Tuesday, October 22, 2024
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Cuba: El camino de lo peor es infinito

El puño de hierro de la dictadura ha conducido a nuestra Patria, de manera firme y consecuente, hacia los abismos de escasez, involución, retraso, envejecimiento y hambre.

LA HABANA, Cuba.- A un señor mayor que me honra con su amistad le gusta repetir el conocido refrán: “El camino de lo peor es infinito”. Y es verdad que esta remembranza resulta oportunísima ahora, después que la casi totalidad de los cubanos de la Isla ha padecido, durante días enteros, el colapso generalizado del sistema eléctrico.

A lo largo de decenios, el puño de hierro de la dictadura castrocomunista ha conducido a nuestra Patria, de manera firme y consecuente, hacia los abismos de escasez, involución, retraso, envejecimiento y hambre que constituyen ahora mismo la característica esencial de la triste realidad que padecemos hoy. Se trata de lo que, con muy buena voluntad no exenta de sarcasmo, pudiéramos llamar “el modo de vida cubano”.

La maldad de la llamada “dictadura del proletariado” nos ha llevado a ver como algo casi normal que suframos apagones (aunque en extensas zonas del interior del país resulta más adecuado hablar de alumbrones). También hemos tenido que soportar que de nuestra dieta habitual desaparezcan productos que eran de consumo diario, como la carne de res. ¡Pero a qué dar más detalles, ¡si estos comunistas, en Cuba, han convertido hasta el azúcar en un artículo de lujo!…

Pero he aquí que la desconexión del sistema eléctrico nacional ha venido a ratificar la vigencia del refrán con el que comencé esta crónica. El número de viviendas en las que falta el agua se ha incrementado de modo exponencial.

Las posticas de pollo a las que se consagraron las remesas enviadas por el pariente emigrado o el grueso del salario mensual, y reservadas para un día señalado, tuvieron que ser consumidas con urgencia para no verlas podrirse en los refrigeradores inútiles.

Pero ahí no paran las calamidades del cubano de a pie. Si hace unos años el actual gobierno implementó la llamada “Tarea Ordenamiento” en el peor momento posible (con lo que desató el desastroso proceso inflacionario actual), en meses recientes se ha empecinado en hacer realidad la llamada “Bancarización”.

Ya se sabe que este último proceso, de llegar a culminarse, permitirá controlar mejor el pago de impuestos por parte de los actores económicos privados; también reducir el empleo de dinero en efectivo. Pero tampoco se ignora que el uso sistemático de medios electrónicos en la actividad económica de un país normal requiere de un sistema energético confiable.

Pero sucede que Cuba no es un país normal, y el descalabro del pasado fin de semana ha demostrado que su sistema eléctrico es cualquier cosa menos confiable. Y es así que hemos visto a infelices ancianitos jubilados que no pueden sacar ni siquiera sus ridículas pensiones porque los cajeros automáticos están colapsados. También a ciudadanos imposibilitados de comprar bienes o servicios porque su teléfono celular está inservible… ¡Una verdadera debacle!

Se trata de una pifia descomunal (¡otra más!) del equipo de ineptos cuya jefatura nominal es ejercida por el “sin-casa” Miguel Díaz-Canel. Pero a pesar de esas culpas inmensas, la claque dirigente se muestra renuente a aceptar que el pueblo, harto de tantas calamidades, proteste. El Ministro de Energía y Minas, primero, y el propio gobernante puesto a dedo, después, han tildado de “indecentes” a los que expresan su inconformidad.

Si en la antigua U.R.S.S. los disidentes solían dar con sus huesos en un manicomio, el dictador Díaz-Canel afirma que la generalidad de quienes protestan se encontraban “en estado de embriaguez”. El razonamiento vicioso es el mismo: Solo un loco era capaz de repudiar un sistema tan admirable, progresista y humano como el soviético… ¡y únicamente un beodo puede sentir rechazo hacia el estado de cosas imperante en Cuba!

En la prensa independiente no han faltado los comentarios fuertemente críticos de la tristísima realidad. En mi opinión, descuella entre ellos el intitulado En medio de la crisis terminal, el cual lleva la firma del ingeniero pinareño Dagoberto Valdés Hernández, quien fundó en su momento la revista Vitral y la dirigió durante su primera época. En la actualidad él encabeza el Centro de Estudios Convivencia.

El referido artículo está datado este lunes, “en medio de la mayor crisis energética y funcional de Cuba en toda su historia”. Dagoberto reconoce ignorar si su columna “llegará a sus destinatarios”, y confiesa no saber “qué está pasando hoy ni qué sucederá mañana”. Pese a esa carencia de información, sus conclusiones son irrebatibles.

El ingeniero pone el dedo en la llaga. Sitúa con exactitud la causa primaria de la catástrofe actual en “el sistema socio-político y económico implantado en Cuba”. “Los parches no resuelven. Las curitas no sanan”. Y concluye: “Si la causa es sistémica y estructural, entonces la solución debe ser un cambio sistémico y estructural”.

No parece lógico esperar que esos cambios profundos y serios sean realizados por el mismo equipo actual de incapaces. Este, para colmo de males, al proclamar ser “Continuidad”, anuncia a Cuba y al mundo su disposición absurda a persistir en el error y seguir llevándonos hacia el despeñadero.

Pero sí resulta razonable suponer que, en las mismas filas del Comité Central del único partido, no falten “camaradas” de los actuales jefes (tal vez los que más aplausos y elogios les prodigan a estos) que sientan el comprensible anhelo de reemplazarlos en sus altos cargos y que, por ello, en el momento oportuno se declaren dispuestos a iniciar los cambios profundos y reales que nuestro país necesita de manera desesperada.

Y por supuesto que la actual catástrofe eléctrica constituye un pretexto magnífico para hacer recaer las culpas sobre Díaz-Canel, Marrero y otros integrantes de la actual comparsa. ¡Ojalá!

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