LA HABANA, Cuba.- En los años noventa, los cigarros llegaron a representar una especie de “moneda” que podía canjearse por jabones o alimentos. El precio de una cajetilla en el mercado informal representó casi la mitad del salario de cualquier trabajador, aun cuando se trataba de las mismas que vendían por la libreta de abastecimiento.
Una nueva crisis con este demandado producto vuelve a poner en jaque a los fumadores en Cuba, pues ahora deben pagarlo a tres veces su valor oficial.
En los portales que colindan con el Boulevard de Santa Clara, Gustavo, un jubilado de la construcción, revende cajas de Populares a 110 pesos, máquinas de afeitar y otras menudencias.
“Cuando el período especial, a mucha gente decente le dio por recoger cabos en las calles para armarlos de nuevo y fumárselos. Está por repetirse la misma historia, ya verás”, predice el anciano y asegura que llama la atención cómo “ya nadie regala ni uno de esos malos que vienen por la bodega”.
Las propias estadísticas sugieren que cerca del 24% de la población cubana mayor de 15 años tiene el hábito de fumar.
Gran parte de los fumadores prefieren los cigarrillos negros con filtro producidos por Brascuba S.A, la empresa mixta que opera en el país desde el año 1996 y que salió al mercado bajo el lema comercial “Soy cubano, soy Popular”.
Precisamente, en este último mes, el precio de estos cigarros se ha disparado en el mercado informal hasta superar los 300 pesos por caja en las marcas H. Upmann, Selecto y Populares rojos y verdes, todos ellos producidos por la fábrica de Brascuba, situada en la Zona Especial de Desarrollo del Mariel.
En la capital, en sitios turísticos como Varadero o en los bares particulares han llegado a costar mucho más, sobre todo los de tabaco rubio mentolado Dunhill o Rothmans, que se comercializan a más de 500 CUP cada cajetilla.
El fenómeno de la escasez y posterior alza de precios de los cigarros no es nuevo. Desde el año 2019 comenzaron a desaparecer de la red de mercados en pesos cubanos, una situación que empeoró tras el cese del CUC y la apertura de las tiendas en Moneda Libremente Convertible, donde se hallaban a la venta esporádicamente.
Los medios oficialistas justificaron aquella primera con el déficit de las fábricas productoras “por roturas imprevistas, problemas logísticos y de transportación, falta de materiales, y la paralización de algunas líneas o retrasos en las entregas a causa de la pandemia”.
También dijeron que Tabacuba, la empresa proveedora, no contaba con papel de envoltura, marquillas y piezas para las fábricas de la “línea económica”.
En aquel momento, para intentar frenar el acaparamiento y la reventa, los gobiernos locales decidieron comercializar los cigarros “de forma controlada” a través de la libreta de abastecimiento, o sea, mediante un ticket entregado en las bodegas con el cual cada núcleo accedía a la compra de solo una rueda (diez cajetillas) de los producidos por Brascuba, cuando existía disponibilidad en cada provincia.
“Ni me acuerdo cuándo fue la última vez que me dieron un ticket de esos, creo que fue hace siete meses. Esa distribución no tiene lógica, porque le venden cigarros a gente que no fuma y que por lógica lo va a revender más pa’lante”, razona Reinaldo Méndez, un cochero santaclareño que calcula ha de invertir al mes el salario íntegro de cualquier trabajador estatal solo para “mantener el vicio”. “Con esos cigarros tiene que haber un negocio escondido por ahí, porque da la casualidad que en algunos puntos siempre hay y del tipo que quieras”.
Si hace un año los cubanos se quejaban del costo excesivo de los cigarros, la nueva Resolución 63 del Ministerio de Finanzas y Precios le puso “la tapa al pomo” en abril cuando estableció nuevos precios minoristas porque, según dijeron, “no se trata de consumos básicos para la población”.
Como era de esperarse, este incremento condujo a los niveles especulativos que actualmente adquirieron en el mercado informal. Tras la subida de los precios, los que se venden mediante el referido ticket o como parte de módulos cuestan entre 1.200 y 1.400 por rueda en los propios establecimientos estatales de TRD y Cimex.
Tras la medida, muchos lectores mostraron su inconformidad en los comentarios de medios oficiales que intentaron suavizar el bandazo, alegando que a partir de entonces estarían disponibles de manera progresiva en la red de comercio interior de todo el país.
Un usuario identificado como Ernesto reclamó al pie de una nota en Tribuna de La Habana que se había comunicado con el número de atención a la población y que le habían contestado de forma grosera que “las tiendas Cimex y Caribe ponen el precio que les da la gana” y que dirigiera su queja a esta cadena porque ese “no era un problema del MINCIN”.
Supuestamente, cada mes los cubanos mayores de 18 años tienen derecho a la compra de cuatro cajetillas de cigarros en las bodegas, pero casi nunca la distribución se corresponde con la frecuencia dispuesta. “A ningún fumador le alcanzan esas cuatro cajitas. Nadie se fuma solo dos cigarros por día”, razona Gustavo, el vendedor de Populares.
Para muchas personas como este jubilado, la reventa de los cigarros de bodega y los que adquieren mediante el cupón, representa también una vía de escape para adquirir otros productos de primera necesidad.
Por una rueda de H.Upmann, por ejemplo, se obtendría una ganancia de más de mil pesos: “Una vez fumé, pero ya no me puedo dar ese lujo. La comida está primero”.