AREQUIPA, Perú. – La construcción del Castillo de Atarés, ubicado en la loma de Soto al fondo de la bahía habanera, se llevó a cabo entre 1763 y 1767 como respuesta a la toma de La Habana por los ingleses en 1762. Esta ocupación resaltó la necesidad de proteger los caminos que conectaban la ciudad con los campos cercanos a ella.
Los terrenos fueron cedidos gratuitamente por Agustín de Sotolongo, su propietario, de ahí el nombre de la loma. El ingeniero belga Agustín Cramer diseñó los planos del castillo.
A pesar de la construcción del Castillo de Atarés, aún persistían deficiencias en la defensa habanera, especialmente en el torreón de La Chorrera, donde los ingleses obtuvieron agua potable durante el asedio.
Se consideró urgente entonces salvaguardar la villa desde esa área vulnerable y estratégica para el enemigo, así como proteger a las tropas que se enfrentaran a un posible desembarco. Para prevenir esos riesgos, se encomendó al mismo ingeniero Cramer la fortificación de la loma de Aróstegui, propiedad de Agustín de Aróstegui.
Las obras comenzaron en 1767 y se prolongaron hasta 1779. Una vez concluidas, la fortaleza fue llamada Castillo del Príncipe, en honor al heredero de la corona española en ese momento, el príncipe Carlos, quien posteriormente reinaría como Carlos IV.
Si bien el baluarte se edificó para la defensa y la lucha, en la práctica se mantuvo inactivo en términos de acciones bélicas, razón por la cual fue reformado su propósito y comenzó a utilizarse como prisión.
En 1796, Antonio Nariño, precursor de la independencia de Colombia, fue recluido allí, siendo el primer preso político registrado en esa instalación. A lo largo del siglo XIX, fue utilizado como centro de reclusión, aunque la Cárcel y el Presidio de La Habana estaban ubicados en Prado y Malecón.
Durante los años 30 del pasado siglo, se realizaron reformas en el castillo, y fue entonces cuando se grabó la famosa estrella en el piso de su patio central. El Castillo del Príncipe fue un calabozo de importancia hasta que el Combinado del Este fue habilitado como reclusorio.
Escaparse del Príncipe requería ayuda tanto desde el interior como desde el exterior. Un recluso apodado “El hombre mosca” frustró a las autoridades con sus fugas en múltiples ocasiones hasta que finalmente apareció “suicidado” en la propia instalación.
Pablo de la Torriente Brau, Raúl Roa, Eduardo Chibás y Carlos Prío, entre otros combatientes de la Revolución del 30, guardaron prisión en el Príncipe.