De los 994.000 cubanos inscritos como trabajadores del Ministerio de Agricultura, solo el 60% está directamente vinculado a la producción. El número –apenas 596.400 campesinos– es sintomático: muy pocos quieren trabajar en los campos de la Isla, marcados por la falta de insumos, la inseguridad y la delincuencia.
“¿Nos estamos quedando sin trabajadores en el campo?”, se preguntaba un análisis de la revista oficial Cubahora –sobre una emisión del programa oficialista Cuadrando la Caja. La respuesta, tras la alarmante cifra de campesinos activos ofrecida por la directora de personal del ministerio, Adriana Ballester, es afirmativa.
El problema, expuso la funcionaria, es también sociológico. La mayoría de los residentes en las zonas rurales –el 23% de la población de la Isla, unos 2,3 millones de personas– tienden a mudarse a las ciudades y pueblos. La migración interna, que se realiza de forma precaria y en medio de “serias dificultades económicas y sociales”–, lastra la capacidad laboral en los campos y es la causa de que en Cuba no pueda hablarse de “seguridad y soberanía alimentarias”.
Quienes trabajan directamente con la tierra –”cooperativistas, usufructuarios y tenentes”– lo hacen, según la funcionaria, contando con el “apoyo familiar”, que no aparece en las cifras del ministerio. Sin embargo, matizó, el panorama no es tan oscuro y existen “motivaciones para permanecer en el campo, sobre todo en aquellos jóvenes descendientes de familias predominantemente rurales, con interés en laborar la tierra”.
Quienes trabajan directamente con la tierra –”cooperativistas, usufructuarios y tenentes”– lo hacen contando con el “apoyo familiar”, que no aparece en las cifras del ministerio
Que el campo pierda personal –mientras las ciudades se vuelven cada vez más superpobladas– es un problema acuciante para Juan Carlos Alfonso, vicejefe de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (Onei). Según el directivo, el número de cubanos que vive en las ciudades –un 56%, actualmente– seguirá creciendo con respecto a los que viven en poblados y zonas rurales.
La mayor parte de los cubanos que salen de los campos, añade, son mujeres en edad activa y reproductiva. El peligro, asegura Alfonso, es que “la permanencia de la mujer en el campo resulta vital” para que sigan surgiendo “familias” que, con el tiempo, aportarán trabajadores al sector agrícola.
No obstante, la situación no es la misma en todas las provincias. Mientras que La Habana es, “por definición”, una zona totalmente urbana, en varias provincias orientales, como Granma, el 40% de la población vive en el campo y las montañas. Coincide, además, que las zonas rurales orientales sean las que mayor presencia masculina tienen y las que con más rapidez envejecen, según la Onei.
Estas características han generado una “situación” que Alfonso no se atrevió a calificar con ningún adjetivo.
¿Por qué emigran los residentes en el campo? Tras una larga reflexión sobre la poca culpa que se debe atribuir al Estado en estos fenómenos, que no cesa de “monitorear” la cuestión agrícola, María Ofelia Rodríguez –del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad de La Habana– admitió que hay un problema con los “incentivos” salariales y que no se paga al campesino según sus resultados. Además, hay dificultades con la comercialización, por no hablar de la transportación, los “problemas con los viales”, el combustible para la cocción de los alimentos en entornos remotos, entre otros.
La mayoría de los residentes en las zonas rurales –el 23% de la población de la Isla, unos 2,3 millones de personas– tienden a mudarse a las ciudades y pueblos
Rodríguez dijo estar preocupada, además, por otra cara del problema: el hecho de que las “relaciones de género” sean “asimétricas” entre los campesinos y sus esposas, lo cual “incide en esa migración mayoritariamente femenina hacia las zonas urbanas”.
También es difícil acceder, en los campos, a los servicios de Salud y Educación. De ahí que muchas familias “sientan la necesidad de acercar a sus hijos a las escuelas, acercarse a los hospitales, que se concentran fundamentalmente en zonas que no son los clásicos asentamientos rurales”.
Ninguno de los expertos que compareció en Cuadrando la Caja aludió a un problema adicional: la inseguridad de las zonas rurales, los robos de ganado mayor y el bandolerismo, que ha motivado que los propios campesinos –ante la inacción de la Policía– organicen turnos de guardia y “partidas” para rondar las propiedades.
En Granma, varios campesinos entrevistados por 14ymedio tienen claro que, si no protegen sus fincas contra los cuatreros, nadie lo hará por ellos. La medida que han tomado no será la ideal, opinan, pero es la más efectiva: “Nos estamos armando”.
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