Este miércoles 25, un avión de la compañía Azerbaijan Airlines (AZAL) que cubría la ruta Bakú-Grozni se estrelló a tres kilómetros del aeropuerto en la ciudad kazaja de Aktau. Desde un principio se habló de 38 muertes, así como de decenas de heridos.
Al parecer, se trataba de uno más de los lamentables accidentes de aviación sobre los cuales los medios informan de tiempo en tiempo. Y que son —digámoslo incidentalmente— bastante más raros de lo que cabría esperar, si tomamos en cuenta que pasan de cien mil los vuelos comerciales que se realizan cada día en nuestro planeta.
Pero a las pocas horas empezaron a aparecer elementos que hacen dudar de la tesis del simple accidente. Andryi Kovalenko, jefe del Centro de Lucha contra la Desinformación del Consejo de Seguridad Nacional y Defensa de Ucrania, afirmó que la aeronave azerí fue derribada “por un sistema de defensa aérea ruso”.
Es hasta cierto punto comprensible que, de inmediato, se levantaran objeciones a ese planteamiento. Para ello se tomaba en cuenta que, durante los últimos tres años, el país del portavoz ha sido víctima de la brutal agresión desatada por el dictador ruso Putin (“operación militar especial” es el eufemismo en neolengua putinesca que la Televisión Cubana repite gustosamente).
Pero de inmediato comenzaron a circular en las redes unas fotos de partes de un fuselaje que —se afirma— pertenecen al aeroplano siniestrado. En ellas se observan orificios que parecen haber sido ocasionados por metralla. A esto se suma lo expresado a la agencia EFE por “dos fuentes del Gobierno azerbaiyano en condiciones de anonimato”: que el avión “fue alcanzado por un proyectil antiaéreo ruso”. Lo mismo, según la NBC, afirma también “un funcionario estadounidense”.
El Kremlin no tardó en intentar un control de daños. El portavoz de la Presidencia de Rusia, Dmitri Peskov, declaró en rueda de prensa que se estaba investigando la causa del desastre. “Sería incorrecto hacer cualquier hipótesis antes de que la investigación llegue a conclusiones”, comentó, y concluyó: “Definitivamente, no podemos hacerlo y nadie debería hacerlo”.
Por supuesto que el señor Peskov y sus jefes sabrían desde el primer momento lo que sucedió en realidad —de ser ciertas las especulaciones—. ¿Quién mejor que ellos para saberlo! Pero está claro que intentan “curarse en salud”. Confían en el paso del tiempo, para que, cuando la verdad se abra paso de manera definitiva, ya los efectos terribles del estrellamiento hayan ido olvidándose, al menos en parte.
En el ínterin, el portavoz ruso consideró oportuno extenderse en el tema de las condolencias expresadas por su jefe a las víctimas de la catástrofe. Es así como un genocida consumado, cual es el dictador Putin, manifestó su pésame a los seres queridos de los occisos, así como sus deseos de restablecimiento a los heridos durante el estrellamiento.
Pero mientras Rusia trata ahora de ganar tiempo y deja abierta todas las posibilidades, los medios masivos del castrocomunismo se muestran “más papistas que el Papa”. Sus plumíferos y cotorrones insisten, sin descanso, en las mismas versiones ridículas que se lanzaron de inicio para tratar de darle al siniestro una “explicación” lo menos adversa posible al régimen ruso.
Así, por ejemplo, el diario Granma, en una nota de su sección “Hilo directo”, alude a las condolencias expresadas por el jefe formal del régimen, Miguel Díaz-Canel, a los gobiernos de los países afectados, los familiares de los occisos y los heridos. Y termina afirmando que el aparato “cayó en el aeropuerto de Aktau, Kazajstán, tras tropezar con una bandada de aves”.
Por su parte, en la emisión del mediodía del Noticiero de la Televisión Cubana de este jueves, el cotorrón de turno abrió un poco el diapasón: “Hasta el momento, se analizan varias posibles causas del desastre aéreo, entre ellas, el choque de la aeronave con una bandada de pájaros (como se informó ayer) o la explosión de un balón de oxígeno a bordo del avión”. También mencionó la hipótesis del misil, pero como tesis secundaria originada en Ucrania.
Queda claro que la versión definitiva la brindará la comisión investigadora de Kazajistán, país en el que se produjo el impacto. Los especialistas del país centroasiático tienen a su disposición no solo los restos del aparato siniestrado, sino también, según se ha anunciado, las dos “cajas negras” de este. Esperemos que esa pesquisa tenga el carácter “exhaustivo” que acaba de reclamar la OTAN.
Mientras tanto, este cronista deplora que el piloto no haya tenido la presencia de ánimo del capitán Chesley Sullenberger, el “Sully” de la formidable película de Clint Eastwood (reexhibida hace días en la Televisión Cubana), basada en un hecho real. Como se recordará, en aquel caso el aviador salvó la vida de todos sus pasajeros acuatizando en el río Hudson.
¿Tal vez en el caso del avión azerí las desgracias personales hubiesen sido menos si su piloto hubiese optado por amarizar en el cercano Caspio? Se trata de una especulación, pero admito que me inclino por una respuesta afirmativa. No obstante, también reconozco que predecir el pasado es una de las labores más facilonas de este mundo…
En cualquier caso, lo hecho o dejado de hacer por el piloto de la AZAL representa un detalle, una mera incidencia en la desgracia acaecida. Si se demuestra la tesis del misil ruso, el dictador Putin tendrá en sus manos un nuevo crimen del cual responder.