Tuesday, November 26, 2024
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Daymé Arocena: “Yo grito por los míos”

SLP, México.- El neo-soul, ritmos afrocaribeños, pop moderno, jazz, el espectro de Daymé Arocena es amplio, como amplia es su vocación. La compositora cubana fue nominada este año a los Latin Grammys por su canción “A fuego lento”, un tema escondido durante años antes de ver la luz y terminar entre las nominaciones a Canción del Año.

La noticia le llegó durante un viaje en Uber. No pudo esconder las lágrimas. La nominación llegaba tras largos años de esfuerzos y de barreras. Abrumada por la emoción, ella, una mujer de palabras, enmudeció.

El del Grammy es solo uno de los muchos éxitos que acumula la compositora, nacida en 1992. Daymé es también una de las pocas mujeres, y la latina más joven, en ser parte del programa “Signature Artist” del Berklee College of Music, junto a leyendas como Alejandro Sanz, Juan Luis Guerra, Paquito de Rivera, Gloria Estefan, Chucho Valdés.

La vida y carrera de la artista, sin embargo, no han estado exentas de tropiezos. Sobre su trayectoria en Cuba y sus logros fuera de la Isla, donde no ha parado de crear, conversó con CubaNet.

“Tengo que estudiar para 200 para sacar 100”. Con esa máxima creciste. ¿Cómo fueron tu infancia y tu adolescencia?

Fue contrastante en todos los sentidos. Primero, cuando la gente me dice, “¿cuándo decidiste ser música?” Yo siempre digo, “no lo sé, yo nunca tomé esa decisión”. Lo soy desde que nací, es lo único que he hecho en la vida. Y creo que cantaba tanto y era tan achicharradora para mi familia, para todos, que me ponían en los coros del barrio, me ponían a cantar en los matutinos. Por lo tanto, cuando llegó el momento de presentarme en la Escuela de Música, logré entrar. Yo tenía 10 años y entré en la Alejandro García Caturla viviendo en 10 de Octubre. Caturla está en Marianao. Tenía que trasladarme de 10 de Octubre a Marianao todos los días, era una epopeya.

Y siempre ha existido esta fábula popular de que las escuelas de música son escuelas para niños ricos, son escuelas para niños de familias importantes de Cuba. Y yo nací en una casa donde éramos 14 personas. Por lo tanto, mi mamá me decía que nadie me la iba a poner fácil. Que yo no estaba ahí para que me pasaran la mano y me dieran qué linda es la niña, qué lindo canta. Que esas escuelas ejercían mucha presión, sobre todo en los niños que no eran los hijos de la gente poderosa del país. Por lo tanto, a mí me tocaba esforzarme el doble en todo.

Yo tuve esa primera probadita cuando hice mi primer examen de canto coral donde todos los niños, hasta los niños que se confundieron, los que lo hicieron mal, sacaron más nota que yo. Ese día lloré mucho. Uno entra con 10 años en la escuela y hay cosas que uno no entiende. La verdad es que por más humilde, más transparente que uno pueda ser, uno sabe el talento que tiene.

Yo sé lo que canté en mi examen, yo sé el examen que hice. Y cuando tú ves que todo el mundo tiene una nota y tú tienes otra, esa es la lección más grande que te pueden dar. Aquí, si no te pones en las pilas, si no te pones a batallar, si no te metes en la cabeza que nada te lo va a pasar, no avanzas.

Si te pueden tumbar, te van a tumbar. Entonces, uno se pone en posición de guerra.

Y yo creo que fue lo mejor que me pudo decir mi mamá, que no es música ni viene del mundo de la música, pero percibía esa presión y de cierto modo intentó protegerme del monstruo al que yo me estaba enfrentando a una edad tan joven y tan temprana con los pocos elementos que ella podía darme, diciéndome, “estudia, esfuérzate, da lo más que puedas dar de ti, da el doble de lo que van a dar los demás para que veas el resultado que tú quieras”.

Luego creciste y te aseguraste tu propio lugar en la música cubana. ¿Qué significa ser mujer con características que no son típicas del estereotipo del mundo del espectáculo? ¿Qué ha significado eso para ti?

Yo de niña siempre quise cantar en inglés y no sabía exactamente por qué, solo sabía que quería cantar en inglés y me esforcé mucho en aprenderlo.

Cuando crecí y empecé a interiorizar las cosas, yo quería cantar en inglés porque los referentes físicos que se parecían a mí cantaban en inglés y no en español. Yo tenía referentes como Aretha Franklin, como Whitney Houston, de mujeres negras, más gordas, más flacas, más delgadas, más altas, más bajitas, pero en el mundo latino yo no veía eso. Entonces me enfoqué mucho en querer ser una cosa que realmente no soy porque yo nací en Cuba, soy latina, soy caribeña y lo que me corresponde es la hispanidad.

Entonces fue muy contrastante, muy complejo al principio. Durante años mi guía y mi espacio de sanación fue el jazz. Era un mundo donde sentía que nadie me iba a juzgar físicamente, que eso no era un problema.

En el jazz lo importante es que tú toques. Ahí no hay espectáculo. Ahí lo que hay es que tocas o no tocas, cantas o no cantas.

Ahí lo único que habla es la música, el talento y lo que tú puedas dar. Entonces yo me refugié en ese mundo para no tener que enfrentarme a nada más. Hasta que empecé a romper ese miedo.

Y eso vino cuando me fui de Cuba porque también Cuba es como una burbuja en la que, por ejemplo, si logras un nombre en un espacio como el del jazz, te defienden, estás tranquila. No tienes idea de cómo funciona la industria, el mundo, las plataformas. Una vez que yo salí y me di cuenta de que yo había estado enajenada en la burbuja, entendí entonces la industria a la que pertenezco y empecé a procesar cuáles eran las cosas a las que me iba a tener que enfrentar como mujer negra caribeña afrodescendiente.

Y lo que he podido aprender en todo este tiempo es que no es que la negritud no esté. El punto es que la gente no quiere aceptar su negritud. Entonces simplemente es una estética que se ha mal observado por mucho tiempo y que no existan referentes es una dificultad y es una posibilidad.

La narrativa la han tergiversado a todos para que nos hagamos una idea errada de nuestro cuerpo. Alguien dijo un día qué debe ser un cuerpo y a partir de ahí nos empezó a dar látigo a todas. “Tienes que entrar en este molde”, pero estás negando la humanidad con ese molde.

Porque él tiene un cuerpo distinto al tuyo y yo como mujer no le exijo a él que tenga su cuerpo como el tuyo ni el tuyo como el de él. Entonces ¿por qué a nosotras nos exigen todo el tiempo que nuestro cuerpo sea igual al de la de al lado? Está cabrón.

Tu jazz es distinto al tradicional que se ve en la escena cubana

Yo soy demasiado rebelde para que me metan en ninguna parte y soy cantautora. Yo canto mis canciones. Si mi canción me pide ser un son flamenco como ese que yo estaba cantando, lo voy a hacer.

Si me pide ser un chachachá, lo voy a hacer, si es reguetón, es reguetón. Yo no le pido a la música que sea algo que no es. Sí hay una base de jazz importante porque fue el género que me enseñó a armonizar.

Mi armonía sí suena a jazz, pero los géneros musicales son construcciones humanas. Yo no me meto en ese espacio. La gente necesita ponerles nombre a las cosas, pero la música es mucho más compleja, más amplia que eso.

Y muchas veces en la vida me han dicho loca, “ella hace todo como quiere”. Yo creo que la música es un acto de profunda locura. Si tú impides a la música ser como es, pues mira, no estás siendo suficientemente músico por más espectacular que seas como artista. Y creo que los músicos que han pasado a la historia es porque han sido disruptivos, no porque siguen la norma.

Por tanto, yo no le tengo miedo a no hacer un peso, a morirme de hambre. A Bach no lo conocía nadie y todavía estamos hablando de él. La música al final me utiliza a mí como un instrumento, no yo a ella.

Yo soy un instrumento para que la música perdure, para que la música esté, para que conecte con la gente dos siglos después. Y mientras ella diga “esto es lo que hay que hacer”, ella viene a mí con mis ideas, y me dice, “dale, es aquí” y yo voy por ese lado. Ya después el jazz, el género, se quiere fajar conmigo como es de costumbre.

Siempre se habla de tu voz; de tus composiciones se habla poco, incluso hay una canción nominada a Grammy, ¿qué representó para ti?

Yo tengo cinco discos de canciones únicas exclusivamente mías. Y la composición es una extensión de mi voz. Entonces la gente se concentra mucho en mi voz, y en lo que mi voz comunica. No se percata que lo que estoy cantando es música que nunca han oído antes.

Así que yo no estoy cantando “Contigo en la distancia”, estoy cantando canciones que nadie ha escuchado jamás.

Cuando llegó la nominación estuve en shock por días. Yo caí en un estado depresivo. En vez de darme alegría y dar brincos, yo estuve un par de días que no quería hablar con nadie, después se me fue pasando.

La canción del año normalmente es la canción más importante del año, y mi canción ni siquiera es conocida. A veces uno cree que va a llegar ahí, porque va a llegar a los oídos de la academia. Lo segundo es una canción que escribí cuando tenía 19 años, y es una canción de la que renegué mucho.

Porque en esa época yo quería mucho que se me reconociera como músico. La gente se enfoca mucho, mucho, mucho en mi voz, y las canciones que eran más sencillas yo las iba escondiendo y decía “esta canción es muy fácil, esta no”. Yo quería escribir canciones muy difíciles, muy enredadas, muy complejas. Yo quería complacer al oído más exigente de la academización musical.

Yo quería encajar en ese mundo del jazz, yo quería que la gente en el mundillo de los músicos dijera, “Daymé no es cantante, es músico”. A mí llenaba de orgullo cuando decían “ella es músico”. Por tanto, esa canción a mí me parecía que tenía cuatro acordes, era una cosa muy sencilla, era el mismo “La” descompuesto en varias tensiones. Y la escondí.

Entonces, decidí sacarla ahora cuando empecé a hacer todas estas transformaciones vulgarmente, y dije, “voy a hacer lo que me da la gana y ya voy a dejar de querer complacer a la gente y me voy a complacer a mí y voy a hacer este disco con canciones que he escondido y canciones que me resultan muy pop y canciones que creo que no encajan en el mundo del jazz” y me lanzo a hacer Alkemi, que es mi último álbum, y desempolvé esta canción vieja que la tengo tirada hace como doce años.

Llamé a Vicente García para que cantara la parte del reggae porque yo lo conocí cantando reggae y siempre me ha parecido que es muy espectacular en ese género musical. Es una canción como de complemento en el disco.

Yo venía de Brasil el día que salieron las nominaciones, cogí un vuelo a Miami, cogí mis maletas, pasé inmigración, me monto un Uber y me siento en el Uber y cojo el móvil. Es cuando veo que a mi productor lo nominaron productor del año y automáticamente me sale que yo estaba nominada. Como mi apellido es Arozena yo era el primer nombre. Recuerdo que mi cuerpo se estremeció y empecé a llorar. De hablar mucho pasé a estar muda, el chofer me iba mirando por el espejo.

Cuando llegó al punto donde yo iba él se bajó en silencio, sacó mis maletas, y me dijo “todo va a estar bien”, y le dije “me acaban de nominar a un Grammy”. El chofer se quedó como “¿qué?” y me dijo “felicidades”. Yo estaba rodeada de gente y no hablaba con nadie. La gente se fue enterando, lo fueron compartiendo, entonces todo el mundo me empezó a hablar y yo me escondí, me encerré, tuve como un colapso mental del que fui saliendo poco a poco.

¿Cuántos días te llevó?

Los primeros dos días fueron horribles y ya como al tercer o cuarto hablé con mi terapeuta, que es músico igual que yo, y me dio la mejor imagen que me podían dar. Me dijo: “¿Sabes qué es lo que pasa? Que desde el día en que tú entraste en Caturla a los 10 años, estás empujando un muro de contención, llevas muchos años empujando, empujando, empujando ese muro y haciendo presión, y cuando el muro se cayó, tú te caíste con él”.

Hablemos del altercado con Abel Prieto, ¿tú recapacitaste después de lo que le dijiste? ¿Hubo consecuencias?

Metí la pata. Hubo Consecuencias. Y fue la razón por la que me fui. Días después de eso venía el concurso Jojazz y yo era jurado en aquella época. Yo estaba en el teatro y me llaman a una oficina y me dicen ‘ven acá’. Yo entro a la oficina y me dicen que están en llamada directa con el Consejo de Estado y me dicen que estoy invitada a cantar en el aniversario de la muerte del comandante. Y yo ‘si yo canto jazz ¿qué hago yo ahí? Ahí normalmente van los que cantan esas cosas’. Y me dicen que no es una opción. En aquella oficina cerrada me dicen que no hay de otra, y yo diciéndoles que soy cantautora y me dan una canción de la que nunca voy a olvidar el nombre: “Cualquier lugar es mi tierra”, la escribió Almeida y era una canción que hablaba de un internacionalista, de alguien que viajaba por el mundo y llevaba la palabra de Fidel. Cuando me ponen esa canción delante de mí le digo, “chico, yo no voy a cantar, eso así que llama a quien tú quieras”.

Ahí se puso caliente la cosa. En algún punto yo argumento que no canto canciones que no conozco y con las que no me siento familiarizada. Me dijeron que no estaba comprometida con la revolución. Entonces llaman y mandan una lista de canciones y me dicen que escoja una entre 20, con “Cuba que linda es Cuba”, esas cosas. Ellos me querían diciendo lo que ellos querían que yo dijera y en aquella lista de verborrea veo “La Era” y pensé que no decía cosas tan terribles como las que no quería decir. Aunque no les gustó, ya ellos estaban para salir de mí porque al final ya me habían metido el pie. Ahí me dicen que iba a cantar normal con mi vestido, en la escalinata, pero cuando llegué me dijeron “no, tú vas a cantar una canción que dice ‘Yo soy Fidel’”.

Después de esa, que fue probablemente la vez que peor canté en mi vida y la más deprimente, se subieron un montón de personajes de estos, Annie Garcés, el grupo Moncada, se subieron al escenario a cantar “Mi historia crecerá”.  Me cogieron las manos y yo miraba uno al lado del otro y yo decía “qué yo hago aquí frente a toda esta gente”.

 Yo sentía que mis manos se levantaban y bajaban y sentía que me estaban violando. Una persona que te cause repulsión, un político que te cause la peor repulsión y que te pongan obligado en un rally suyo, con un t-shirt de esa persona, y a cantar que tú eres esa persona, eso es lo más deprimente y la sensación más agresiva que he sentido en mi vida. Recuerdo que salí temblando de ese lugar y le dije a mi esposo “nos vamos, yo no voy a permitir que me vuelvan a hacer esto nunca más”.

Teníamos una visa para Canadá que se vencía en una semana. Nos casamos como a la semana y nos fuimos tres días antes de que se acabara la visa. Aunque la gente me decía que iba a terminar friendo papas en una esquina y que de la música no viviría, desde que me fui de Cuba no he hecho otra cosa que no sea música.

Puedo decir que he emigrado dos veces. De Cuba fui a Canadá y de ahí fui para Puerto Rico, he dado un salto mucho más grande del que iba a dar en Cuba. He hecho un Signature Artist de Berklee, que implica que tu música se estudie en Berklee. Los latinos que tienen eso son Juan Luis Guerra, Alejandro Sanz, son gente buena, Chucho Valdés, gente muy grande, muchos hombres, yo soy mujer joven, en ese momento yo no tenía ni 30 años.

Esas son confirmaciones constantes de que estás haciendo lo que tienes que hacer. Lo que sé es que de verdad ha sido la mejor decisión, tanto los años de Canadá como los años que llevo ahora en Puerto Rico, que técnicamente he estado en Estados Unidos también.

Han sido transgresores y han sido de mucha transformación y de transformación para bien.

¿Consideras que los artistas deben hablar de política?, ¿por qué lo haces tú?

Yo considero que los artistas, si viven en un país normal, en una sociedad normal, pueden hacer lo que quieran. Esto ni siquiera es política per se, es una cuestión de humanidad, es una cuestión de genocidio, es una cuestión de que mi abuela es la que está pasando hambre.

Yo siento que sería muy hipócrita diciendo que a mí me importa todo el pueblo de Cuba. A mí en primera persona me importa mi abuela, que no tiene qué comer. Cuando yo grito, yo empiezo a gritar por los míos, y ahí va todo lo demás.

Mandando dinero no resuelves nada. Desde que crecí lo único que estoy viendo es miseria. No hay manera de uno enajenarse de eso, aislarse de eso. Yo siempre digo que la gente habla de las cosas que le apasionan, si a ti te apasiona profundamente el dolor de un pueblo, tú vas a hablar de ese pueblo, aunque tu pueblo luzca a los ojos del mundo bien.

Va a haber artistas en las situaciones más cómodas del mundo que hablen de los problemas que tienen en su país, sin que la situación sea como la de Cuba, pero tienen la opción. Lo hacen porque quieren, porque se sienten cómodos, porque les apasiona hablar de eso.

El tema Cuba no es una cuestión de que uno quiere o no quiere, te apasiona o no, es que no hay manera de enajenarse de un problema como el de Cuba siendo cubano.

Por eso a mí nadie me tiene que presionar para decir nada, yo lo digo y ya. La presión la siento directamente, de mis amigos que quedan allá, de mis primos, de mis tíos que quedan allá. La siento yo en mi sangre, constantemente. Uno se siente esclavo de esa presión también. ¿Tú crees que alguien tiene que ponerme el dedo a mí para hablar de lo que me hace presión?

¿Qué te falta de La Habana?

Mi abuela y hermana.

¿Por qué salen tantos músicos excepcionales en Guanabacoa?

En Guanabacoa y en Cuba, por África. La manera de comunicarse en África es a través de la música.

¿Qué haces cuando no estás componiendo o cantando?

Estoy soñando, estoy en el aire.

¿Lo mejor de ti y lo no tan bueno?

Es exactamente lo mismo: transparencia.

¿La canción que te hubiera gustado escribir?

Son demasiadas. Pero me hubiera gustado mucho escribir la obra de Marta Valdés.

¿Qué te falta en el exilio?

Unión.

¿Toronto o Miami?

Puerto Rico.

¿Reparto o salsa?

Rotundamente reparto. La salsa ni siquiera es cubana. Reparto sin miedo.

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