió fanatismo por los equipos de Pinar, vivió parte de su niñez en Canarias y tuvo que aparcar (no sin dolor) su sueño de ser futbolista profesional.

Señoras y señores, con ustedes el “Desertólogo Mayor”.

Francys Romero. (Foto: Cortesía)

—¿A qué se debe tu interés por la emigración de los atletas cubanos, sobre todo de béisbol?

—Es algo que me asalta desde hace mucho tiempo, inclusive de manera involuntaria. Yo tenía mi pasión por el béisbol y por conocer más allá de lo que se sabía, y parece que después que me ligué al periodismo se multiplicó esa obsesión por investigar sobre lo que no se sabía o lo que no se quería que se supiera. Y uno de esos temas era el de la emigración de los peloteros. Había muchos huecos informativos, historias, mitos, mentiras… Entonces empecé a investigar como en 2014, aquello se fue prolongando y en 2020 salió a la luz este libro donde se reflejan más de cincuenta años de éxodo de jugadores. Ahora lo que queda es darle seguimiento al asunto y reportar diariamente todos los jugadores que se vayan.

—¿Qué crees que ha primado en el fondo de esa búsqueda incesante: el morbo, una especie de revanchismo o simplemente el afán periodístico?

—A mi entender, el interés periodístico por rellenar un espacio que estaba sin cubrir. Desde Cuba no se puede hacer un libro de emigración de beisbolistas porque no tienes los recursos ni vas a llegar a los protagonistas o a los agentes; no vas a llegar jamás al fenómeno sistémico de todo esto. Mi libro es una obra que hice mientras trabajaba en lugares que no eran los mejores y cuando salía de ellos tenía que sentarme en la computadora a ver en qué parte de la investigación estaba. La verdad, implicó un sacrificio detrás de otro. Cosas como salir un domingo, llenar el tanque de la gasolina e irme a West Palm Beach a casa de alguien que podía darme información, después de pasar la semana reventándome en el trabajo.

—¿Será que esa faceta tan particular del periodismo da suficiente “trigo” como para vivir de ella?

—Para nada. Yo empecé a trabajar en MLB desde 2017, y a partir de 2020 lo he podido hacer más consistentemente: esa es la base de mi sustento acá. Lo demás puede considerarse part-time o quizás una pasión personal, pero te digo que reportar la emigración de peloteros no alcanza para pagar los gastos de agua y luz.

—¿Cómo te agenciaste las fuentes que alimentan tus primicias?

—Eso ha sido una derivación del propio libro. Cuando yo investigué toqué muchas puertas de todas las ramas del negocio (jugadores, agentes, asistentes de GM, inversionistas…), y de tanto contacto con esas fuentes se generaron vínculos de confianza. La primera noticia de importancia que di fue el acuerdo entre Cuba y la MLB en diciembre de 2018, y eso fue gracias a la constancia de estar abordando el tema todo el tiempo para mi investigación. Uno va creando relaciones por un lado y otro y ahí es donde se va enterando y consigue adelantarse a cosas que aún no son oficiales. Básicamente todo lo que he logrado hasta hoy se lo debo al libro, pues gracias a eso hasta pude aplicar a la visa para los Estados Unidos. Recuerdo que cuando llegué a la Embajada en marzo de 2016, le dije a la muchacha que me atendió que yo tenía que viajar porque necesitaba hacer relaciones para poder publicar este libro que iba a ser prohibido en Cuba.

—¿Qué tiempo te tomó terminar el libro y cuántos peloteros incluiste finalmente?

—Fueron casi cinco años transcurridos desde agosto de 2014 hasta abril de 2019. Después el escritor Carlos Manuel Álvarez me vinculó con la Editorial Rialta, y una vez que ya estaba cerrado el texto seguían apareciendo entrevistas, números y nombres que ya no podía agregar, porque el material abarca de 1960 a 2018. A medida que fui avanzando en el trabajo, entendí que era idóneo hacer un libro estructurado por etapas y con entrevistas a los protagonistas de cada una. Encontré 1.236 jugadores salidos de Cuba entre 1960 y 2018, cifra que incluyó a figuras que salieron en plena infancia y después llegaron a Grandes Ligas como Yasmani Grandal y Néstor Cortés, hasta peloteros que se fueron de Cuba tardíamente y alcanzaron a jugar en alguna liga independiente, como Oscar Macías. El único criterio excluyente que me tracé era que no se tratara de jugadores retirados que emigraban, porque el libro hubiera sido inacabable en virtud de que Cuba entera está saliendo del país. Si solo con los que incluí, fueron unas 700 páginas…

—¿Cuántos peloteros se han sumado a esa lista desde el cierre editorial?

—Yo estimo que desde ese 2019 hasta este minuto han partido más de 500 jugadores. Se ha desatado una ola y en los últimos diez años ha salido más de la mitad del total de la emigración del béisbol cubano a partir de 1960.

—¿Existen planes para una segunda edición del texto?

—Es complicado. Todavía no sé si la haría en español, porque el libro no me ha generado ganancias económicas. Me ha dado reconocimiento, pero desde el punto de vista financiero no me ha dejado mucho porque no se puede vender en Cuba, que sería el mercado directo del producto. Mucha gente me ha escrito preguntando cómo pueden comprarlo desde allá y no tienen quién se lo mande. La imposibilidad de comercializarlo en Cuba mató el libro, de alguna manera. Entonces, una segunda edición en español repetiría la escasez de ventas. Entre eso y el tiempo que me toma mi trabajo, no tengo idea de para cuándo podría tener lista una segunda edición.

—¿Y no se te ha ocurrido realizar un trabajo similar con atletas emigrados de otros deportes?

—Lo pensé hace uno o dos años, pero me di cuenta de que es un proyecto tan grande que no creo que el libro sea el formato ideal para encararlo. Quizás lo más indicado sería una página web.

—Es fácil advertir que la media de edad de los peloteros que salen de Cuba va en descenso…

—Mi impresión es que esto ha tocado un fondo que cada vez rompe otro fondo; es decir, desniveles y desniveles de subsuelo. En los últimos meses he reportado varias salidas de jugadores de 11 años, lo cual es inaudito y preocupante. Son muchachos que tienen la obligación de estudiar y cuyos padres los sacan porque están desesperados y ven en ellos el futuro familiar. De ese modo intentan adelantarse al tiempo, pero pasan por alto que tendrán que esperar cinco años para poder firmar a los 16 y nadie es capaz de predecir lo que puede pasar en ese lapso. Los mismos sistemas de firmas de MLB pueden cambiar a lo largo de ese período. Esas cosas te hacen percatarte de que el fenómeno ha llegado al punto más bajo que podía llegar. Es un detalle al que le concedo mucha importancia en el capítulo final del libro porque te permite hacer comparaciones muy elocuentes. Por ejemplo, la media de edad de salida de 2014 era de 24.5 si no me equivoco, y esa cifra disminuyó hasta alcanzar los 17.3 en 2018. A estas alturas estoy convencido de que ya el promedio bajó fácilmente de 17 años, pues el propio mercado está determinando que los jugadores con más oportunidades para firmar profesionalmente sean los jugadores en edades tempranas.

peloteros cubanos
Francys Romero / Jóvenes peloteros emigrados. (Ilustración: CubaNet)

—¿Cómo se ha comportado el fenómeno por territorios de la Isla?

—Ese desglose por provincias no lo he hecho, pero siento que está bastante balanceado excluyendo lógicamente a La Habana: en el sistema de Grandes Ligas ahora mismo hay unos 180 jugadores cubanos y de ellos la capital aporta 50 o 60, lo cual viene a ser más del treinta por ciento del global.

—De esos peloteros que se marchan de Cuba, ¿qué porcentaje logra vincularse con la MLB?

—Alrededor de un 25 por ciento de los jugadores cubanos que han salido del país en las dos últimas décadas han alcanzado el sistema de MLB y, por supuesto, un número menor ha arribado a Grandes Ligas. Poniéndolo en perspectiva, desde el año pasado a este salieron alrededor de 150 a 200 jugadores: pues bien, en este período de firmas internacionales que va desde el 15 de enero de 2023 al 15 de diciembre del 2023, ya han firmado treinta jugadores. Estamos hablando de aproximadamente un 20 por ciento. Hay que explicar que el mercado internacional y el acceso al sistema de MLB se han complicado sobremanera. Por ejemplo, ahora necesitan verte varias veces cuando antes con una vez que impresionabas ya te hacían una oferta. Ahora quieren ver que eres consistente, indagan sobre tu familia, tu pasado, tu registro cultural, tu educación… Son los intangibles que se mencionan actualmente en el mundo del scouting. Todo esto ha hecho que cuando un jugador logra firmar pueda considerarse una proeza. Ahí entiendes la gravedad del asunto: junto a la posibilidad de llegar a Grandes Ligas y abrirte camino en la vida, está la de quedarte en un limbo y tener que regresar a Cuba, lo cual ha sucedido en unos dos centenares de casos.

—En general, ¿a cuánto asciende la cifra de atletas cubanos que partieron de Cuba en lo que va de año?

—A falta de dos meses para el cierre de 2023, el número de peloteros anda por cien y el de atletas de cualquier disciplina, por unos 200-250. Esto incluye peticiones de bajas, salidas y abandonos de contratos. El fenómeno migratorio del deporte cubano se convirtió en rutina; por esa razón hay personas que me dicen que deje de seguir el tema, argumentando que ya eso dejó de ser noticia. Antes todas las salidas tenían impacto, pero ahora su carácter cotidiano las hizo perder notoriedad.

Francys Romero y el pelotero estadounidense Byron Buxton. (Foto: Cortesía)

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