La dueña de la imagen se sumerge en un mundo donde los rezos, la cascarilla y los rosarios poco pueden ayudarla
Yoani Sánchez, La Habana |
Cachita, está linda la mar, y el viento llega algo otoñal este octubre a La Habana. Vestida de amarillo, la muñeca que recuerda a la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba, se ha quedado este jueves sobre el mármol de un banco en el Parque de La Fraternidad, a pocos metros del Capitolio de La Habana. La mirada hacia abajo, los collares que cuelgan del cuello y el pañuelo anudado en la cabeza completan la peculiar escena. Pero la imagen no está sola.
Puede mostrar la muñeca y augurar a un cliente que “viene un viaje en camino”
A pocos metros, absorta en los trajines de la sobrevivencia, la dueña de esta representación, de la también orisha Oshún, regatea el precio de un turrón de maní a un comerciante que pasa. Ella, que vende sus servicios de adivina, cartomántica y profeta, se topa con la incertidumbre cotidiana en Cuba. Puede mostrar la muñeca y augurar a un cliente que “viene un viaje en camino”, pero se reconoce incapaz de pronosticar el precio de dólar en el mercado negro o de descifrar los vaivenes de la refinería de petroleo habanera.
Los agoreros viven tiempos difíciles en esta Isla. Se centran en el incierto futuro o responden las preguntas actuales de sus clientes. No importa el mañana donde el ahora es tan acuciante. Así que una muñeca que representa a Cachita se queda vestida y maquillada sobre un banco de parque, mientras la dueña de la imagen se sumerge en un mundo donde los rezos, la cascarilla y los rosarios poco pueden ayudarla.
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