Salamanca/Bobby Fischer estuvo tres veces en La Habana. Dos en persona y otra como una suerte de mano fantasmal. Llegó en 1956, con 12 años y en compañía de su madre Regina Wender, para jugar contra los maestros cubanos. En 1965, con Fidel Castro en el poder, no pudo viajar a la Isla, pero participó en el Memorial Capablanca a distancia, moviendo las piezas por télex. Sus oponentes –que ya acudían al tablero aterrorizados por el genio– tuvieron que batirse contra un Fischer electrónico.
La tercera y última vez, al año siguiente, durante la Olimpiada Mundial de Ajedrez, Fischer guardaba la costumbre judía de no realizar ninguna actividad durante el shabat. Ese día, cuando se quedó en su habitación del Habana Libre y no bajó a jugar, se le apareció Mayra Montero. Nunca se sabrá exactamente lo que pasó. Ella tenía 14 años y él 23. Él preguntó: “¿Quieres un helado?” y ella respondió que sí, “de piña glasé”. Luego se besaron.
Lo demás es una novela en la que Montero, nacida en La Habana pero residente desde hace décadas en Puerto Rico, ofrece un retrato en dos tiempos del ajedrecista y su época. Publicada por Tusquets, La tarde que Bobby Fischer no bajó a jugar ha provocado cierto escándalo en España, donde ha sido leída como una reflexión sobre el consenso y la violación.
Nada más lejos, ha repetido –con poco éxito– Montero en cada entrevista. El libro, escrito por una novelista que sabe lo que hace, no transmite ni reflexiona sobre nada. “Sé que me criticarán mucho porque es una novela a contrapelo de las reivindicaciones actuales”, advirtió la autora. Pero, añade, no le importa. Solo le debe algo a los que ya murieron, y por eso esperó a ser “vieja, viuda y huérfana” para contar su historia.
“Sé que me criticarán mucho porque es una novela a contrapelo de las reivindicaciones actuales”
La tensión entre la intimidad y los vaivenes del país es también el tema de las piezas que Yunior García Aguilera, dramaturgo y columnista de 14ymedio, recoge en el volumen Teatro (Verbum). La emblemática bañera de su obra Jacuzzi, sobre “las dificultades que más pesan y duelen” a los cubanos, según el prólogo de Carlos Espinosa, decora la cubierta. “García Aguilera ha creado un lenguaje escénico propio y una escritura compleja, esclarecedora y polémica, despojada de dogmatismos estéticos y dotada de una especial sensibilidad para indagar en los problemas más apremiantes de su país”, considera el crítico.
El escritor Sergio Cevedo ganó, con Dos equis, el premio Franz Kafka de Novela 2024. Carlos Aguilera, miembro del jurado que la galardonó, describe el libro como “un juego de intrigas que comienza en el imperio de los Habsburgos y termina en la Unión Soviética de la Perestroika”. El impulso de convertir la chismografía de los grandes personajes históricos en relato fue, según su autor, el germen de Dos equis, que será publicada próximamente.
¡Cuídate, Cuba, de tu propia Cuba! (Neo Club) es el libro más reciente de Joaquín Gálvez, anfitrión del conocido espacio literario La Otra Esquina de las Palabras, en Miami. La recopilación de artículos y notas viene, según sus editores, a “decir unas cuantas verdades” sobre la Isla. Su gran tema: la duplicidad y tendencia a la hipocresía –personal, histórica y política– de los cubanos.
Linkgua ha dado un paso más en su experimento de hacer dialogar a los clásicos con la inteligencia artificial
La poética de Néstor Díaz de Villegas es diseccionada por Jorge Brioso en La destrucción por el soneto (Almenara). El autor, catedrático en el Carleton College de Estados Unidos, se interesa en las claves –el “nervio”– de una obra poética que se mueve entre el canon y su negación. El libro incluye, además, una breve antología de poemas de Díaz de Villegas.
Linkgua ha dado un paso más en su experimento de hacer dialogar a los clásicos con la inteligencia artificial. Entre sus novedades este mes hay dos textos con cuyos autores, gracias a un complejo chatbot, se puede conversar, reflexionar e incluso discutir. Se trata de Paradiso, de José Lezama Lima –en una edición de Rado Molina–, y La guerra de guerrillas, de Ernesto Guevara.
¿Qué preguntas le haría un lector a Lezama o a Guevara? ¿Qué peleas o meditaciones no despertará en un cubano la posibilidad de dialogar con el escritor habanero o el guerrillero argentino? ¿Cuáles son los límites de este diálogo que, en definitiva, es una conversación con los difuntos? La respuesta –que depende de la interacción de cada propio lector– será tan inquietante como una partida de ajedrez por télex contra Bobby Fischer.