LA HABANA, Cuba. — “La culpa la tiene El Toque”, se lee y se escucha la frase en los debates sobre por qué el dólar sube sin frenos, con breves retrocesos que parecieran un descanso para tomar impulso. Es una idea que da la impresión de haber ganado fuerza sobre todo en las redes sociales y, mayoritariamente, escrita por los mismos usuarios que han puesto toda su fe de mejoría económica en la bancarización del efectivo, ya que las estrategias y esfuerzos por aumentar la producción, las exportaciones y el arribo de turistas es evidente que ya no rendirán fruto.
Culpan a El Toque por sus publicaciones diarias sobre la tasa de cambio de divisas en el mercado informal así como, en buen cubano, se culpa al totí cuando no queremos buscarnos problemas señalando al culpable o, al menos, reconociendo las verdaderas causas de lo ocurrido, y ese tipo de “lógica de evasión”, y no de verdadera comprensión de la realidad, es una de las tantas distorsiones del razonamiento que los comunistas cubanos, con mucha mala intención, nos han inculcado desde siempre a los cubanos nacidos y criados (e ideologizados) en Cuba.
Bajo esa misma “lógica”, que tiene muchísimo de oportunismo, funcionan incluso las mentes de quienes emigran por hartazgo político, pero, más tarde, para poder ir y venir (y en muchos casos hacer un gran negocio de esas idas y retornos), se refugian en la fantasía de un “régimen bueno” al que todo le sale mal por culpa de gente muy mala. Y a veces, sin ser conscientes de la deformación que cargan, apenas reproducen ese sistema de pensamiento inculcado que posiblemente sea exclusivo de Cuba.
En ningún otro país, ni siquiera en los tanto o más caóticos que el nuestro, a nadie se le ocurre culpar a una sola publicación o a unos cuantos vendedores de divisas —elementos que existen en todas las realidades— por las fluctuaciones de los valores de cambio de una moneda, por los desabastecimientos, por la inutilidad de los salarios y pensiones, sino que van directo a la yugular de quienes hacen las leyes (y las trampas) y les exigen soluciones o renuncias.
Así, solo en Cuba, después de tantos fracasos y experimentos fallidos, hay quienes continúan lanzando la toalla al gobierno, a pesar de que los constantes errores afectan directamente y con total malevolencia no solo el bolsillo de los trabajadores, sino, además, el desarrollo de los emprendimientos y las finanzas de los empresarios.
Los ordenamientos y reordenamientos han fallado estrepitosamente, es innegable, pero sorprende que aún queden (o peor aún, que abunden) esos especímenes que se esfuerzan en buscar culpables donde no los hay, a pesar de que los verdaderos los tienen delante, o que aún sostienen ese tonto discurso de que siendo solidarios entre nosotros se solucionan los problemas, incluido el de los altos precios, pretendiendo que ignoremos que el abuso no comenzó con el dólar subiendo, sino con las “estrategias” del gobierno para “captarlo”, acapararlo, y hasta prohibirlo, criminalizarlo, dividiendo la sociedad entre un pequeño grupo privilegiado que lo posee y una mayoría que no (y que hará lo que sea por obtenerlo).
En el meollo de ese razonamiento, donde se resumen las culpas en una simple publicación, está, evidentemente, el discurso oficialista donde se insiste en culpar al propio ciudadano de los problemas que enfrenta, generados más por la incompetencia y el voluntarismo de los gobernantes que por cualquier otro factor interno o externo, manipulando así el estado de opinión entre aquellos que buscan una explicación fácil al retroceso socioeconómico del cual son víctimas.
En su mayoría son las mismas personas que aceptan convertirse en culpables de la pésima higiene en los barrios porque no echaron alguna vez los papeles en el cesto o que cometieron el pecado de ausentarse de un “trabajo voluntario”, aunque lo cierto sea que la insalubridad se debe, entre otros abandonos y corrupciones institucionales, a la inexistencia de planes de higienización efectivos.
Se culpan del deterioro de las viviendas por las “indisciplinas sociales” y no porque los recursos estatales se destinan a otros fines; de la falta de agua y electricidad porque no saben ahorrar y no son solidarios, y no porque se priorizan otros sectores de alto consumo como instalaciones hoteleras e industrias mineras; o de la epidemia de dengue porque no hicieron el “autofocal” y no por el abandono de las autoridades de salud; o de la falta de ómnibus porque “no sabemos cuidarlos” y no por que el presupuesto para la compra de medios para el transporte urbano es menor que el destinado al traslado de turistas.
En fin, que la culpa de todo siempre la tendrá el totí, y al ritmo que vamos bajo ese razonamiento ciego, por tal abundancia entre nosotros mismos de culpables que no son, deberíamos proponerlo como nuestra “ave nacional”.