AREQUIPA, Perú – La ciudad de La Habana, cuna de historias y tradiciones, guarda entre sus noches un ritual que ha perdurado a lo largo de los siglos: el Cañonazo de las Nueve.
Más que un simple evento, esta ceremonia se ha convertido en un componente esencial de la identidad cubana, un lazo inquebrantable que conecta el presente con un pasado lleno de murallas, puertas que se abrían y cerraban, y el palpitar de una ciudad bajo el influjo del cañonazo.
Durante la época colonial, este estruendoso disparo tenía una función práctica y simbólica. Anunciaba la apertura y el cierre de las puertas de las murallas que rodeaban la ciudad, un sistema de defensa que convertía a La Habana en una fortaleza impenetrable.
Dos cañonazos, uno a las 4:30 AM y otro a las 8:00 PM, marcaban estos momentos cruciales del día. Así, la ciudad se dividía en dos: intramuros y extramuros, cada una con su propia dinámica, separadas por un paredón que simbolizaba la dualidad de la urbe.
Sin embargo, con el tiempo y la desaparición de las murallas, el Cañonazo de las Nueve adoptó un nuevo propósito: anunciar la hora puntual de las nueve de la noche. Su sonido se convirtió en el reloj audible que resonaba por toda la ciudad, guiando a los habaneros en sus actividades cotidianas.
El disparo, inicialmente desde un buque de guerra y luego desde la fortaleza de La Cabaña, se fue transformando en un faro sonoro que atravesaba la geografía habanera, desde el Capitolio hasta las lomas más distantes.
Historiadores cubanos han descrito cómo el Cañonazo de las Nueve marcaba el fin de la jornada, el momento del retiro, de cerrar los catres en las trastiendas y de poner fin a la amenidad del día. Un ritual esencial para la vida pública y privada.
Sin embargo, durante un período significativo entre 1942 y 1945, la tradición fue silenciada. Cuba se sumió en la Segunda Guerra Mundial, y el Estado Mayor del Ejército prohibió los disparos nocturnos para ahorrar pólvora y evitar revelar la posición del país al enemigo. La ausencia de este rito dejó un vacío en la rutina habanera, subrayando su importancia arraigada.
Aunque el Cañonazo de las Nueve ha resistido los embates del tiempo y las adversidades históricas, no siempre fue fácil sincronizar su estruendo con la precisión de la hora.
Durante la época de la radio, las emisoras deseaban transmitir el sonido del disparo a toda Cuba, pero la falta de un sistema científico para su ejecución llevó a desafíos logísticos. La imprecisión en la hora del disparo, a menudo determinada por un reloj de pulsera de un cabo del Ejército, generaba complicaciones.
A pesar de estas vicisitudes, el Cañonazo de las Nueve persistió como un elemento fundamental del patrimonio intangible de Cuba. La ceremonia, que atrae a locales y turistas a la fortaleza de La Cabaña, es una experiencia única que resalta la conexión profunda entre el pasado y el presente de la capital de la Isla.
Sigue nuestro canal de WhatsApp. Recibe la información de CubaNet en tu celular a través de Telegram.