Tuesday, November 26, 2024
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Entre la censura y la diáspora: El cine fue el arte más importante en Cuba en 2023

MADRID, España.- Cuando se revisa el panorama del cine cubano en el año que acaba, quedan a la vista todas las paradojas. En febrero, Llamadas desde Moscú (Luis Alejandro Yero, 2023) tuvo su estreno mundial en el 73 Festival Internacional de Cine de Berlín y, casi al unísono, fue incluida en la vigésima edición del MoMA’s Festival of International Nonfiction Film and Media, del Museo de Arte Moderno de Nueva York.

En diciembre del propio año, el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana decidió a última hora no incluirla en su programa. Esto, a una semana de que un puñado de funcionarios del régimen cubano lanzara una campaña de desprestigio contra el IV Festival de Cine INSTAR, organizado por el Instituto Internacional de Artivismo Hannah Arendt en siete importantes ciudades de América y Europa. Coincidentemente (solo coincidentemente), Llamadas desde Moscú estaba en el programa de esa muestra.

En marzo, en el Miami Film Festival, Plantadas (Lilo Vilaplana y Camilo Vilaplana, 2023) y Febrero (Hansel Porras, 2023) compartieron el reconocimiento a Mejor Largometraje de Ficción Hecho en Miami. El primero, dedicado al examen del presidio político de mujeres en Cuba bajo el castrismo, se alzó además con el Premio del Público. En el mismo certamen, El caso Padilla (Pavel Giroud, 2022) mereció el Premio del Público al Mejor Documental.

El largometraje de Giroud, construido a partir del metraje rodado por orden de la Seguridad del Estado durante el célebre mea culpa público del escritor cubano Heberto Padilla en 1971, guardado bajo siete candados durante más de 40 años, ganó luego el Premio Platino al Mejor Documental Iberoamericano, reconocimiento más importante del año para filme cubano alguno.

De esas tres, solo Febrero pudo verse en La Habana en diciembre. El resto, al igual que con la película de Yero, no cuenta ni contará con el visto bueno de las autoridades. Las razones son en todos los casos de índole política. Pero sus copias circulan y se ven en la Isla, a pesar de los censores. Es más: también los censores las ven.

En marzo, la cubana Ana de Armas fue nominada a los Premios Oscar en la categoría de Mejor Actriz Protagonista por Blonde (Andrew Dominik, 2022). La joven intérprete, que comenzó su carrera en Cuba, la prosiguió en España y hoy triunfa en Hollywood, se convirtió así en la primera actriz nacida en la Isla en obtener tal reconocimiento. En contraste con los vetos anteriormente citados, ahora las autoridades culturales cubanas celebraron a De Armas y programaron la exhibición del filme por ella protagonizado en los céntricos cines habaneros Yara y Charles Chaplin.

A tales acontecimientos se sumaron el premio el Mejor Documental en el Festival de Málaga, en España, para el largo documental El matadero (Fernando Fraguela, 2023); la exhibición en Miami de Havana Stories (Eliécer Jiménez Almeida, 2023); el premio PRODU como Mejor Actor Principal para Luis Alberto García, por su interpretación del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo en la serie televisiva El grito de las mariposas (Star+ y Disney+); el premio al Mejor Drama en el Cannes World Film Festival para La espera (Daniel Ross, 2022); la premier mundial de La mujer salvaje (Alan González, 2023) en el Toronto International Film Festival, y sus tres premios en Cine Ceará, Brasil, así como el estreno comercial de El caso Padilla y Vicenta B (Carlos Lechuga, 2022). A la altura de noviembre, esta última tuvo dos presentaciones, a lleno completo, en el espacio “Cine bajo las estrellas”, que organiza en su cancha de tenis en La Habana la Embajada de Noruega en Cuba.

Pero en Cuba, en todo un año, apenas se estrenaron en salas de cine, fuera de festivales o muestras, El mundo de Nelsito (Fernando Pérez, 2022); AM/PM (Alejandro Gil, 2022), y La gente del documental (Inti Herrera, 2022). En un cine o dos y durante breves días.

Si bien hasta aquí pareciera que el cine cubano existe casi exclusivamente en la diáspora cada vez mayor de cubanos por el mundo, la realidad es otra. En un país con películas, pero sin libertad para hacer y exhibir libremente su cine, el momento más importante del año tuvo lugar el 15 de junio de 2023 en La Habana, cuando un grupo de realizadores se reunió para dar lugar a lo que hoy es la Asamblea de Cineastas Cubanos.

Ese colectivo nació del repudio al enésimo acto de censura y represión contra las películas y los cineastas cubanos. Protestaban por la exhibición y manipulación en la televisión oficial de una copia de trabajo de La Habana de Fito (Juan Pin Vilar, 2023), un documental acerca de la estrecha y duradera relación entre el rockero argentino Fito Páez y la Isla. Pero las autoridades no aprobaron dos comentarios del músico en el documental y decidieron culpar de ello, frente a todo el país, a su realizador. Vilar, por cierto, había prohibido la exhibición de su película en el espacio televisivo.

La Habana de Fito fue uno de los proyectos apoyados financieramente por el estatal Fondo de Fomento del Cine Cubano, creado en 2019 después de años de demandas de los cineastas a favor de la legalización de la producción independiente, y cuya exigencia central era la promulgación de una Ley de Cine. La victoria parcial y la pandemia habían acallado los reclamos, pese a que en el ínterin la sociedad civil cubana llegó muy lejos en su confrontación con el régimen.

La articulación de la Asamblea de Cineastas Cubanos fue la recuperación de muchas de las demandas pendientes y, al propio tiempo, la reunión de voces de prestigio del gremio de mayor activismo de la cultura institucional cubana para llegar más lejos: ahora las exigencias incluyen el respeto a la libertad de expresión y creación, así como el fin de la censura. Los cineastas se organizaron en torno al lema “Nuestro cine será libre o no será”, y reunieron cientos de firmas en una carta abierta que denunció la censura como mecanismo institucional de control del pensamiento, a la que se sumaron incluso importantes figuras del oficialismo.

Exigir libertad en Cuba es pecado mayúsculo, pero peor es organizarse. Esto, teniendo en cuenta que las autoridades consideran desde tiempos de Fidel Castro que a ellos y solo a ellos corresponde administrar los límites de ese derecho. Pero la rebelión generalizada ante esa autoridad es cada vez más frecuente: mientras el conflicto con la Asamblea de Cineastas Cubanos tomaba forma, el Ministerio de Cultura decidió designar como nuevo director de la Escuela Internacional de Cine y Televisión (EICTV) de San Antonio de los Baños al documentalista devenido funcionario de la televisión cubana, Waldo Ramírez. Cientos de miembros de la comunidad del centro docente repudiaron que el aparato institucional ignorara la autoridad del Comité de Cineastas y la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, por ley los encargados de la designación de ese cargo. Esa oposición frustró el cambio de mando.

A casi seis meses de creada, la Asamblea de Cineastas Cubanos ha atravesado varios de los círculos de la represión: intentos por diluir sus demandas con concesiones parciales, sin aceptar discutir el meollo del problema (la libertad de expresión); amenazas en Aduana a algunos de sus miembros que viajan al extranjero; cortes de internet durante su última reunión pública; intentos de impedirles depositar una ofrenda floral en la tumba de Nicolás Guillén Landrián en la Necrópolis de Colón, de La Habana. Pese a todo, el colectivo se mantiene firme. A la demanda judicial en curso por la violación de derechos de autor en el caso de La Habana de Fito, se sumó en diciembre el propio músico, que hizo público su apoyo al colectivo en conciertos multitudinarios en Argentina.

En octubre, el Ministerio de Cultura cambió de táctica y designó a uno de sus comisarios, Alexis Triana, al frente del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC). Con un discurso grandilocuente y mal disimulada falsa humildad, el funcionario se hizo cargo de la entidad. En vez de reunirse con la Asamblea de Cineastas Cubanos para escucharlos, convocó reuniones con algunos realizadores, la mayoría ajenos al colectivo, y urdió su injerencia en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana.

Mas, durante el propio Festival, al menos dos realizadores cubanos usaron la tribuna que les ofrecía presentar sus películas para denunciar la censura. Ernesto Daranas, en la premier en La Habana de Landrián (2023), que había tenido su estreno mundial en el Festival de Cine de Venecia, denunció: “Todavía hoy la censura y la exclusión son ejercidas sobre obras de cineastas, sobre el derecho de nuestro pueblo a acceder libremente a sus películas y sobre las propias instituciones del cine cubano, que incluye a este querido festival”.

Y advirtió: “Aunque a veces parezca lo contrario, la historia no puede ser tergiversada y restricta a conveniencia. La memoria de la justicia existe. El cineasta que estará con nosotros ahora es la prueba. Nicolás Guillén Landrián encarna la razón de ser de la Asamblea de Cineastas Cubanos. Nadie como él para exponernos el momento que nos mueve a exigir y a que se abra el debate pendiente sobre la exclusión y la censura, esos graves estigmas de la cultura y la sociedad cubana en general”.

“El verdadero problema no ha estado nunca en nuestras películas, sino en la realidad a la que se deben. (…) Definitivamente no puede existir para el cine un país diferente al que tenemos como pueblo. Por eso persiste la censura, por eso el derecho al disenso es coartado y criminalizado”, enfatizó.

Días después, el grupo de representantes de la Asamblea de Cineastas Cubanos, integrado entre otros por el propio Daranas, Fernando Pérez, Luis Alberto García y Enrique Álvarez, insistió en que durante el Festival de Cine “volvieron a ocurrir actos de censura. A la vez, altos funcionarios de la cultura no han vacilado en usar los medios a su alcance para descalificarnos. Ese no es nuestro lenguaje. Los discursos de odio y radicalización solo son posibles desde la impunidad. Su objetivo es eludir el debate sobre los más graves problemas del cine cubano, perpetuando una política cultural errática basada en el clientelismo, la exclusión, la censura y la violencia institucional”.

En una declaración publicada en redes sociales el colectivo puso en evidencia la doble moral del discurso institucional: “¿Cómo reformar realmente nuestro cine de espaldas al criterio mayoritario de todo un gremio? ¿Cómo aceptar que los propios responsables de la crisis que ahora enfrentamos figuren como los salvadores del cine cubano? ¿Dónde estaban antes del 15 de junio? ¿Cómo entender una política que promueve la lucha contra ‘el pensamiento hegemónico y el colonialismo cultural’, abanderada del derecho del cine de Latinoamérica a hablar sobre su dura realidad, sin reconocer lo mismo para el cine cubano? ¿Por qué debemos aplaudir el cine que denuncia los problemas de otras sociedades y miramos con sospecha el que hace lo mismo en nuestra nación?”.

Advirtieron también que, mientras el Fondo de Fomento para el Cine Cubano languidece por la escasez de fondos, los recursos ahora “aparecen para proyectos elegidos ‘a dedo’”; asimismo, que el gobernante Miguel Díaz-Canel no ha respondido a sus propuestas de reforma del cine en Cuba, pese a expirar el tiempo establecido por la ley para ello.

¿Qué sucederá en 2024 con el cine cubano? Por el momento, El regresado, segundo largo de Armando Capó, casi finaliza su posproducción, mientras se rueda Estrés, de Marilyn Solaya. Otros proyectos, financiados de manera independiente, avanzan en su preproducción.

En tanto, el presidente del ICAIC visita República Dominicana, un país que produce más de 20 películas al año y sirve como locación para rodajes de grandes proyectos de Hollywood, Netflix y Europa. Una producción independiente cubana como Loading, de Yimit Ramírez, usó Santo Domingo como escenario para hacer una sátira del régimen cubano que no podría haberse rodado en La Habana. Los títulos dominicanos suelen estar cada mes del año en sus salas de exhibición.

Triana reseñó en su perfil de Twitter su reunión con la Dirección General de Cine dominicana y celebró que el país atrajera producciones de España, China y EEUU, que habrían dejado 200 millones de dólares al sector. Todo ello, reconoció, posible “al amparo de la Ley de Cine con incentivo fiscal de hasta 25%”.

¿No es esa una de las demandas de los cineastas de su propio país? ¿Va el ICAIC a apoyar esos y el resto de sus reclamos?

Triana parece entender cómo una nación caribeña que antes miraba con deseo el desarrollo del cine cubano, hoy es un referente para América Latina. Pero, ¿comprende por qué Cuba dejó de ser el ejemplo a seguir? Y más importante, ¿adivina quiénes son los responsables?

ARTÍCULO DE OPINIÓN Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las emite y no necesariamente representan la opinión de CubaNet.

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