Monday, November 25, 2024
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El retrete y el elevador: ¿cuándo y cómo llegaron a Cuba?

AREQUIPA, Perú. – La introducción del inodoro en Cuba presenta diferentes versiones entre los especialistas. Algunos afirman que los primeros, de fabricación inglesa y de hierro fundido, se instalaron en 1887 en el edificio del Centro Asturiano de La Habana.

Estos inodoros tenían forma de embudo, con una caja de madera forrada de zinc en la parte superior que se conectaba a la taza a través de un tubo. La descarga se realizaba mediante una cadenilla.

Cuando la directiva del Centro Asturiano invitó al capitán general a conocer este novedoso invento, su reacción fue de sorpresa, comentando que era magnífico pero se extrañaba el olor.

Otros expertos sostienen que en 1884, tres años antes de la instalación en el Centro Asturiano, ya se anunciaban en la Guía de La Habana la venta de inodoros en dos establecimientos. Eran de cerámica, última tecnología de la época, y conocidos como inodoros de arrastre.

La introducción de estos artefactos en Cuba se considera un avance significativo. Se trata de innovaciones que revolucionaron el mercado incluso en países como Inglaterra.

En esa época, aproximadamente, se empezaron también a azulejar las cocinas y cuartos de baño en Cuba, coincidiendo también con la introducción de ascensores.

En ese sentido, fue el Hotel Pasaje el primer establecimiento de ese tipo en la Isla que contó con un elevador hidráulico. Construido alrededor de 1876 por la familia Zequeira y Zequeira, el inmueble, que originalmente tenía dos plantas, se derrumbó en los primeros años de la década de 1980.

Inicialmente un hotel, con el tiempo se transformó en una cuartería al igual que otros de la zona. En el espacio donde se encontraba fue construida la Sala Polivalente “Kid Chocolate”.

En sus tiempos de gloria, la fachada del hotel daba al Paseo del Prado, mientras que la parte trasera se extendía hasta la calle Zulueta. Entre estas dos calles, se encontraba una galería o pasaje cubierto con una estructura de hierro y vidrio que albergaba varios establecimientos comerciales y de servicios, incluida la editorial Flérida Galante, especializada en libros pornográficos.

Esta galería tenía arcadas monumentales en ambos extremos, conocidas como los arcos del Hotel Pasaje. El lugar se convirtió en uno de los más representativos de la ciudad, distinguido por ubicarse a pocos metros del Parque Central y junto al teatro Payret.

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