Thursday, January 23, 2025
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Autocines y cines al aire libre habaneros: algo para recordar

LA HABANA, Cuba. – Durante las primeras décadas del pasado siglo, las salas cinematográficas se multiplicaron por toda Cuba. Solamente en la capital, en 1958 llegaron a existir 138, de las cuales quedan hoy muy pocas en su función original.

Una novedad fueron los autocines habaneros, donde se podían ver las películas desde el automóvil. Esta modalidad, aparecida en Estados Unidos en 1933, llegó a Cuba en la década de 1950. 

En La Habana hubo tres autocines, ubicados en zonas periféricas de la ciudad, siempre junto a vías de fácil acceso a ellos.

El primero, inaugurado el 10 de octubre de 1955, se estableció en un terreno de la Calzada de Vento, entre el reparto Casino Deportivo y calle 100, cerca de  la línea del ferrocarril, en el actual reparto Miraflores. Tenía capacidad para 800 vehículos, y era propiedad de la empresa Cines Aéreos S.A. 

Los otros dos se fundaron en 1958, uno en la Marina Tarará, propiedad de la empresa Gil y Wester, y el más conocido de todos, Novia del Mediodía, en el terreno donde la autopista de igual nombre se intersecta con el final de la Avenida 51, en Arroyo Arenas. 

El Novia del Mediodía, que ocupaba parte de las fincas Cotillero y Kakolota, era propiedad de la empresa constituida por el arquitecto Miguel Ángel Moenck Peralta, cuyo presidente era Elwood Simpson y su vicepresidente Jack Dumont.

Los autocines Novia del Mediodía y de Tarará, aunque poseían mejor diseño estructural, eran más pequeños que el de Vento, que contaba con un área de 52.353 metros cuadrados, con capacidad para 454 autos en 11 líneas de aparcamiento. 

Una pantalla gigante de 36,58 por 18,29 metros, situada a una altura de 6 metros por encima del suelo, permitía la visión desde todos los puntos de la instalación.      

Cada parqueo tenía un poste con una bocina, por donde llegaba el sonido a los asistentes. Para mantener una temperatura agradable dentro de los carros, mangueras a través de las ventanillas brindaban aire acondicionado procedente de equipos soterrados. 

En el pórtico de la entrada, había cartelera para informar sobre las películas que se exhibían y se cobraba la entrada (50 centavos).

Recuerdo esos autocines, pero nunca asistí a ellos porque eran prohibidos para los menores de edad y mi familia no tenía automóvil.  

Un amigo que es mayor que yo me contó que solía ir al autocine de Vento con la novia que tenía por entonces, pues la oscuridad y estar dentro del carro les permitía tener más intimidad que en los cines normales. 

Los tres autocines que existieron en La Habana desaparecieron en la década de 1960 por ser considerados símbolos capitalistas por el régimen comunista.  

Mucho antes de los autocines existieron los cines al aire libre o cines de verano, muy acordes a nuestro clima. El primero, fundado en julio de 1909, estuvo en la esquina de Prado y Malecón y se llamó Miramar Garden. 

Creada en 1915, hubo una carpa-cine en la calle Belascoaín, cerca de Cuatro Caminos, llamada La Tienda Negra, perteneciente a Santos y Artigas-Díaz Quesada (este último fue productor de nueve películas y es considerado el padre de la cinematografía nacional).

El Vedado contó también con este tipo de cines. Uno fue el Mascota, creado en 1915, que estaba en la esquina de las calles 17 y 2, y el Trianón, fundado en 1920, que después de remodelarse, pasaría a ser uno de los cines habaneros de lujo.

En el Paseo del Prado, frente al antiguo Casino Español (hoy Palacio de los Matrimonios), se creó el Maxim en 1921, con capacidad para 1.500 personas. 

También en Prado, entre Virtudes y Ánimas, en 1918 se había creado el Royal, con aspecto de carpa de circo, cuyos propietarios fueron Rafael Almeida y Elio Roselló.

Marianao tuvo también algunas de estas instalaciones. En la calle 27, en el actual reparto Buenavista, hubo uno de estos denominados Cine de Verano con 600 localidades y 20 palcos, uno de los cuales estaba dedicado al alcalde.

Era sencilla la estructura de estos cines al aire libre: un frontón y columnas con sus taquillas de abono. Las únicas partes con techo eran la cabina de proyección, y los servicios sanitarios, ubicados detrás de la pantalla.

Tenían en su contra los días de lluvia. Al comenzar a llover, suspendían la proyección del filme y el usuario se quedaba sin ver el final.

Excepcional y novedoso por su techo movible fue el cine Verdún, ubicado en la calle Consulado entre Ánimas y Trocadero. Inaugurado en 1919, primero fue teatro. Pasó a ser cine a partir de 1935 y se mantuvo funcionando hasta finales de la década de 1980.

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