MIAMI, Estados Unidos. — En enero de 2001, el dictador cubano Fidel Castro se indignó ante la decisión de la embajada de España de llevar a cabo una celebración de Reyes Magos y distribuir golosinas a los niños.
El personal de la embajada se vistió como los Reyes Magos y desfiló en tres carrozas por el Paseo del Prado, en La Habana Vieja, entregando dulces a los niños sorprendidos y emocionados. Posteriormente, continuaron hacia la sede del Centro Cultural de España para seguir repartiendo dulces. Sin embargo, cuando las imágenes del evento, con niños felices compitiendo por golosinas, fueron difundidas por la televisión, desataron un terremoto político en la isla.
La prensa local acusó a los “reyes” de ser “payasos” y “magos de poca monta”, llegando incluso a insinuar que estaban intentando “dar limosnas” a los niños cubanos, especialmente en La Habana Vieja, uno de los barrios más pobres de la capital.
En un texto titulado “Magos de pacotilla”, el diario Juventud Rebelde señaló: “¿Qué tipo de ética defiende esta gente que impone la ley de la selva por un puñado de baratijas?”.
Según el rotativo, se trató de un “espectáculo asqueroso” que repudiaba por ser una “provocación” de “fantoches importados”.
“¿Con qué derecho humillan a nuestros niños, lanzándoles caramelos al pavimento, o al fango, según la puntería de los mamarrachos?”, escribió Rosa Miriam Elizalde, entonces subdirectora del medio oficialista.
Cuando Fidel Castro se enteró del suceso, no escatimó en insultos, calificando la celebración española como una “grosería”, “provocación” y “ultraje”.
En un mensaje difundido por el diario oficial Granma y la televisión estatal, advirtió: “No queremos avivar las llamas en las relaciones con España, pero que nadie dude de que toda grosería, provocación o insulto recibirá una respuesta apropiada”.
A pesar de aclarar que no se oponía a la celebración de Reyes Magos en sí, algo no común en Cuba, expresó su rechazo hacia las “provocaciones insólitas”.
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