LA HABANA, Cuba. – Triste suerte la de Carlos Aldana, quien murió, a los 82 años, en La Habana, este 27 de noviembre. Ni el periódico Granma, el Noticiero de Televisión ni ningún otro de los medios de prensa oficiales se ha dignado hasta el momento a informar de la muerte del que llegara a ser considerado, durante la década de 1980 y comienzos de los 90, el número tres del régimen en su calidad de jefe del Departamento Ideológico del Partido Comunista.
Y es que Aldana fue destituido de su cargo en octubre de 1992 y el castrismo no perdona a los tronados, por bien que les hayan servido, ni aun después de muertos.
La explicación oficial del truene de Carlos Aldana ―como sucede con todas las explicaciones oficiales del régimen castrista― nunca fue clara. Se habló de errores que cometió y que Aldana admitió, con disciplina estalinista, haber cometido, y de un lío con una tarjeta de crédito falsa que nadie entendió bien. Pero todos saben que el verdadero motivo del truene fue su fascinación por la Perestroika, lo que disparó las alarmas de Fidel Castro.
¡Quién hubiera sospechado que Aldana se volvería un reformista perestroiko! Él, que había sido un fiel cancerbero ideológico del castrismo. Demostró con creces su celo inquisidor cuando, entre otras proezas, en 1987 hizo una purga en la Escuela de Periodismo en respuesta a los estudiantes que se pusieron impertinentes en una reunión con Fidel Castro y otra purga en la CUJAE para aplastar amagos de disidencia en el claustro de profesores. En 1991 intentó disolver el ICAIC, fundiéndolo con el ICRT y los Estudios Fílmicos de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, muy disgustado por la película Alicia en el pueblo de Maravillas, de Daniel Díaz Torres.
En verdad, el truene de Aldana no fue de los más severos. Tal vez porque era un protegido de Raúl Castro, que en algún momento también se deslumbró con la Perestroika de Gorbachov, pero reaccionó a tiempo y reculó ante el disgusto de su hermano. Dicen que el castigo no fue más fuerte porque Aldana, que era amigo de recholatas del general Arnaldo Ochoa, sabía secretos relacionados con la Causa 1 de 1989 (aseguran algunos que fue testigo de una reunión entre Fidel Castro y Tony de la Guardia).
El bigotudo Aldana, que tenía grados de coronel y era el sobrino mal llevado de otro tronado, Aníbal Escalante, fue enviado a dirigir un centro de descanso para mayimbes y pinchos en las frías alturas de Topes de Collantes, donde pasó años, con tiempo, además de para escribir versos, de arrepentirse de sus “errores”, pero con la certeza de que muy difícilmente les serían perdonados.