Saturday, November 9, 2024
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En Cuba “solo podemos bailar una vez al año”, dice Carlos Acosta

La Habana/El bailarín cubano Carlos Acosta llegó esta semana a Cataluña, España, para el Festival de Peralada con una propuesta distinta: de las tres piezas de su programa, la última habla de la situación social de la Isla. A pesar de que se ha mantenido siempre al margen de las críticas abiertas al régimen, el director de Acosta Danza también se ha visto perjudicado por las carencias: en Cuba “solo podemos bailar una vez al año”, lamenta.

Acosta, enfocado ahora en su cuarta visita al evento español, responde las preguntas de una entrevista a La Vanguardia con cuidado. “Sí, la situación social repercute en lo artístico”, pero en el caso particular del arte –no admite hablar de otro tema–, la desaparición de Alicia Alonso es la causa a la que el coreógrafo adjudica todos los males.

“Desde que falleció Alicia Alonso todo ha cambiado. Hay un éxodo tremendo de artistas y de patrimonio cubano. No hay teatros. Los músicos de la orquesta, esencial en el ballet, se han ido. Alicia era la primera dama de Cuba, había mucho interés en preservar su legado, pero obviamente cuando el líder no está, todo sufre”, dice Acosta, que se cuenta a sí mismo, y a su escuela de ballet y danza contemporánea en la capital, entre los perjudicados.

“El festival de danza que se hacía es ahora una sombra, se celebra en solo tres teatros, uno de los cuales no es para danza”

“El teatro Alicia Alonso lleva ya más de cinco años cerrado. La Habana, que era una ciudad de teatros, ya solo tiene dos, y en el que tiene 600 capacidades no puedes montar un ballet grande con escenografía. No cabe, por lo que únicamente queda el Teatro Nacional. Así que todo el mundo se disputa los espacios y nosotros, por ejemplo, solo podemos bailar una vez al año. El festival de danza que se hacía es ahora una sombra, se celebra en solo tres teatros, uno de los cuales no es para danza”, se queja.

Interesada en si el artista piensa tomar parte en un posible rescate del arte cubano, la entrevistadora lanza una pregunta sagaz: ¿Asumiría Carlos Acosta la dirección del Ballet Nacional de Cuba si se lo propusieran? La respuesta es negativa.

“Ya tengo 51 años, quiero concentrarme en Acosta Danza, que es lo que voy a dejar atrás. Y quiero lograr las alianzas para que, cuando yo me vaya, todavía siga ahí, con una estructura y una entidad que la gobierne. Eso ya requiere mucho trabajo”, explica.

El artista gestiona una escuela en la capital que inició hace una década, cuenta Acosta a la periodista, como una forma de pagar a Cuba la “excelente” educación artística que tuvo. El proyecto, que ahora ofrece tres cursos de ballet y danza contemporánea a solo diez alumnos por grado, empezó como un “estudio encima de un taller de televisores y al lado de una casa en ruinas”.

“Si lo que queremos es ser diferentes y tener un sello propio, la cultura cubana nos abre un nicho de autenticidad que viene determinado por el sincretismo de culturas”

Ahora sus graduados, apoyados en el pedigrí que ganó su maestro en el Birmingham Royal Ballet –del que sigue siendo director–, pasan directamente a formar parte de Acosta Danza o, “si no pasan, nos encargamos de abrirles camino hacia otras compañías”. Así se formaron los 18 bailarines que integran el conjunto. “No estamos solo encargados de cultivarlos como artistas sino también como seres humanos. Muchos vienen incluso de un ámbito muy pobre, en ocasiones no habían pisado antes la capital. Y les educamos durante tres años, les damos las zapatillas”, relata Acosta.

Lo que trae para enseñar a España es, a decir del bailarín, “a grandes rasgos lo que de buen inicio era el planteamiento de Acosta Danza”, una propuesta que lleva al baile la cultura que crearon la mezcla entre indígenas, africanos y europeos. Folclor, con coreografías creadas por el sueco Pontus Lidberg, el español Rafael Bonachela y los cubanos Norge Cedeño y Thais Suárez, es esa idea materializada, dice Acosta.

“Si lo que queremos es ser diferentes y tener un sello propio, la cultura cubana nos abre un nicho de autenticidad que viene determinado por el sincretismo de culturas que, a lo largo de los siglos se han vertido y han constituido un folclor. Por eso mismo, Acosta Danza es distinta al Ballet Rambert, al Nederlands Dans Theatre o a cualquier propuesta coreográfica”, asegura el artista, cuyos espectáculos, pese a tener sus fuentes en Cuba, son más conocidos fuera de la Isla que dentro de ella. “Soy un soñador, un idealista”.

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