Del Malecón al Parque Lenin, de los frondosos jagüeyes de la Facultad de Letras a las playas del Este, el mapa del acoso sexual en La Habana tiene claros sus puntos cardinales. Además de definir el campo de operaciones de los pajizos de la capital cubana, la revista oficialista Alma Mater publica los resultados de una encuesta realizada el pasado 12 de enero, cuyos participantes relatan las burlas de la Policía cuando las víctimas –de ambos sexos– denuncian a sus agresores.
“Risas, muchas risas”, fue la reacción de los oficiales cuando un hombre de La Habana –uno de los 134 encuestados por la revista– expuso a su acosador. “Fui ignorada. La respuesta fue que debería usar sostén”, narra una mujer en Matanzas sobre su experiencia en la estación.
Otras dos jóvenes, acosadas por el mismo individuo en El Vedado capitalino que buscaba “una trabajadora sexual”, aseguraron al medio que los agentes de la estación de Zapata y G ni siquiera anotaron la denuncia. Incluso uno de los “amables” agentes se jactó de que “no iban a dejar de dar ruedas” hasta encontrar al acosador.
“Fui ignorada. La respuesta fue que debería usar sostén”, narra una mujer en Matanzas sobre su experiencia en la estación
No obstante, la mayoría de las víctimas ni siquiera acude a la Policía, asegura Alma Mater: solo tres de los encuestados acudieron a la estación, lo cual da la medida de la “falta de confianza en el proceso judicial” y de la “insuficiente capacitación” de la Policía.
La mayoría de las personas que contestaron de forma anónima el pedido de la revista tienen entre 19 y 20 años (67,9%), aunque existe un grupo de 30 a 44 años (16,4%). Unos 33 dicen ser acosados “ocasionalmente”, 26 varias veces a la semana, 6 una vez al día y 39 en múltiples ocasiones y varias veces cada día.
A esto se añade, según denuncia Tania de Armas, profesora de Derecho Penal en la Universidad de La Habana, que “no existen estadísticas sobre el número de denuncias”. Aunque, asegura la docente con poco optimismo, “no deben ser muchas, pues las víctimas solo acuden en casos de extrema violencia”.
La Justicia cubana se queda corta en su “abordaje general” del acoso, lamenta De Armas. Las herramientas judiciales son demasiado vagas, como el artículo 40 de la Constitución (sobre la dignidad humana), el 42 (sobre las áreas públicas) y el 43 (sobre violencia de género). Hay, además, un decreto ley que establece de cuánto será la multa por “tocar lascivamente a otra persona sin su consentimiento, o al realizar acciones impúdicas”: 40 pesos.
La profesora expone su preocupación por el tratamiento que la Policía ofrece a este tipo de casos, pues “ha faltado sistematicidad” en las clases que, según ella, los profesores de Derecho, Psicología y Comunicación deben impartir a los agentes. De hecho, se queja, la “capacitación” consiste en una sola e insuficiente sesión.
Los encuestados, por su parte, afirman que “suele suceder a cualquier hora del día” y “no hay mujer que pase que no sea víctima”
Mientras, La Habana sigue siendo un infierno para quienes padecen “miradas lascivas, gestos obscenos, fotografías o grabaciones sin consentimiento, petición de favores sexuales, contacto físico indebido, persecución, arrinconamiento, mostrar partes íntimas del cuerpo, la masturbación pública” y otras prácticas “intimidantes, humillantes, soeces, que se efectúan en espacios públicos como la calle o el transporte”, enumera Clotilde Proveyer, una socióloga entrevistada por Alma Mater.
Proveyer asegura que el acoso de los pajizos de los árboles de la Facultad de Letras es “un clásico”. Los encuestados, por su parte, afirman que “suele suceder a cualquier hora del día” y “no hay mujer que pase que no sea víctima”.
La revista señala un conjunto de “grandes calles” y zonas de Cuba donde los acosadores proliferan, en un ambiente donde su práctica está “naturalizada”: “La avenida Paseo, el Prado, el boulevard de San Rafael, la calle Reina, el parque de la Fraternidad y el parque de Santo Suárez, los alrededores de la Universidad de La Habana o de Ciudad Escolar Libertad (…), entre las Tunas y Holguín, a la salida de la rotonda que separa ambas provincias; en parqueos, guaguas, cines y discotecas”.
Aunque las mujeres son las más afectadas, precisó la especialista, el acoso a hombres homosexuales es una de las situaciones más alarmantes y, no obstante, una de las más silenciadas. Los relatos son múltiples y Alma Mater cita el caso de un hombre de 25 años: “Un extranjero me perseguía cuando yo iba camino a la universidad. Hacía gestos extraños y me llamaba hacia los pasillos”. Su conclusión es similar a la de otros entrevistados: “No entiendo cómo la Policía no hace nada ante estas acciones”.
Los agentes, de hecho, también han protagonizado actos de acoso. “Un policía me hizo una seña vulgar y obscena con su lengua y sus dedos”, denuncia un entrevistado. Alma Mater –que disimula el caso entre un aluvión de comentarios sueltos– no revela si la víctima es hombre o mujer.
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