LAS TUNAS, Cuba. — Irresoluta o connivente en la solución de graves conflictos internacionales se muestra la Organización de Naciones Unidas (ONU), lastrada por demasiados países actuando en esos foros como si se tratara de un club de amigos y no de una institución que debía velar por la humanidad toda y sus derechos universales.
Para bochorno de ese organismo, 146 Estados miembros de la Asamblea General eligieron (por sexta vez) al régimen totalitario cubano para integrar el Consejo de Derechos Humanos, lo que es como poner a un lobo a pastorear ovejas o a un zorro a cuidar de un gallinero.
Se sabe, pero es útil recordarlo hoy a los cómplices de la dictadura y a nosotros mismos por nuestras malas memorias: ha habido por más de medio siglo (y todavía hay ahora mismo) mujeres y hombres presos por motivos de conciencia en nuestra patria cautiva. En Cuba, el régimen incumple con los 30 artículos de la Declaración Universal de Derechos Humanos, que, ya desde el preámbulo, en su tercer considerando, expresa que es “esencial” que los derechos humanos sean “protegidos por un régimen de Derecho”, a fin de que las personas no se vean compelidas al “supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión”.
Señorías ilustrísimos, presidentes democráticamente elegidos y sus embajadores en la ONU han olvidado que en Cuba no se celebran elecciones libres desde hace más de setenta años. En 1959, el castrismo usurpó el poder alcanzado contra la dictadura de Fulgencio Batista mediante un proceso revolucionario nacional, donde participaron organizaciones con diversos credos políticos que habían tomado un acuerdo el 12 de julio de 1957: a los 18 meses del triunfo de la revolución se convocaría a elecciones generales.
Las elecciones de marras debieron ser convocadas el 30 de junio de 1960, puesto que la dictadura de Batista había sido derrotada el 1 de enero de 1959, pero ese día, ni ningún otro, los cubanos hemos sido convocados a elecciones democráticas. Arbitrariamente, bajo la férula de ellos mismos y de sus generales y soldados, sólo tres personas han gobernado en Cuba durante 64 años: los hermanos Fidel Castro, Raúl Castro y (designado por este último) Miguel Díaz-Canel.
El derecho humano que constituye el “supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión”, según expresa la Declaración Universal de Derechos Humanos, la dictadura castrista lo ha criminalizado de forma déspota desde 1959 y hasta el presente. Los derechos humanos, en lugar de ser “protegidos por un régimen de Derecho”, han sido perseguidos por el Estado totalitario castrocomunista que, para encerrar a sus opositores —una población penal en constante crecimiento por motivos no sólo políticos, sino también económicos, religiosos y de conciencia toda —, construyó cárceles, prisiones y centros correccionales que funcionaron y funcionan como campos de trabajos forzados, así como también, y con fondos públicos, entrenó, condujo y pagó a cientos de miles de policías, carceleros y agentes de seguridad, como si fueran guardaespaldas privados, para acosar, detener, encarcelar, desterrar o fusilar a sus adversarios ideológicos, que son los que lucharon, sufrieron prisión, exilio o murieron por una Cuba democrática.
Pero el más reciente crimen del régimen todavía está tibio. Debido a ese estado cívico intolerable durante décadas, no sólo por carencias materiales, sino también por la intolerancia del régimen dictatorial, en prácticamente todas las provincias de Cuba cientos de personas salieron a la calle el 11 de julio de 2021 (11J). Cumpliendo viejas órdenes de combate contra su propio pueblo, personalmente, Díaz-Canel dirigió la última acción vandálica, terrorista, sí, por no ir sólo contra hombres, sino también contra mujeres y adolescentes como medio para sojuzgar a la nación toda y frenar nuevos levantamientos ciudadanos. Esas imágenes de la represión totalitaria le dieron la vuelta al mundo —nadie puede alegar desconocimiento — ; esos hechos cruentos, que culminarían con el encarcelamiento y largas condenas de cárcel de cientos de personas, los ejecutó el régimen que ahora premia la ONU manteniéndolo en el Consejo de Derechos Humanos. Bajezas como esas nos demuestran que los cubanos jamás tendremos patria sino la hacemos nosotros mismos. ¡Pobre Cuba! ¡Pobres los cubanos! ¡Pobres las naciones que se dicen unidas! Imposible imaginar amor en quienes destilan oportunismo y desprecio.
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