Friday, September 20, 2024
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El tatuaje en Cuba, un arte por partida doble

MATANZAS, Cuba.- Los tatuajes constituyen dibujos situados en diversas zonas del cuerpo humano. Según la Real Academia Española, tatuar significa “grabar en la piel humana, introduciendo materias colorantes bajo la epidermis, por las punzadas o picaduras previamente dispuestas”.

Su origen exacto resulta desconocido, pero se cree que este arte era practicado por numerosas culturas alrededor del mundo de forma diferente. Se apunta a los hombres euroasiáticos del periodo Neolítico como los primeros “tatuadores”.

Desde la Antigüedad se vincula esta práctica con la violencia. Los japoneses identificaban a los presos y esclavos con tatuajes, la mafia de dicho país, conocida como los Yakuza, tiene un gran porcentaje de su cuerpo cubierto con ellos. Los nazis marcaban a los judíos como símbolo de humillación.

No existe una regla sobre qué tatuaje realizarse, la plasmación de estos depende del gusto de la persona, no solamente su forma, sino también su tamaño, colores a utilizar y la zona a tatuar.

Muchos ven los tatuajes como un elemento sujeto a la industria cultural de las últimas décadas. La firma alemana Dalia Research realizó una investigación que arrojó estadísticas sobre los países con mayor número de personas tatuadas, lista que encabeza Italia con un 48% de su población, le sigue Suecia con un 47% y en el tercer lugar aparece Estados Unidos con 46%.

Aunque Cuba no figura entre las naciones mencionadas en el estudio, lo cierto es que se ha convertido en una Isla de tatuadores y tatuados que conviven esperando que se reconozca tanto su derecho a ejercer la profesión de forma legal, como la libertad a portar el arte corporal sin ser juzgado.

La clandestinidad ha acogido la mayor parte de los estudios y personas que ejercen el oficio. En medio del contexto socioeconómico actual, y sin una ley que ampare la práctica y la reconozca, las voces de sus protagonistas desentrañan el panorama del tatuaje en Cuba en estos últimos años.

Los rostros detrás del tatuaje

Todo arte tiene detrás a un profesional que la ejecuta y expande para que se conozca y admire, o al menos ese es el objetivo. Frank Dai Marrero lleva más de 10 años en la industria del tatuaje. Desde pequeño sintió la inclinación de expresarse a través del dibujo, pero por suerte o desgracia, sus índices académicos y las selecciones para escuelas profesionales no le permitieron optar por ellas.

Así llegó al mundo del arte corporal: “Pienso que de las artes (teniendo en cuenta los cuidados) es una de las más cercanas a la especie humana, a sus vivencias, motivos, tal es así que la mayoría de los tatuajes a realizarse encierran un mensaje, significado, un valor importante, no menos que el de un cuadro, un grabado o una escultura”, expresa el joven tatuador cubano que ahora reside en Tampa, Estados Unidos, pero años atrás tuvo su propio estudio en Cuba.

Por otro lado, Johana Cuello, cuyo usuario en Instagram responde a Johana the Sailor, lleva más de seis años en la industria del tatuaje y resulta una de las mujeres que se decidió por la carrera.

“Desde pequeña me llamaban la atención los tatuajes, creo que la mayoría de los niños hemos fantaseado en algún momento, ya que estos han venido en papelitos de chicles o caramelos de manera temporal. Siempre los vi como algo ‘exótico’. Nací en el año 95 y ya cuando tenía ‘uso de razón’, por allá cerca de los 2000, veía a las personas con tatuajes, menos común que hoy, pero me resultaban intrigantes y atractivos. Me hice mi primer tatuaje estando en el preuniversitario en 12 grado, y luego del primero llegaron más”.

“Nunca me visualicé en esta práctica porque no me creía capaz de lograrlo, hasta que un día en una exposición de tatuajes, donde participé como espectadora, me planteé realmente la posibilidad. Empecé a indagar más en el tema y, como es lógico, se necesita habilidad en el dibujo. Hay un lema dentro del ‘mundo del tatuaje’ que dice: ‘No tatúes lo que no puedes dibujar’, y comencé a practicar y descubrí que tenía una habilidad que desconocía. Así surge mi ‘talento’, por llamarlo de alguna manera, de forma empírica”, cuenta Johana sobre sus inicios.

Johana Cuello, cortesía de la artista

Juan Pablo Cabrera representa uno de los tatuadores del estudio San Bigotes, en Matanzas: “Yo trabajo hace unos cinco años de manera profesional. Estudié plástica en la Escuela de Arte de Matanzas y desde que descubrí el tatuaje fue como amor a primera vista. No solo porque se monetiza, sino por lo contenta que se va la gente con el trabajo, eso la verdad no tiene precio”.

The Bad Cat Tattoo es el estudio de Javier Monzón: “Tatúo hace seis años. Bueno, yo soy un tatuador con pocos tatuajes y es una de las cosas que más me preguntan los clientes, lo que te tiene que gustar es el oficio de tatuar sin importar la imagen que des, puedes tener muchos o pocos que eso no quiere decir que te guste más o no hacerlos”.

Sus palabras finales en el texto hacen referencia a una de las cuestiones que más señalan o buscan las personas en un tatuador: ¿están todos tatuados? Esto no es una camisa de fuerza ni mucho menos, pero sí influye en la decisión de algunos.

“Mi hermano mayor lleva más de 20 años haciendo tatuajes y lo estuve viendo desde que estaba en la primaria. No necesariamente, pero me imagino que, si te gustan tanto, empezaste por hacértelo y después descubriste que te gustaba hacerlo también. Pienso que el 90 o 95% de los tatuadores sí les guste y tengan tatuajes, aunque conozco quienes no tienen, una cosa no tiene que ver con la otra”, expresa Alex García, tatuador con una experiencia de cerca de seis años y que actualmente reside fuera de Cuba.

“Un tatuador debe tener amor y pasión por su trabajo, es un arte, aunque no todos los tatuadores son ‘artistas’, pero eso es otro punto. Independientemente de eso, es un arte, y hay que tener respeto hacia el mismo. Conozco a un tatuador por el cual siento un profundo aprecio y admiro, se lo ha pensado muchísimo para tatuarse, por cuestión de inseguridades a la hora de elegir estilos y diseños, pero tengo constancia de su gran pasión por los tatuajes”.

Javier Monzón, cortesía del artista
Javier Monzón, cortesía del artista

“Basándome en esto, que creo que es un caso aislado, pienso que pueden existir tatuadores sin tatuajes y es respetable, pero en la comunidad en general no es muy bien visto que un tatuador no tenga, y es que esto ‘aparentemente’ proyecta falta de compromiso, amor o pasión por la práctica, entonces en realidad no es muy aceptado”, destacó Johana al respecto de la presencia o no de tatuajes en quienes practican el arte de “picar”, como también se le conoce en Cuba.

“No necesariamente el tatuador debe tener tatuajes, pero sí gustarle. Cada tatuaje es una obra de arte y como toda obra debe hacerse con un enfoque artístico que no puede abandonarse nunca, independiente de la ganancia financiera. Debe gustarle tatuar, pero no pienso que sea necesario tenerlos, en mi caso los tengo, no muchos, solo un brazo (manga) y el pecho, parte de ellos hechos por mí, hasta donde pude, y luego terminados por otros”, comentó Frank Dai.

Jessica Rivero es una estudiante de Pedagogía en Literatura y Lengua en la Universidad de La Habana y dedica su tiempo a la escritura y el guionismo. A ella le gustan los tatuajes, el primero se lo hizo con 16 años: “Considero que los tatuajes son un arte de expresión corporal desde que era muy joven, quizás, como casi todos los primeros tatuajes, la elección del primer diseño no fue la mejor, pero no me he arrepentido de ninguno de los que tengo hechos. Tengo 11, contando los tres de la manga y su relleno”.

Ryan Bermúdez es otro rostro del tatuaje en Cuba que con 15 años decidió que le faltaba tinta a su cuerpo: “Fue un diseño que me gustó de una marca de ropa (Dropdead). Digamos que lo escogí por el desespero de tener mi primer tatuaje, ya que siempre me habían gustado. Tengo aproximadamente unos 40-45. En mi opinión es un gusto personal tenerlos o no, y el estilo de tatuaje que prefieras, pero también es verdad que muchos lo consideran una moda y por eso se lo hacen”.

Wendy Ros es graduada de la Universidad de Matanzas en Licenciatura en Gestión Sociocultural para el Desarrollo y se desempeña como manicurista desde hace unos años.

Su pierna al descubierto dice cuánto le gusta el arte corporal: “Tenía 19 cuando me hice mi primer tatuaje. Me lo hice porque siempre me gustaron desde pequeñita y a medida que fui creciendo los vi como una forma de expresión de mi personalidad.

“Tengo ente 30 y 35. Para muchas personas puede ser considerado una moda, para mí es cuestión de gusto. Creo que sobre todo las generaciones más jóvenes lo ven como algo ‘cool’ que todos deben hacerse y realmente no entienden lo que significa tener un tatuaje a largo plazo”, añadió.

Tatuaje hecho por Frank Dai
Frank Dai, cortesía
Frank Dai, cortesía

¿Arte de manual o empírico?

En países como México, con la Escuela Mexicana de Tatuadores, las capacitaciones de la Ink Different Tattoos de Estados Unidos y otras instituciones enseñan y certifican el arte de tatuar como una carrera dentro del sistema de enseñanza. Asimismo existen academias que ofertan cursos en estos y otros lugares del mundo.

Los tatuadores cubanos aprenden mediante el empirismo, ya que no existe ningún respaldo educacional y de formación que asuma la responsabilidad de explotar los talentos.

Cuando Frank Dai Marrero comenzó a tatuar con 20 años careció de un estudio o un local donde aprender e iniciar su trabajo. Así, se valió de su propia residencia y de la casa de amigos para ello hasta que, con ayuda de su papá y tío residentes en el exterior, pudo hacerse del equipamiento necesario.

“Decidí alquilar un local con un amigo, independizarme al poco tiempo y convertir mi pequeño estudio en mi lugar de trabajo y hasta de vivienda. Aprendí a tatuar…, siendo sincero, solo observé, investigué y practiqué en inicios con la piel de mis amigos que de manera gratuita se prestaban para ello y fui familiarizándome y desarrollando la habilidad”, expresó Frank Dai.

“Siempre me gustó y me llamó la atención el arte. Era lo que más cerca tenía, y me impactó tanto que preferí dedicarme a eso después de que terminé la universidad. Mi hermano me fue ayudando en este sentido, me fue enseñando poco a poco”, contó Alex García sobre su proceso empírico para llegar a tatuar.

Lo mismo hizo Johana Cuello en sus inicios: “Los primeros pasos los aprendí bajo la ‘supervisión’ de un tatuador muy conocido en La Habana por su larga trayectoria, fue de los precursores del tatuaje en Cuba. Estuve aprendiendo y tatuando en el estudio de Che Alejandro Pando. Aquí aprendí mis primeras técnicas y sobre todo aplicación del color”.

“Antes pirogrababa, se parece un poco, además siempre me ha gustado todo lo relacionado con pintar y dibujar, solo cambié de soporte. Era un poco más difícil por la calidad de los materiales, empecé tatuando frutas, naranjas, plátanos, etc., después comencé a hacer cosas pequeñas en la piel de algunos amigos, y todo fue fluyendo poco a poco”, explicó Javier Monzón, otro de los jóvenes tatuadores que no ha contado con un manual ni docencia para conocer y poner en práctica este arte.

Si la sociedad y los profesionales sanitarios y de salud asumen el riesgo que se corre al exponer la piel ante la perforación de las agujas, ya sea por una infección, contacto con algún vaso sanguíneo, entre otros factores, lo mínimo que se debería exigir sería una instrucción a quienes estén interesados en ejercer los procedimientos para tatuar.

“¿Una escuela? Pienso que sí, independientemente de las aptitudes de cada uno desde el punto de vista plástico, no sería mala idea. Al menos, para no pedir tanto, en nuestras instituciones de arte, tal vez tener como una especialidad en el currículum o una asignatura en el programa de estudios”, manifestó Frank Dai.

“Sí, considero que deberían existir talleres y cursos donde se explique, instruya a los que recién comienzan para que vean lo que deben comprar y cómo trabajar sin lastimar o causar problemas en la piel. Además, una buena higiene siempre es muy importante porque, aunque no se vea así, es un procedimiento quirúrgico pues estamos ocasionando una herida”, comentó Juan Pablo, pues sabe que resulta un proceso que puede tener consecuencias si no se hace de forma adecuada.

Diversidad de estilos

Dentro del espectro del tatuaje como arte existen numerosos estilos que, en ocasiones, los cubanos desconocen por desinformación o dificultad de acceso a ella, a pesar de que el internet proporciona ciertos beneficios en este plano. Las escuelas internacionales recogen entre los principales los tribales, old school o tradicional, minimalista, neo tradicional, realista, new school, y otros.

Opiniones al respecto de si crear un centro de formación o no existen muchas, aunque como afirma Javier, cuando uno sabe lo que quiere no es la ausencia de un lugar de capacitación lo que realmente frena: “En realidad, no creo, sí se pueden dar cursos cortos o seminarios, pero dedicar una escuela creo que no sería necesario.

“El principal problema aquí para aprender a tatuar está en los mismos que quieren aprender y no le prestan el suficiente interés que lleva, no depende de una escuela. Los tatuadores que conozco aquí en Matanzas son muy solidarios y les gusta ayudar. En mi caso he intentado enseñar a más de 10, solo que pierden el interés rápido, porque quieren ser tatuadores por moda y no porque realmente les guste”, agregó.

“Pienso que sería una gran ventaja al menos para enseñar los primeros pasos, y muy importante aprender métodos de higiene, no es sólo desarrollar la técnica como artista del tatuaje, hay que tener en cuenta una serie de factores y conocimiento sobre infección directa y cruzada a la hora de elaborar uno y pienso que es necesario saberlo”, declaró Johana.

Y añadió: “El tatuaje es una práctica que está en constante desarrollo, y siempre que haya interés por parte del artista va a existir la necesidad de estudiar y aprender al respecto”.

De los precios y dificultades…

Los materiales y productos para la realización de su trabajo los obtienen mediante terceros que los importan a Cuba o familiares y amigos residentes en el extranjero que les hacen el favor.

“Lo más difícil es buscar, por supuesto, los materiales de calidad para garantizar un buen trabajo. Cosa que para alguien que recién comienza supone una gran inversión sin una monetización o garantía de poder recuperarse, pues es muy difícil hacer buenos trabajos cuando recién se comienza en este mundo”, expuso el tatuador del estudio San Bigotes, Juan Pablo Cabrera.

La declaración anterior no dista mucho de la opinión del resto de los profesionales de la tinta. Javier Monzón (The Bad Cat Tattoo) reafirmó: “Lo más difícil de tatuar aquí es no tener un mercado estable con acceso a los productos e indumentaria para tatuar, porque lleva una serie de materiales y comodidades que normalmente los tatuadores en Cuba inventamos como podamos o lo omitimos”.

“En los momentos actuales radico hace dos años y medio en Tampa, Estados Unidos, y puedo responder con mayor claridad qué es lo más difícil de tatuar en Cuba. Y es precisamente la adquisición de los medios para efectuar el trabajo, no sólo la calidad del producto, sino igual o más importante, la seguridad con que se realiza el mismo, desde guantes, agujas, tinta, etc., la manera de hacerse de ello lo encarece y lo hace bien difícil”, puntualizó Frank Dai Marrero.

Pero la cuestión abarca mucho más que la complejidad para obtener los productos. Los precios que deben abonar para la compra constituyen el real punto de inflexión “porque los productos son caros, de hecho, aquí compramos los mismos productos, las mismas marcas que se usan en muchos países casi por el doble de precio, te puedo decir que el tatuaje aquí es bastante barato comparado con otros países”, refirió Javier.

El factor estético también ocasiona que los precios aumenten, unido al “problemita” de la inflación monetaria que rige el dólar y su valor en el mercado informal en Cuba.

Johana Cuello abordó ambas aristas: “El tatuaje no es una necesidad básica, es un lujo, y el cliente está pagando por ello, así como los salones de belleza, estética etc., además de que detrás de un tatuaje muchas veces hay un trabajo de diseño del artista; o sea, estás comprando arte”.

“Si vamos a hablar de la subida del precio de los tatuajes en los últimos dos años tenemos que tener en cuenta la situación por la que está atravesando el país y lo que conlleva la subida del dólar en el mercado informal. No sólo ha sido la subida del precio del tatuaje, y no se puede ver de manera aislada porque es una cadena de factores. Todos conocemos que, si sube el dólar, el precio de todos los servicios particulares van a subir a la par de este”, agregó.

La estudiante universitaria Jessica Rivero señaló: “El precio de los tatuajes en Cuba, en comparación con el exterior, es barato. Si bien es elevado debido a la situación económica del país, estos varían dependiendo del artista. En cuanto a calidad, Cuba cuenta con artistas extremadamente talentosos que en su mayoría son muy versátiles en cuanto a su estilo. Como consecuencia de la emigración, se han ido muchos que se encontraban entre los mejores de la Isla”.

Por su parte, Ryan Bermúdez, quien representa uno de esos jóvenes que disfrutan del arte corporal para sí mismo, alegó: “Pienso que los precios están bastante elevados, hay algunos tatuadores que sí tienen el talento, destreza y buenos materiales para justificar sus tarifas, pero muchos otros, que no son tan buenos, tienen precios elevados simplemente porque quieren”.

Juan Pablo, quien ejercita día a día el tatuaje como trabajo, apoya la idea de la mayoría de sus colegas cuando asegura: “Los tatuajes se han encarecido porque cada vez se consumen mucho más como tendencia de expresión de quienes somos. Son un lujo total y decisión personal de cada quien si los lleva o no por uno u otro precio. Todos debemos tener en cuenta que son para toda la vida y cuánto estamos dispuestos a pagar por ellos. Otro punto es que el 90% de los materiales se pagan en USD y si, además, uno busca buenas marcas y productos para trabajar se encarece aún más”.

Alex García, otro cubano emigrado, argumentó que “los materiales son muy costosos, ya que en Cuba no hay una tienda para eso”.

“Entonces todo viene del extranjero, se encarece demasiado. Eso es lo más difícil, el tema de los materiales, pasas mucho trabajo, dependes de muchos factores, de personas que te puedan ayudar para adquirirlos”, añadió.

Tatuaje hecho por Alex García

“Este servicio es un arte, y arte al fin, si es bien hecho incluye tiempo, dedicación, medios que hacen que los tatuadores le pongamos un precio, a eso súmale lo difícil que resulta encontrar los medios adecuados, una tinta segura, agujas, etc. y al encarecerse por escasear no queda de otra, todo tiene un precio”, acotó Frank Dai.

Algunas de las personas que gustan de tatuarse, como Wendy, y lo ven con una exteriorización de su personalidad, asumen que los precios son el resultado de los cambios monetarios en la sociedad y la remuneración por el trabajo de quienes dedican su arte a decorar el lienzo que resulta el cuerpo humano: “El tema calidad/precio creo que se ve condicionado por muchos factores; los productos son difíciles de conseguir y muy caros, las capacitaciones son pocas y casi todas internacionales, obviamente muy caras.

“Teniendo eso en cuenta, para mí los precios se corresponden, y a veces se quedan por debajo, estamos hablando de un trabajo artístico que te va a durar toda la vida, eso no es algo que deba costar poco dinero. Obviamente depende de quién te haga el tatuaje, no puede costar lo mismo un tatuaje hecho por un aprendiz que uno hecho por un profesional que lleve años en eso”, concluyó.

Evoluciona, la mente retrógrada atrasa

Yulien, un joven del Seminario del Espíritu Santo en Ucrania, preguntó al Papa Francisco en una ocasión sobre la preparación que debe tener un pastor ante los desafíos del mundo contemporáneo, que posee como característica la amplia difusión de los tatuajes.

En su respuesta, el Sumo Pontífice dijo: “No se asusten de los tatuajes. Los eritreos, desde hace años, se hacían la cruz aquí (en la frente). Sí, son exageraciones, hoy veo algunos”.

El Papa explicó que, cuando uno se encuentra con un joven que tiene un tatuaje, puede tomar este elemento para iniciar un diálogo: “Tú, joven, que estás tatuado así, ¿qué buscas? ¿En este tatuaje, a qué pertenencia te refieres? Y comenzar a dialogar con esto y de allí se llega a la cultura del joven”.

A pesar de estas declaraciones que llegan del representante de la iglesia católica y no obstante las flexibilidades de la sociedad actual, existen sobre los tatuajes muchos prejuicios y Cuba no está a salvo de ellos.

Si se tiene en cuenta que gran parte de las personas que habitan en la Isla son adultos, y que el país presenta un nivel alto de envejecimiento poblacional, no hay mucho que explicar.

“Desde que mi hermano empezó, prácticamente no había tatuadores en Cuba o eran muy pocos. Ha evolucionado con el tiempo. Hoy en día hay muchos trabajos que exigen no tener tatuajes o que no se vean, a pesar de ser una forma más del arte, cuando un cuadro a veces es más vulgar y, sin embargo, está en una galería. Sigue siendo algo normal, pero todavía en Cuba no ha llegado al nivel que está en el resto del mundo”, confesó Alex desde su perspectiva de tatuador.

“No debería ser cuestión de tiempo, sino de cultura. No se puede tapar el sol con un dedo, los prejuicios de las personas a veces no dejan que avancen. Las nuevas generaciones de padres que tenemos están tatuadas, eso es una buena señal de que se va normalizando la visión que se debe tener el tatuaje como lo que es en algunos casos: arte”, arguyó Javier.

Desde el punto de vista de Frank Dai también hay que continuar desterrando algunos tabúes que aferran a la sociedad a interpretaciones antiquísimas del tatuaje: “La visión ha variado, pero no es menos cierto que la sociedad cubana debe evolucionar aún más. Arte es arte, y un buen trabajo hecho con tintas adecuadas y medios extremos de cuidado y protección, debe ser visto con la misma percepción de cualquier otra manifestación artística”.

“En lo personal no creo que falte mucho porque cada vez lo llevan más personas. No solo jóvenes, también adultos que siempre les ha gustado, pero por problemas de tabú nunca se habían hecho uno. Pienso que cada vez se va a hacer más normal ver gente con al menos un detalle de algo importante tatuado. Y que cada vez más y más gente se va a sensibilizar con este arte tan hermoso”, narró Juan Pablo desde su experiencia.

Juan Pablo, cortesía edl artista

“La sociedad cubana está tan atrasada en todos los aspectos que creo que aún falta un tiempo para que sea aceptado como algo normal, que no define a la persona que los lleva, ni sus conocimientos, ni sus capacidades. Estar tatuado no te hace mala persona, ni es sinónimo de idiotez, ni de ignorancia, ni de irresponsabilidad, ni de carencia de valores, simplemente te hace diferente, te hace sentir seguro de quien eres y sobre todo de lo que quieres”, señaló Wendy Ros, quien como mujer ha recibido algunas miradas de asombro y cuestionamiento en la calle por llevar una parte visible de su cuerpo tatuada.

Y es precisamente ese otro tema dentro de un retrógrado pensamiento vinculado al machismo. Una mujer con tatuajes ocasiona mayor crítica y recelo ante la sociedad que un hombre, incluso, en el peor de los casos, se hallan ante un rechazo y palabras de discriminación por tal motivo.

La mujer más tatuada del mundo, Julia Gnuse (“Dama Ilustrada”), tiene su cuerpo cubierto en un 95% por tatuajes, para ocultar las marcas dejadas por una enfermedad denominada Porfiria. Aun así, nadie se salva del filtro de críticas ajeno.

Jessica Rivero, en cambio, opinó que no ha sentido el ojo juzgante de la sociedad por ser mujer, pero sí por su profesión de pedagoga: “Por mi carrera debo realizar prácticas en tercer año en un centro de educación media, en mi caso el IPVCE Vladimir Ilich Lenin. Las profesoras encargadas de la asesoría dijeron que debía ir cada día en mangas largas, pues el centro no iba a tolerar que tuviera tatuajes tan visibles”.

“Los estudiantes que generalmente envían son de buen comportamiento y rendimiento académico, además de tener capacidades pedagógicas favorables. Este problema no fue visible cuando comencé a impartir clases, tanto los profesores, directivos y estudiantes se mostraron indiferentes sobre mi apariencia física, y se enfocaron en la calidad de mis clases y el desenvolvimiento que tenía en el aula”, añadió.

Johana, desde su posición como mujer con una gran parte de su cuerpo tatuada —y, además, como tatuadora desde hace varios años—, manifestó cómo ha sido vista desde su ejercicio profesional y como persona común en las calles: “Nunca me he sentido juzgada por mi profesión, al contrario, no sé por qué razón a la mayoría de las personas les resulta interesante ver cada día más mujeres incursionando en este arte, supongo que porque antiguamente era una profesión en la que regía la figura masculina y esto ha cambiado. En mi ámbito social nunca he tenido una acción o palabra discriminatoria al respecto”.

Sin embargo, reconoció: “En cuanto a ser mal vista por llevar tantos tatuajes, sí he recibido algunos comentarios como: ‘por favor, ya no te tatúes más’ y cosas parecidas, pero han venido de personas que nacieron en décadas anteriores y tienen una percepción social diferente, tal vez una mirada juzgadora de alguna señora, nada muy relevante, algunos religiosos también. Nada es blanco ni negro, existen preferencias y van a existir siempre, queramos o no”.

En Cuba tatuar constituye un arte por partida doble, tanto por lo estético que dibuja el profesional que está detrás de las agujas, como por la magia que deben hacer para obtener sus productos, costearlos y pedir un precio por el trabajo sin que el cliente sienta que ofrece millones.

Sin embargo, como a casi todo, el cubano le encuentra solución y disfruta de esta forma de exteriorizar sus sentimientos, vivencias, gustos, a través de las manos de alguien que, a pesar de no estar amparado por una ley, institución educativa o artística, desarrolla una carrera de las más demandadas por la sociedad como cliente. Usted que lee ¿tiene algún tatuaje? ¿se haría uno?

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