Saturday, September 21, 2024
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Chocolate Challenge: justo lo que Cuba “necesita”

LA HABANA, Cuba.- Como no bastan los reportes diarios de asaltos, robos con violencia o feminicidios; ni los videos de broncas multitudinarias entre jóvenes; ni el incremento del consumo de una droga sintética, adulterada y barata, conocida como “El Químico”; ni la crisis de valores que ha empeorado en Cuba de conjunto con el derrumbe de la economía, ahora un nuevo desafío en las redes sociales alienta a personas, mayormente adolescentes de uno y otro sexo, a exhibirse con armas blancas al ritmo de una canción que, como tantas otras en nuestros días, no persigue más objetivo que el de sacar lo peor del ser humano.  

Cuando se creía que, tras el éxito del tema “Hacha”, de Oniel Bebeshito, la música urbana no podía superar sus cotas de agresividad sexual implícita, aparece el inefable Chocolate MC con el tema “Abakuá namá”, tan conspicuo en su exaltación de la violencia, que no es posible determinar si lo peor es la canción en sí, o la aceptación que ha tenido entre los jóvenes y adolescentes cubanos, algunos en edad muy temprana.

Resulta difícil precisar en qué momento la música reparto dejó de ser un fenómeno aislado para convertirse en prácticamente lo único que se escucha en La Habana. Está dondequiera y con ella su lenguaje, su proyección y el salvajismo como credo de una juventud cada vez más perdida, coartada en sus deseos inmediatos y aspiraciones futuras; una juventud que, imposibilitada de trascender, quiere hacerse viral y no encuentra mejor manera de lograrlo que agitando cuchillos y machetes contra algún enemigo imaginario en un desafío virtual que, al calor de los tiempos que estamos viviendo, puede volverse real en cualquier momento.

La gente en la calle anda molesta, dicen. Pero el término es discreto en comparación con el grado de ira y frustración que se respira en todos lados. Un mínimo roce que no venga acompañado por la pronta disculpa puede desatar el caos. Hay ánimo de confrontación, aunque no sea contra el gran poder. Los márgenes de supervivencia se han estrechado tanto que los sentimientos y conductas típicas de las sociedades civilizadas tienen prisa por desaparecer.   

En tal escenario aterriza la canción de Chocolate MC glorificando actitudes carcelarias, celebrando la chaveta como atributo de respeto, la cuchilla Astra en la boca y vejaciones que por pudor no deben repetirse aquí. Con ese código tan deleznable y peligroso están comulgando niñas de secundaria, madres junto a sus hijos, chiquillos en edad escolar.

Esa es la Cuba que viene. En realidad ya está aquí y nadie puede decir que no la vio surgir y agigantarse, dejando su promesa sembrada para el mañana. Ocurrió a la vista de todos, se ha metido en nuestros espacios más íntimos y para mantenerla a raya no basta con cerrar puertas y ventanas. En esa Cuba que se multiplica dentro y fuera de la geografía insular, animada por una banda sonora de reguetoneros y reparteros, no quedará nada en pie.

Es una Cuba de niños rudos con armas blancas. Es una Cuba de padres que creen que el único modo de consumir violencia es practicándola; por ende, no prestan atención a lo que hacen sus hijos con sus teléfonos celulares. Es una Cuba donde las mismas mujeres que proclaman su independencia y soltería se dejan llamar “putangas” por Yomil, a cambio de unos lagers. Ninguna se ha dado por enterada, mucho menos ofendida. En su lugar se han ofendido mujeres admirables que reprochan a Yomil sus palabras, en tanto las verdaderas aludidas siguen dando cintura y tomando cerveza.

El challenge de Chocolate MC no es cosa de juego en un país sin ley, o donde únicamente funciona la ley aplicable a quienes incurren en delitos políticos que, en casi cualquier país del mundo, son simples derechos ciudadanos. “Abakuá namá” no solo convoca a matar, sino que adjudica a los miembros de la legendaria cofradía todas las cualidades negativas que históricamente han procurado desmentir. Sin embargo, hasta ahora ningún vocero de la hermandad ha salido públicamente a poner las cosas en su lugar mientras la juventud, en su ignorancia, continúa refrendando a la llamada “masonería negra” como una asociación de criminales.

La peor crisis de Cuba no es la de su economía, ni siquiera el descalabro político de un sistema que ha dejado huérfanas de esperanza a tantas generaciones. La crisis fatal y última de Cuba se manifiesta en sus hijos, en los cubanos y cubanas que, embrutecidos a fuerza de privaciones, (de) formados por la noción de vivir en una jungla, han terminado por convertirse en auténticas fieras.

ARTÍCULO DE OPINIÓN Las opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de quien las emite y no necesariamente representan la opinión de CubaNet.

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