Una denuncia estremecedora sacude a un conocido pueblo matancero. Una mujer de Perico, en la provincia de Matanzas, relató que al fallecer un familiar no hubo transporte para trasladar el cadáver al cementerio.
Ante esta situación límite, la funeraria local no proporcionó el vehículo. Y el director de la empresa respondió con frialdad que debieron “aprovechar” el auto que lo llevó del hospital a la morgue, según la familiar.
El triste episodio deja al descubierto las penurias que sufren los cubanos hasta para enterrar dignamente a sus muertos, por la carencia de recursos básicos. La escasez no perdona ni en los momentos más dolorosos.
Estas denuncias, que se multiplican en la isla, erosionan aún más la legitimidad del régimen comunista, incapaz de garantizar servicios esenciales. Y profundizan el descontento popular ante un sistema que ni siquiera muestra empatía ante el duelo.
En una economía estatizada como la cubana, los servicios fúnebres están controlados por empresas propiedad del gobierno.
Más que palabrería revolucionaria, al pueblo cubano hoy le urge soluciones reales a sus apremiantes necesidades. Y la dirigencia parecer no estar a la altura del desafío histórico que enfrenta.
