LA HABANA, Cuba.- El experimentado jefe del paradero de Príncipe, Guillermo Ferreiro, ordenó la salida del tranvía n°388 al motorista (nombre que daban al chofer) J. Amonedo con n° 3219, y al conductor M. Rey Serrucho, n°1172, quienes cubrirían el itinerario de la línea P-2 (Príncipe-Avenida del Puerto). Partieron a las 11:22 de la noche y regresaron al punto inicial a las 12:08 am del martes 29 de abril de 1952. Fue el último viaje de un tranvía en La Habana.
Un fotógrafo y un periodista de la revista Bohemia y otro del diario Alerta viajaron en aquel tranvía para documentar el suceso.
Fueron recogidos en aquel viaje 15 pasajeros en ida y vuelta. La recaudación total fue de 75 centavos, pues cada pasaje costaba solamente 5 centavos.
Los antecedentes de los tranvías fueron los llamados “tranvías de sangre”, en 1859. Estos consistían en un carro pequeño que corría sobre rieles, tirado por dos mulas enganchadas en barra, y un caballo delantero como guía. El cochero, desde un sitio elevado, dirigía a los animales y al vehículo.
En Cuba, el primer tranvía eléctrico circuló el 22 de marzo de 1901. Pertenecía a la corporación norteamericana “The Havana Electric Railway Company”.
En 1906 Frank Steinhart, quien fuera antes el primer cónsul norteamericano en Cuba, adquirió la corporación.
La electricidad para mover estos tranvías era garantizada por una planta eléctrica propia, situada en las calles Colón y Blanco. Además, había subestaciones para alimentar las redes.
Al construirse la planta de Tallapiedra, para dar servicio a La Habana se desactivó la planta de Colón y Blanco. Aún el edificio permanece, y cumple otras funciones.
Existieron 32 líneas de tranvías. Las rutas se identificaban con una letra y un número. De forma visible, se colocaban banderolas frontales con diferentes colores para su identificación.
Los toques de la campanilla eran la señal para avisar que venía el tranvía y la tarea a realizar.
El número de los equipos llegó a 704. Siempre había carros en reserva. Algunos salían del servicio por roturas y mantenimiento, pero en años finales, antes de desactivarlos, estaban prestando servicio todavía unos 400 coches.
Hubo 11 paraderos o terminales. Hoy quedan solamente tres de esos edificios en La Víbora, El Cerro y El Vedado con distinta utilización.
Durante la primera mitad del siglo XX, los tranvías fueron el medio de traslación más económico y usado por los habaneros.
La estructura de los tranvías se modificó con el tiempo. Los primeros vinieron hechos de los Estados Unidos. Eran más pesados, pues tenían muchas piezas de hierro. Más adelante en el paradero y taller central El Carmelo, en Línea y 18, El Vedado, se ensamblaron con chasis importados. Varios elementos fueron sustituidos con maderas nacionales de buena calidad. Para las adaptaciones se tuvo en cuenta nuestro clima. Se colocaron los asientos con rejillas de mimbre, y otros de madera. Tenían ocho o nueve ventanillas para garantizar la buena ventilación.
Su capacidad oscilaba entre 32 y 36 personas sentadas, de acuerdo al diseño. Pero se podía viajar de pie, según su capacidad, en ambas plataformas.
En su exterior, los tranvías estaban pintados de amarillo, revestidos en ciertas partes por láminas de aluminio o zinc, para su conservación. En el frente llevaban letreros de anuncios comerciales y avisos temporales, sobre actividades festivas o de otra índole.
Tenían una parrilla en la parte baja delantera, para evitar que cayeran debajo de las ruedas elementos tirados en la vía pública que entorpecieran su funcionamiento.
Los tranvías contaban con buena iluminación interior y un potente farol frontal para alumbrar de noche la vía.
Cuando un trolley se desenganchaba del cable, el conductor ponía la rondana en su lugar con una vara. Si había roturas en el trayecto, existían desviaderos para apartar el equipo, y permitir la circulación del resto de los tranvías.
Además de trasladar personas, los tranvías podían transportar las canastas del mercado, equipajes, y hasta la correspondencia pública. La tarifa era de 25 centavos por cada 25 kg.
Entre las 12:00 de la noche y las 4:00 de la mañana se permitía llevar mudadas y materiales, por lo cual se popularizó la frase: “No tengo problemas mi hermano, lo monto en la parte de atrás del tranvía, y andando”.
Sustituidos por los ómnibus Autobuses Modernos, todos los tranvías fueron destruidos y enterrados como relleno de la pavimentación de la avenida 31 en Miramar, y en los alrededores del paradero de El Vedado.
Personas de avanzada edad que montaron en los tranvías recuerdan que además de ser cómodos y frescos, daban la posibilidad, con su lento andar, de admirar el paisaje.
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