MIAMI, Estados Unidos.- “Tranquila y sin demora” es la fórmula de presentación que la sigue acompañando. En ¿Jura decir la verdad? Cuqui la Mora trascendió como un personaje desenfadado, ocurrente, vehículo de la cultura popular, para la cual “no había momento fijo”.
Cuqui fue eso y más. Y es también Aleanis Jáuregui, la actriz y humorista que emigró hace unos años a Estados Unidos y cuya carrera se sigue consolidando, ahora desde la otra orilla. Cubanet conversó con la artista sobre su carrera profesional y su vida.
—¿Cómo fueron tus inicios en la actuación? ¿Cuándo decidiste ser actriz?
—De pequeña siempre quise ser cantante y escritora. Mi gran sueño siempre fue escribir. En la primaria me obligaban a cantar los matutinos, porque yo era muy introvertida. Pero ya en el pre fue desinhibiéndome un poco.
Y ahí empecé a hacer sketches y decidí que quería ser actriz. Fui a hacer exámenes en la ENA, fui a la escuela de variedades, pero en todas me suspendieron. Entonces tuve que ingresar a la universidad a una carrera de magisterio porque era la única opción. A los tres meses, lo dejé y me fui a un grupo de teatro. Ahí empecé a hacer casting, teatro, casting, hasta que llegué a la actuación.
—¿Por qué el humor?
—Yo nunca tuve planes de ser humorista. Yo quería ser actriz de novelas y obras dramáticas. El humor lo descubrí en “¿Jura decir la verdad?”. Ulises Toirac me dio una entrevista y le pareció simpático lo que hice. Luego me llamó y empecé en el programa, que inicialmente iban a ser dos o tres capítulos, y me quedé.
Ahí descubrí que me salía bien y me sentía cómoda. Y cuando lo empecé a hacer en vivo, que demoré unos cuantos años, me enamoré de esto.
—¿Seguiste haciendo humor todo el tiempo?
—Todo el tiempo.
—¿Cómo llegaste a Jura decir la verdad?
—Yo hice una entrevista con Irela Bravo, en “Entre tú y yo”, donde hice una “monería” conversando. Ulises Toirac vio el programa y le gustó. Me pidió que lo llamara y yo le devolví la llamada a la una de la mañana, cuando llegué a casa. Así fue.
—¿Fue difícil abrirte camino en el mundo de la actuación en Cuba?
—En general sí es muy difícil. Fui a la ENA dos veces y me suspendieron porque en Cuba tienes que tener una relación, una palanca, pero yo no tenía nadie. Yo insistí, también fui al ISA a hacer las pruebas. Después nos citaron a mí y a cuatro más para regresar otro día porque Corina Mestre quería vernos. Nos metió a un salón a correr en círculos, a hacer cuclillas, planchas, saltos, paradas de manos y después, al poner el resultado, me suspendieron. Lo que pasa es que yo soy bien insistente, persistente.
—Cuéntame de tu niñez, ¿cómo fue? ¿De dónde eres?
—Yo soy de Arroyo Naranjo, de La Palma, de un callejón, frente a un río que se inundaba muchísimo. No tenía zapatos a veces para ir a la escuela. Recuerdo que una vez tenía que entrar a la beca y no tenía calzado y alguien se apareció con un tenis sin pareja. Yo me lo puse con una chancleta entizada para entrar al pase. Y así estuve la semana entera en la beca con eso, con el tenis y la chancleta mal “entizada”.
A veces a mi mamá le regalaban algunos zapatos que me quedaban grandes y con algodón me los ponía, porque no había más. Había mucha necesidad.
Mi mamá es maestra. Yo recuerdo que de niña siempre mi mamá decía, “yo soy licenciada”. Pero era una vida de miseria, y no valía de nada el título. Hubo una etapa en que vendía caramelo en la escuela, a escondidas, porque la regañaban.
El período especial nos agarró muy fuerte. Yo estuve comiendo col y chícharos cantidad. La col era como el arroz. Mamá lo servía como si fuera el grano y le echaba el chícharo alrededor.
—En 2022, al cumplirse tres años de tu llegada definitiva a Florida escribiste: “el sueño americano sí se alcanza, si se hace lo correcto”. ¿Qué te impulsó a dejar la Isla?
—Yo no salí ahí diciendo “esto es una dictadura”, porque no tenía conciencia de eso. Yo salí de ahí porque veía que es un país que no avanza y toda la gente que estaba a mi alrededor tiene un nivel de ignorancia que no me cabía en la cabeza. Recuerdo que antes de venir, fui a la bodega a buscar los mandados porque a mi mamá le gustaba.
Recuerdo que la bodeguera me dijo, “Cuqui, pero el espaguetis tiene gorgojos, te lo vas a llevar?” A mí aquello no me cabía en la cabeza, porque pensaba en toda la gente que tiene otro nivel de pobreza, que tienen que hacerle ese espaguetis a los niños. ¿Cómo es posible que eso se normalice? Escuchar a la gente hablando feliz porque entró el picadillo o el pollo, sin una visión más allá, de que somos seres humanos y estamos viviendo como animales.
Tampoco veía futuro. Me preguntaba qué pasaría si de pronto no trabajaba más en la televisión, porque caía en una “lista” de esas que hacen. También hacía cabaret, y no sabía hasta cuándo. Y eso fue lo que más me impulsó. Cuando comencé a hacer los videos de “La Mostra” dejé de ser confiable.
—Todo ese team lo armé medio sola. Yo no he tenido un productor ni nadie que me diga “vamos a hacer un proyecto”. En el caso de SOS Cuba, por el Centro Promotor del Humor hace años, hicieron una obra de teatro donde iban a usar a las cuatro mujeres que pertenecían al centro. El monólogo era como un ring de boxeo. Yo les dije que podía estar, pero que quería escribir mi monólogo.
En ese momento iba a hacer algo con el personaje de La Mostra, pero se me ocurrió hacer un personaje llamado Cuba. Recuerdo que decía, “yo me llamo Cuba, la gente dice que yo tengo problema, porque no tengo ningún problema, el problema que yo tengo es que me bloqueo”. Recuerdo que ese día la gente aplaudió en el teatro.
Todo era en doble sentido. La obra se puso una sola vez en La Habana, ya. Y después fuimos a Oriente y la hicimos una vez, y ya no se puso más. Ya no se puso más. En los premios Caricato, nominaron a las otras tres actrices, que son muy buenas, la verdad, pero a mí no. Me pareció que era como para advertirme.
Llegué aquí a Estados Unidos y siempre me quedé con el deseo de hacer más con ese personaje que se llamaba Cuba, representando la isla. Le conté a Cremata de la idea, le di unas cosas que tenía escritas de lo que había hecho antes. Cremata escribió la obra -espectacular- y me dijo, “vamos a hacerla”.
Yo fui sola al Teatro Manuel Artime, pregunté, averigüé, y renté dos días. Yo estaba reuniendo para mi casa en ese momento y lo usé todo para hacer la obra. Después busqué algunos patrocinadores que conocía, les escribí uno por uno y me dieron dinero, con eso pagué una valla, que costó 5 mil dólares.
Pague promoción, fui a todos los programas que pude. Y estuvimos cuatro meses montando la obra porque era larga, muy larga, demasiado. Ganancias no tuve, pero se recuperó la inversión. Después la hice dos veces más y entraron como 200, 300 personas.
En cualquier momento la retomo, ahora tengo más seguidores y más alcance que en ese momento.
—¿En qué proyecto estás trabajando actualmente?
—Yo hago presentaciones en cabaret, restaurantes, eventos en vivo, fiestas privadas, también publicidad de algunos negocios en mis páginas. Yo misma hago los videos, todo a mi manera.
—¿Por qué el humor como plataforma de crítica?
—Porque es lo que yo hago. Es mi manera de comunicar los mensajes, el humor la gente lo consume mucho y le gusta. Entonces, qué mejor manera de dar un mensaje político que a través del humor.
—¿Cómo se te ocurren esas cosas?
Las cosas se me ocurren de pronto. El otro día estaba acostada y por la madrugada me vino una idea para un monólogo, que no lo escrito, porque también el tiempo aquí es muy corto.
Quiero escribirlo para ampliar lo que se me ocurrió, de que en Cuba, cuando sea libre, deberían cambiar los nombres de los municipios para que suene más “americano”. Por ejemplo, North San Miguel, La Cuevita City, Palo Cagao Avenue. Hay cosas que dejo pasar porque la vida va muy rápido.
—¿Cómo fue traer a tu madre a Estados Unidos?
—Yo estaba yendo a Dominicana para encontrarnos allí. Estaba seca, ya no podía. Entonces apareció el parole y se lo puse. Es una tranquilidad, porque en Cuba no hay seguridad de nada, ella estaba sola ahí, es diabética. De hecho, cuando ella vino me dijo que ya se acababa la insulina en ese momento.
Al menos aquí la tengo cerca y está controlada. Y a salvo de toda esa gente, pues saben que yo son capaces de cualquier cosa. Cuando haces un chistecito que “les pica” o que les molesta, ellos arremeten contra cualquiera. A mi perro lo envenenaron, como alguien nos dijo.
—¿Cuba te duele?
—Sí, claro. Todos los días, porque es el país donde uno nació, y uno se da cuenta que cambiando el sistema se puede cambiar todo. Han sido demasiados años de miseria, de sufrimiento. Lo poco que pueda hacer lo voy a hacer con responsabilidad y con sinceridad, que es lo que no hace la gente.
Toda guerra tiene su sacrificio. Contra los comunistas no es fácil en ninguna parte. Tienes que arriesgar cosas y sacrificar.
—Yo no pienso en eso. Yo no pienso en Cuba. No pienso en la posibilidad de ir, así que no me martirizo. Extraño a la gente, las amistades, los vecinos, pero no extraño el ICRT para nada.
Aunque haya sido un lugar donde tuve un espacio, ellos disfrutaron de mi talento y de mi arte. Yo le aporté. No extraño esas cosas. ]
Si hubiese nacido aquí, o en otro país de libertad, a lo mejor hubiese logrado más cosas.
—¿El personaje que más has disfrutado?
—Cuqui La Mora.
—¿El trabajo de tus sueños?
—Hacer comedia en inglés.
—¿El mayor reto para Cuqui La Mora?
—Continuar con mis propósitos, con mis metas. Ese es el mayor reto.
—¿Lo que más me detestas de una persona?
—La ignorancia.
—¿La cualidad que más admiras?
—La inteligencia.
—¿El momento más feliz?
—Cuando me siento libre.
—¿El más difícil?
—Cuándo hay enfermedad.
—¿Qué significa para ti hacer lo correcto?
—Hacer el bien.
—¿Qué significa tu hija en tu vida?
—Todo.
—¿Qué deseas para ella?
—Que sea feliz.
—¿Cómo es tu relación con ella?
—Mi hija y yo nos llevamos muy bien, ella me considera mucho. Me ve todo el tiempo ahí, en la lucha. Tenemos buenas relaciones. Es una buena niña. Hace lo correcto y se porta bien. La mejor manera de educar es reflejando y siendo ejemplo de lo que hay que hacer.
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