MADRID, España.- El 11 de julio de 2021 miles de cubanos, cansados de la crisis económica, la escasez de alimentos y la falta de electricidad, tomaron las calles con gritos de “¡libertad!” y “¡abajo la dictadura!”. En lugar de responder con diálogo o empatía, el mandatario Miguel Díaz-Canel lanzó un llamado incendiario que prácticamente incitó a una guerra civil.
En lugar de escuchar las demandas de un pueblo agotado por la falta de derechos básicos como corriente y comida, Díaz-Canel incitó a sus seguidores a enfrentarse violentamente a sus compatriotas. “La orden de combate está dada, a la calle los revolucionarios”, dijo el dictador cubano en un discurso transmitido en vivo por la televisión nacional.
“Estamos convocando a todos los revolucionarios del país, a los comunistas, a que salgan a las calles donde quiera que se vayan a producir estas provocaciones, desde ahora y en todos estos días. Y enfrentarlas con decisión, con firmeza, con valentía”, arengó Díaz-Canel.
Estas palabras avivaron la violencia, desatando una ola de represión sin precedentes en las últimas décadas. Aquellos que se atrevieron a protestar fueron golpeados y arrestados. Los partidarios del régimen, armados con palos y apoyados por oficiales de policía, salieron a las calles para enfrentar a los manifestantes pacíficos que solo pedían lo más básico para vivir. La represión se extendió rápidamente a lo largo de la Isla, desde Guantánamo hasta Pinar del Río. La respuesta del Gobierno fue brutal y desproporcionada, buscando silenciar el clamor de un pueblo que solo quería ser escuchado.
Aquel día, miles de cubanos se lanzaron a las calles en una protesta pacífica, clamando por condiciones básicas de vida. Las manifestaciones comenzaron en San Antonio de los Baños, en la provincia de Artemisa, donde cientos de personas salieron a protestar con consignas como “No tenemos miedo” y “Patria y Vida”.
Las imágenes que circularon por el mundo mostraban a un pueblo valiente enfrentándose no solo a la policía, sino también a civiles armados con palos y piedras. En La Güinera, por ejemplo, las protestas del lunes 12 de julio resultaron en la trágica muerte de un manifestante.
Tres años han pasado desde aquel día, y las familias de los detenidos siguen buscando justicia, mientras que muchos de los que participaron en las protestas continúan enfrentando represalias o cárcel. Este aniversario es un recordatorio doloroso de la represión y la falta de libertades en Cuba, así como de la brutalidad del régimen de Díaz-Canel. Pero también es un tributo a la valentía de aquellos que, a pesar del miedo y la violencia, salieron a las calles a exigir sus derechos. Es también un llamado a la comunidad internacional para que no olvide lo ocurrido y apoye a los cubanos en su lucha por una vida digna y libre.
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