LA HABANA, Cuba. — Durante decenios, los plumíferos y cotorrones del castrismo se han consagrado a encarecer lo que ellos llaman “logros de la Revolución”. En ese contexto, su atención se ha centrado sobre todo en los tres campos en los que la marcha de los asuntos ha solido desempeñarse algo menos mal que en los restantes: educación, salud pública y deporte.
El mero enunciado de esa realidad representa una desfachatez que debería provocar el bochorno en los castrocomunistas. Al menos, entre aquellos de ellos que quieran preciarse de ser consecuentes en lo ideológico. Es el caso que, como esos señores se encargan de repetir cada día, ellos enarbolan la teoría marxista-leninista. Y ya se sabe que, según esta, el elemento fundamental de la vida en sociedad es la producción de bienes materiales.
Pese a ello, y como ya señalé, es en campos que nada tienen que ver con esto último —sino con la prestación de servicios— que los comunistas de esta Gran Antilla presumen de sus éxitos supuestos o reales. En verdad, no asombra demasiado que obren de ese modo si tenemos en cuenta el desplome que ha sufrido la producción, tanto la de azúcar (otrora emblema de nuestro país) como la de otros muchos renglones.
En vista del desastre generalizado en que sus políticas erróneas han sumido a la desdichada Cuba, conviene que nos preguntemos: ¿Queda algún fundamento para que los castristas sigan jactándose de sus supuestos logros en la educación, la salud pública y los deportes!
Sobre el primero de esos tres renglones, quisiera comenzar por citar unas estadísticas concisas y recientes que reflejan la magnitud de la catástrofe que ha sufrido el país en lo tocante al personal pedagógico. Según Somos Cuba, en la ciudad de Santa Clara, “la Escuela de Economía Ramón Pando Ferrer ha perdido 56 de sus 66 docentes” (es decir, el 85 %); y en el Preuniversitario Milton Milián, 52 de los 62 (88 %).
A esos datos objetivos, que son irrebatibles, se pueden añadir diversas apreciaciones, pero de carácter más subjetivo. Entre estas resulta posible mencionar las características del proceso lectivo en Cuba. Aquí, el adoctrinamiento prevalece sobre la instrucción; y la exclusión por razones ideológicas es permanente. Esto último lo demuestra el lema oficialista “La universidad es para los revolucionarios” (donde el sustantivo final, claro, se emplea en su acepción cubana de “gobiernistas”).
En la salud pública pudiera citarse la actitud generalizada que han asumido los cubanos de a pie, quienes (¡con toda la razón del mundo!) equiparan un ingreso hospitalario a la mayor de las calamidades. Pero en este terreno cabe aplicar el dicho forense: “A confesión de parte, relevo de pruebas”. Aclaro que, en este caso, el reconocimiento castrista no ha sido sincero ni transparente, sino vergonzante. Me refiero a que, lustros ha, era frecuente leer o escuchar en medios oficialistas la alusión pretenciosa y mendaz a la “potencia médica”. El descalabro en este campo es tan evidente que el Departamento Ideológico, haciendo gala de prudencia, ha optado por dejar caer en el desuso esa frase prepotente y mentirosa. Hoy, felizmente, ella sólo es utilizada por los verdaderos periodistas de Cuba (los independientes) para menospreciar al castrismo.
Por último, abordaré el tema de los deportes. Aquí quisiera, ante todo, recomendar a mis lectores un excelente trabajo publicado en este mismo diario digital por Orlando Freire Santana, que aborda y esclarece una de las facetas del descalabro general sufrido por los castristas en este campo. Su título (como reza la conocida frase hecha) “pone el dedo en la llaga”: “El atletismo cubano pierde posiciones en el contexto latinoamericano”. El colega se remonta a lustros atrás, cuando “era común que Cuba quedara entre los 10 primeros países en el medallero” de los campeonatos mundiales de esa especialidad. Pero si “ayer maravilla fui…”. En el evento de ese tipo celebrado en 2022 en Eugene, Oregón, Estados Unidos, nuestro país “se fue sin medallas, algo que no había sucedido en ninguna de las participaciones de la Isla en eventos de esta naturaleza”.
En el recién concluido Campeonato Mundial de Budapest, Hungría, la delegación cubana obtuvo solamente tres preseas (ninguna de ellas de oro), quedó en el lugar 22 y, entre los países de nuestro entorno geográfico, fue superada no sólo por Jamaica (verdadera potencia mundial en los eventos de velocidad), sino también por la República Dominicana y Venezuela. En otro orden de cosas, podemos agregar que hace unas horas se anunció que la pesista cubana Marifélix Sarría perderá la medalla de oro que se le entregó en el pasado Campeonato Centroamericano y del Caribe, por dopaje.
Entre las causas de la involución cubana en este campo, mi compañero cita “el descontento de los deportistas con las autoridades del INDER” (el Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación, de Cuba). También menciona “el éxodo de atletas”, que es sólo una manifestación particular de la estampida general de cubanos, que es (¡ese sí!) un verdadero “logro de la Revolución”.
Sin embargo, echo de menos en su texto un planteamiento que —creo— es válido no sólo de cara al presente, sino también —y de modo especial— de cara al futuro. Me refiero a la pobre ingestión de alimentos que, bajo el comunismo, se ha hecho endémica en Cuba. Aquí, los niños, cuando cumplen siete años, son privados de la esmirriada cuotica de leche en polvo. Esa desnutrición, que ha sido generalizada en los últimos lustros, ha alcanzado sus cumbres durante el llamado “Período Especial en Tiempo de Paz” y en la actual “Coyuntura”.
Resulta evidente que, con una ingesta de alimentos claramente deficiente, que se ha traducido incluso en una disminución de la estatura promedio de niños y jóvenes, no es posible aspirar razonablemente a alcanzar grandes éxitos deportivos. De paso, sería conveniente que dejaran de hablar de “logros de la Revolución”. Estos, para que en realidad tengan esa condición, tendrían que ser fruto del sistema económico implantado por el castrismo. Pero ya sabemos que ese no es el caso. Si ellos han existido, ha sido por los subsidios brindados por países extranjeros amigos.
ARTÍCULO DE OPINIÓN
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