Pedalea el bicitaxi hasta colocarse bajo la sombra de un árbol. Saca de la mochila una pequeña bolsa con una minidosis de whisky. De un trago toma casi la mitad de los 200 mililitros que contiene el envase de letras doradas. Respira profundo, se arregla la gorra y vuelve a enfilar por la avenida en busca de clientes.
También conocidas como “copas de bolsillo”, las bolsitas con pequeñas dosis de bebidas alcohólicas están proliferando en Cuba y ganando terreno en el consumo entre jóvenes y adolescentes. “Son más baratas que comprar una botella completa y si una cerveza tiene alrededor de 5 grados de alcohol, una bolsita de vodka lleva más de 37”, asegura a 14ymedio Mateo, un joven habanero de 19 años.
Mateo trabaja acarreando materiales de construcción en un negocio privado, en el municipio de Cerro, que ofrece desde bloques hasta puertas de aluminio, pasando por arena y otros áridos. “Cuando llevo todo el día subiendo y bajando sacos o echándome al hombro unas tablas de más de tres metros de largo, me gusta alegrarme con algo y estas bolsitas me ayudan”.
En el trabajo de Mateo son al menos otros tres jóvenes los que se han vuelto cada vez más asiduos a las bolsitas de whisky y vodka, de la marca Premium 7×7 Edición limitada, envasados en Cuba. Las consiguen fundamentalmente en pequeños negocios privados abastecidos con productos comprados por las micro, pequeñas y medianas empresas ( mipymes) en el extranjero o a la industria estatal.
La bolsita de 200 ml cuesta entre 220 y 240 pesos, más o menos lo mismo que una cerveza
Tras recibir el pago diario por su trabajo ya saben dónde gastar parte del dinero. La bolsita de 200 ml cuesta entre 220 y 240 pesos, más o menos lo mismo que una cerveza.
“Tenemos como dos o tres lugares localizados donde venden, compramos también algún refresco y nos sentamos en el parque o en la acera a descargarle“. Ninguno de los colegas con los que Mateo consume estas minidosis supera los 25 años. Todos llevan, al menos, más de un lustro, bebiendo alcohol con regularidad y ahora que ganan dinero y “están sacando estas bolsitas”, lo hacen cada día.
Según la última Encuesta Nacional de Salud, realizada entre 2018 y 2020, el 73% de los consultados admitió haber consumido bebidas alcohólicas en los 30 días anteriores. “Lamentablemente, también se aprecia que el 68% comenzó a consumir alcohol entre los 10 y 19 años”, añadió el ministro de Salud Pública, José Ángel Portal Miranda, al presentar el informe.
Para otros, como Emily, de 16 años, y sus amigas, todas estudiantes de un preuniversitario en El Vedado, las bolsitas se han vuelto un accesorio recurrente para llevar en la cartera. “Son fáciles de pasar a cualquier lugar, sea una discoteca o una fiesta”, explica a este diario. “Incluso son muy discretas a la hora de consumir porque se puede hacer casi sin que se den cuenta. Te las pones en la boca y las exprimes desde abajo”.
La venta de bebidas alcohólicas está prohibida en Cuba para menores de 16 años, solo un año más tarde de la edad promedio de inicio en el consumo en la Isla.
Emily dice preferir las bolsitas de vodka porque “se pueden mezclar mejor” con los jugos o refrescos que venden en restaurantes y cafeterías. “Pedimos una lata de refresco de limón o naranja, le echamos discretamente un poco y así estamos un buen rato, riéndonos y hablando, mientras los camareros se preguntarán por qué estamos tan contentas”.
Una fila de bolsitas de color rojo chillón cuelga de la pared de un local privado que vende pizzas, cervezas, cigarros y helados en La Habana Vieja. “Aquí el cliente que viene a comprar cerveza es más el hombre adulto con algo de recursos, pero estas dosis pequeñas de whisky a 120 pesos las piden mucho los más jóvenes”, reconoce la empleada.
Los envases que ofrece la mujer, aún más pequeños, de apenas 50 ml de vodka y ron, de la marca 5 Shot, son importados de la India. En algunos países han intentado regular la venta de estas monodosis, por los peligros que entrañan para los más jóvenes como iniciación en el alcoholismo. En Camerún, un decreto presidencial prohibió la comercialización en 2014 del “whisky de bolsita”, pero la normativa no logró frenar del todo su consumo.
En la céntrica calle Infanta de Centro Habana, un comercio particular tenía este lunes en oferta las “copas de bolsillo”, que se exhiben junto a paquetes de leche en polvo y chucherías para niños. Por sus colores resaltaban de entre toda la mercancía. “Es mejor que tomen esto antes de que se estén empinando los inventos que la gente mezcla en sus casas”, opina el joven que despachaba productos en el local. “Por lo menos esto es algo con etiqueta”, resume.
Sin embargo, la etiqueta del whisky y el ron de la marca 5 Shot revela poca información sobre la calidad del contenido. En el reverso del envase dice que es un producto proveniente de la India y que se vende a una distribuidora en Panamá, desde donde lo importan las mipymes cubanas que abastecen la red de comercios privados.
Los que no tienen dinero para estas minidosis beben preparados obtenidos, muchas veces, a partir del alcohol sanitario robado de la red de farmacias. Durante los confinamientos por la pandemia de covid-19, la práctica de elaborar bebidas de factura casera –hueso de tigre, mofuco, warfarina, chispa de tren o champán de hamaca, según sus muchos nombres populares– se acentuó.
Luis Manuel Suárez, de 49 años, lleva siete en rehabilitación. El alcoholismo le hizo perder su matrimonio, alejó a sus hijos y en una noche de borrachera pactó la venta de la casa que heredó de sus padres. “Al otro día me desperté y ni me acordaba que había dado mi palabra de vender el apartamento”, recuerda. Ese mismo día decidió acercarse a un grupo de alcohólicos anónimos que sesiona en la iglesia católica de su barriada de Centro Habana.
Suárez recuerda que se enganchó a la bebida con una minidosis de ron, de la marca Planchao, en un tetrapack de 200 ml y 36 grados de alcohol
Suárez recuerda que se enganchó a la bebida con una minidosis de ron, de la marca Planchao, en un tetrapack de 200 ml y 36 grados de alcohol, que hace unos años se vendía mucho en la red de comercios estatales. “Yo era muy joven y llevar aquella cajita en el bolsillo parecía divertido. Los socios del barrio nos reuníamos, todo el mundo sacaba su Planchao y nos pasábamos el resto de la noche hablando”.
El ron Planchao en pequeño formato se dejó de vender en la Isla hace varios años tras el deterioro de la empresa mixta Río Zaza que lo envasaba y distribuía. Para los cubanos menores de 20 años las recién llegadas monodosis son una novedad que nunca habían probado, algo que agrega entusiasmo por su consumo, pero sus padres sí que recuerdan llevar un tetrapack de ron encima.
Cuando la cantidad no fue suficiente, Suárez comenzó a comprar botellas de ron y dejó de invitar a los amigos para que la bebida le “alcanzara más”. Ahora, vive la sobriedad “un día a la vez” y evita pasar cerca de lugares donde la gente está bebiendo, incluso cruza la acera cuando se acerca a alguno de los bodegones particulares que exhiben sus mercancías hacia la calle y ponen, en primera fila, las cervezas.
En la playita de la calle 16 en el municipio de Playa, Emily se encontró el pasado fin de semana con varios colegas del preuniversitario. Entre todos reunieron dinero y compraron unas 12 bolsitas de vodka de 200 ml cada una. “Al otro día tuve mi primera resaca fuerte, el dolor de cabeza me mataba”, reconoce la joven.
Mientras caía la tarde, sentados sobre las rocas de la costa, alzaron las manos y brindaron con sus bolsitas de color rojo intenso. Los envoltorios vacíos de aquellas copas de bolsillo terminaron desperdigados por el lugar o cayeron al mar. Emily se llevó uno, todavía medio lleno, en la cartera: “para el sorbito antes de dormir”.
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