Friday, November 29, 2024
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El castrato que conquistó Europa

MIAMI, Estados Unidos. — En septiembre de 1782 murió en la ciudad de Bolonia Carlo Broschi, cantante de ópera cuya vida y obra inspirarían, siglos más tarde, al francés Gérard Corbiau, quien dirigió la película Farinelli, il Castrato, estrenada en 1994.

La historia del castrato fue llevada a la pantalla grande no solo para honrar la memoria de un hombre cuya existencia era bastante desconocida, sino para ilustrar el motivo y las consecuencias de una práctica bárbara que tronchó la vida de miles de niños para satisfacer las exigencias de la ópera, en una época en que las mujeres tenían prohibido actuar.

Carlo Broschi, quien escogió el nombre artístico de Farinelli en agradecimiento a la familia napolitana que lo acogió y favoreció desde su adolescencia, fue castrado a los diez años para que conservara su tesitura de soprano. Tras consagrarse en Roma con la ópera Adelaide, de Antonio Sartorio, se presentó en los más prestigiosos escenarios de Europa, donde fue aplaudido hasta el delirio por un público que cayó rendido ante su hermosa y potente voz, capaz de igualar y superar las notas agudas de la trompeta barroca.

Durante los tres años que vivió en Londres, su voz alcanzó la máxima pureza. Contrario a lo que se sugiere en el filme, ninguna fuente habla de lo mucho que —supuestamente— su voz pudo haber impresionado al genio alemán George Frideric Handel, entonces director del King´s Theater, el teatro de ópera más famoso de la capital británica.

No obstante, Broschi cantó a varios de los operistas más reconocidos de su tiempo, como Nicola Porpora y Pietro Metastasio. Fue favorito de la corte española, donde vivió por veinticinco buenos años bajo la protección de Felipe V y Fernando VI. Se dice que el rey Felipe llegó a estimar tanto su voz, sensibilidad y cultura, que lo nombró primer ministro; aunque a Carlo solo le interesaba la ópera y se guardó mucho de utilizar semejante poder para influir en el acontecer político.

Farinelli regresó a Italia en 1760 y se estableció en la ciudad de Boloña. Allí terminó sus días, dedicado enteramente a la música, el castrato más famoso de la historia.

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