AREQUIPA, Perú.- Julio Lobo nació en Venezuela y fue llevado a La Habana cuando apenas tenía un año. Con el tiempo, se convertiría en figura cimera de la burguesía cubana de la primera mitad del siglo XX y uno de los hombres más ricos de Cuba, superando incluso a los Falla Bonet en riqueza individual.
Lobo estudió en los Estados Unidos agronomía y, tras regresar a Cuba, en 1920 se apoderó de Galbán, Lobo y Compañía, el negocio familiar que se convirtió en la base de su imperio azucarero. Entre sus principales bienes destacaron 16 centrales azucareros, almacenes, una corredora de azúcar, una agencia de radiocomunicaciones, un banco, una naviera, una aerolínea, una compañía de seguros y una petrolera.
Era el principal vendedor de azúcar a nivel mundial. Su fortuna se estimaba en 85 millones de dólares en su época, lo que equivaldría a miles de millones en términos actuales, según señaló John Paul Rathbone en la biografía The Sugar King of Havana.
Julio Lobo, aunque evitaba la política, era un firme opositor de Batista. En 1957 donó 50.000 pesos a la Acción Libertadora, un grupo antibatistiano, parte de los cuales llegaron al Movimiento 26 de Julio. Creía que podría influir en la Revolución, pero Che Guevara intervino. Tras revisar sus cuentas, le informó que sus bienes serían intervenidos. Lobo rechazó la oferta de quedarse al frente de sus empresas a cambio de un salario estatal, y optó por abandonar Cuba con una pequeña maleta en 1960.
Entonces el empresario se estableció en Nueva York y continuó en el negocio azucarero, aunque nunca recuperó su antigua riqueza. A su muerte en 1983, su fortuna se estimaba en 200.000 dólares, a diferencia de los Falla Bonet, quienes sacaron de Cuba al menos 40 millones de dólares tras el triunfo de la Revolución castrista.
A pesar de ser un nacionalista ferviente, Lobo continuó invirtiendo y expandiendo sus colecciones de arte, confiado en su astucia, y no tomó precauciones suficientes para preservar su fortuna.
Lobo poseyó una extraordinaria biblioteca sobre temas azucareros y una destacada pinacoteca que incluía obras de grandes pintores como Da Vinci y Goya. Su obsesión por Napoleón lo llevó a coleccionar reliquias y documentos relacionados con el líder francés, que dejó en depósito al Museo Napoleónico de La Habana.
A pesar de su riqueza, llevaba un estilo de vida sencillo. Trabajaba hasta 16 horas diarias y disfrutaba de la jardinería como hobby. Tenía la peculiar afición de cortejar actrices de Hollywood, y llegó a tener relaciones con figuras como Joan Fontaine y proponer matrimonio a Bette Davis.
Julio Lobo pasó sus últimos años al cuidado de su primera esposa, de quien se había divorciado años atrás. Durante ese período, su salud se deterioró significativamente. Quedó paralizado y solo era capaz de mover los ojos. A su muerte, en cumplimiento de su deseo, fue enterrado con una guayabera y su ataúd fue cubierto con una bandera cubana.
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