SLP, México.- La versatilidad del actor Alejandro Palomino ha sido evidente en cualquiera de los ámbitos por los que ha transitado: televisión, cine, teatro.
Nacido el 27 de enero de 1964 en la ciudad de Bayamo, Granma, Palomino se formó en la Facultad de Artes Escénicas del Instituto Superior de Arte, en la especialidad de Actuación, bajo la tutela de Vicente Revuelta y Flora Lauten.
En 1995 fundó el Grupo Vital Teatro, que reunió a actores como Néstor Jiménez, Jazmín de Armas, Enrique Bueno, y Nora Elena Rodríguez, con quien ha compartido varias décadas de vida.
Sobre su trayectoria y su vida, Palomino conversó con CubaNet.
—Cuéntanos un poco sobre el Alejandro Palomino fuera de cámaras y escenarios. Háblanos de tu familia, de tu vida.
—Yo soy un cubano, yo soy un hombre como otro cualquiera, esa es la verdad. Un cubano que se levanta por la mañana y comienza a resolver sus problemas hasta donde puede. O sea, por lo menos intenta resolver la mayoría de los problemas con los cuales uno amanece. Mueres, te agotas, quiero decir, pero soy un cubano como cualquier otra persona, que ama a su familia, que ama a su esposa, que defiende un patrimonio de 26 años de pasión, de sacrificio.
Un cubano que tiene a su hijo, que vive ahora en el exilio, con mi nieta también, viven allá en España y que los extraña mucho, les echa mucho de menos. O sea, todas esas zonas que pertenecen a los sentimientos, ahí se unen muchas cosas. Soy amante de mis amigos en ese sentido, soy muy honesto también, lo cual te puede pasar la cuenta, ¿no? Y por supuesto trato de evitar siempre las zonas de aburrimiento.
Yo no creo que un actor tenga que diferenciarse desde el punto de vista social de cualquier otra persona. Somos iguales que los médicos, que los ingenieros, somos iguales en el sentido social, en el desenvolvimiento social y de la conducta que uno debe asumir.
—En redes sociales publicas críticas que quizás a otros en tu posición les daría temor, ¿ha tenido esa honestidad consecuencias?
—No he tenido ninguna consecuencia alrededor de eso. La verdad que los textos que yo publico, que comparto, son textos justamente sobre nuestra realidad, sobre nuestras preocupaciones. Muchos de ellos vienen del teatro y están inclinados al intercambio. Pero no he tenido problemas, más allá de alguna que otra opinión que a veces me disgusta, pero creo que también forma parte del fenómeno de las redes sociales. Son posturas de cada uno, eso que han dado llamar en “odiadores” y “amadores”.
Yo ahí realmente las dejo pasar. Pero concretamente no he tenido problemas de ningún tipo. Yo creo que las redes sociales son un fenómeno que ha colocado una dinámica moderna en el intercambio, en la vida.
A las redes sociales no se les puede dar la espalda. Yo creo que todo el mundo en este momento tiene derecho a colocar su impresión sobre la vida, sobre la familia, sobre las amistades, dentro de las redes sociales, pero sobre todo las cosas sobre el contexto social en el que se está moviendo su vida. A mí me motiva mucho indicar o señalar lo mal hecho.
Aun y cuando yo pueda formar parte de eso también, denunciar lo mal hecho, señalarlo, decir que eso no debe continuar, que esas cosas hay que evitarlas y que hay que procurar un pensamiento diferente. Eso es lo que más me motiva.
Yo no creo que nadie pueda estar ajeno a eso. Es sobre todo con el acto de la escritura, a partir de un pensamiento organizado, que tú puedes ofrecerle al lector en este caso, o a la persona con la cual estás intercambiando, una visión de las cosas que no están bien desarrolladas, que no están bien en el desarrollo de una sociedad.
—¿Temes pasar a alguna lista negra como les ha pasado a otros artistas?
—No, no tengo miedo. ¿Por qué habría de tener miedo? Si yo tuviera miedo, no hubiera aceptado este intercambio con CubaNet, por ejemplo.
Yo creo en la diferencia. Yo creo en la diferencia de criterio. Si eres honesto y eres frontal y haces una exposición de tu criterio con un razonamiento sobre la base del estudio, no tienes por qué tener miedo. O sea, no hay lugar para el miedo, no hay lugar para negarse a intercambiar. Yo creo que la importancia de las redes sociales ha sido clave en el desarrollo moderno de la sociedad, en el intercambio.
No hay que tener miedo cuando eres una persona honesta, cuando no tienes nada que ocultar. Cuando enfrentas con responsabilidad determinados aspectos de la vida, no hay por qué tener miedo. Yo no tengo miedo, sobre todo porque hay una carga muy importante de responsabilidad, de honestidad en lo que estoy diciendo.
Pero, además, mis textos son a partir de experiencias propias, de experiencias que he vivido. O sea, yo no tengo la necesidad de mentir, tampoco soy egoísta, no lo hago cuando participo en las redes sociales, no lo hago con egoísmo ni con resentimiento. Al contrario, lo hago con entrega, con tranquilidad.
A veces incluso puede ser que, dado el caso, te muestres colérico, pierdas los estribos y te expreses de una forma colérica, airada. Pero eso no significa que después no puedas pedir disculpas, incluso puedes eliminar una publicación que con los días o con las horas te das cuenta de que realmente no es provechosa y no tiene sentido que continúe ahí.
Yo estoy muy tranquilo. No tengo miedo porque la confrontación es directa a la que yo propongo. Y, sobre todo, nace a partir de experiencias que he estado viviendo en los últimos años.
—En plena década del 90 fundas Vital Teatro, ¿cómo en medio del Periodo Especial apostaste a un proyecto que demanda tanto trabajo como dirigir un grupo?
—Vital Teatro también fue una necesidad, una necesidad de un grupo de personas con las cuales yo estaba trabajando en la antigua brigada Hermanos Saíz. Elaboramos ahí en esos años, en el 90, el 95, un pequeño repertorio dedicado a niños y jóvenes, con piezas de algunos autores cubanos y otras de dramaturgos internacionales. Era en función de eso, sobre todo para los niños y los jóvenes.
Era un proyecto que se movía alrededor de la Casa del Joven Creador. Hoy, actualmente, es la Casa del Ron, en la avenida de Paula, entre Sol y otra calle. Y entonces ahí es donde nace Vital Teatro.
Fue una necesidad de seguir unidos y entonces, en aquel momento, el presidente de la brigada Hermanos Saíz me propone que construya una nómina y empezamos a trabajar. Se creó una pequeña nómina de trabajo, se oficializó, bajo, por supuesto, todo el sistema que tiene el Consejo Nacional de Artes Escénicas. Luego empezó a crecer el repertorio, empezó a crecer sobre todo hacia un público más adulto, más preocupado, más hacia el preuniversitario, la universidad.
Empezamos a hacer investigaciones en ese ámbito. Nos apoyamos en muchos textos también de dramaturgos jóvenes cubanos para ir elaborando un repertorio mucho más complejo. Los principios fundacionales fueron esos, el de la unión de intereses en el colectivo, una unión de intereses que siempre se colegió y siempre se discutió dentro de la célula fundamental del trabajo del grupo.
Esos primeros años fueron muy complejos, del 95 al 2000 sobre todo, pero tuvimos la oportunidad de salir a trabajar a Europa, a España, Italia, Francia, y eso alimentó la visión del grupo. Esos contrastes empezaron a fungir como elementos expresivos para la labor del grupo. Así nace Vital Teatro. A partir de ahí creció la posibilidad de crear un colectivo mucho mayor que ya va a cumplir 30 años.
—¿El teatro que haces es contestatario?
—Sí, como casi todo el teatro que se hace en Cuba, eso es la verdad. El teatro por naturaleza es contestatario, el teatro es irreverente. Desde que empiezas a construir un espectáculo, ya tienes que empezar a proponerle al espectador un sistema, una polémica, una discusión, que es algo que nos falta a los cubanos, que es el acto de saber discutir, de saber polemizar. Entonces nosotros perseguimos eso, tomando el teatro como vehículo.
—Hoy la vida en el país es menos feliz… ¿eso lo notas en las salas de teatro en cuanto al público que asiste? ¿Ha cambiado esto respecto a como era cinco años atrás?
—Casi todos los colectivos teatrales cubanos, además de ser bastante artesanales, porque casi todo el teatro que se hace aquí es artesanal, son de muy pocos recursos. No porque los directores quieran que sea de pocos recursos, sino porque tampoco tienes la posibilidad de armar un gran espectáculo. Es muy difícil encontrarse en La Habana un gran espectáculo con un desarrollo tecnológico como existe en Europa.
Eso aquí es muy complejo desde hace muchos años y no lo vas a encontrar. Te digo La Habana porque es la capital del país, pero el teatro, la labor, la misión del teatro es ser contemporáneo, la misión del teatro es ser irreverente, la misión del teatro es cuestionar, esa es la misión histórica del teatro. En ese sentido, el teatro no acepta los niveles de complacencia ni tiene ese registro de telenovelas ni de programas de diversión. El teatro se desmarca y ahí hay mucha más participación y hay una apertura hacia la discusión.
Hay grandes maestros que, por supuesto, abogan por la naturaleza del teatro, por esa naturaleza del teatro.
—¿Es más difícil trabajar hoy como actor y director que en los 90?
—Sí, definitivamente, es mucho más complejo. Hay una serie de causas que, en definitiva, atentan contra la creación y son conocidas, no es un secreto para nadie. El problema son los bajos salarios, nosotros tenemos un salario que realmente no se corresponde con los precios. Los precios están hablando un idioma y el salario está hablando no.
También es muy complicado el fenómeno del transporte, la transportación para ir a trabajar es difícil, te tienes que organizar muy bien porque las sesiones de trabajo en el teatro son desgastantes, los procesos de creación son únicos, no son procesos de oficina, no son procesos de naturaleza mecánica, dependen mucho del intelecto y tienes que trabajar con eso y es complejo.
Cuando llegas a un ensayo, a un proceso de creación, estás ya agotado y eso incide todos los días. Cada grupo tiene su dinámica y su comportamiento de trabajo y se las arregla para elaborar un espectáculo, que dicho sea de paso, también es complicado, es mucho más complicado por la carencia de recursos. Es muy enrevesado el proceso, coordinar entre el área de la escenografía, el sistema de luces, el sistema de sonido.
—¿En qué se diferencia la Cuba de hoy a la del Periodo Especial?
—Yo creo que la diferencia es mucha. A mí no me gusta analizar ni los procesos ni las cosas desde las diferencias, yo asumo las diferencias, me gusta la diferencia, forma parte intrínseca de los procesos creativos. La diferencia, escuchar al que disiente, al que no está de acuerdo conmigo, es para mí, claro, importante, porque ahí tiene que haber elementos de los cuales yo pueda apropiarme y utilizarlo en la creación, en beneficio del actor y en beneficio del espectador.
El Periodo Especial fue una década marcada por apagones, apagones programados, pero programados hasta cierto punto, fue por carencias igualmente, por problemas serios con el transporte. Fue un proceso, una década también marcada por la despenalización del dólar.
La década del 90 también estuvo marcada por la llamada crisis de los balseros, la explosión social aquella. Pero incluso hasta hubo un fenómeno que llamaron la Casa del Oro y la Plata, del cual mucha gente pudo llevar un plato de comida a su casa.
Esos no son los referentes que ahora mismo nosotros tenemos. Hay muchas cosas que a veces se olvidan, y es que los 90 no están aislados, tienen que ver con los finales del último lustro de los 80. Nosotros los cubanos nos enteramos dos años después de que había ocurrido la caída del muro de Berlín, cuando ya incluso hasta las piedras del muro estaban en subasta pública. Así nos enteramos también mucho tiempo después de haber ocurrido la explosión social que hubo en Rumanía, y que por cierto se convirtió en un baño de sangre, murieron más de 4.000 civiles, y terminó con el fusilamiento del presidente de ese país y el de su esposa, y la exhibición de sus cadáveres en la televisión nacional. Nunca supimos de eso hasta mucho tiempo después.
También recuerdo que, ya entrado el nuevo siglo, nosotros nos fuimos enterando poco a poco de lo que ocurrió en Europa del Este, a través de otros soportes. Así supimos después lo que ocurrió en la propia Moscú, en la propia Unión Soviética, el tránsito de Gorbachov a Yeltsin, cómo fue de complicado aquello, lo que ocurría, las contradicciones que tenía aquella sociedad con un sistema de organización socialista. No puedes analizar ahora o comparar los 90 con la realidad que estamos viviendo, porque no tenemos el referente foráneo que tuvimos en aquel momento. Tenemos otro tipo de contradicción, estamos en un tipo de problema diferente por completo.
—¿Qué cambiarías en la televisión que se hace hoy en Cuba?
—De la televisión, varias cosas. Mucha gente coincide en eso. Ahora que vivo fuera de Cuba, yo extrañaba la televisión cubana en España, y eso le pasaba a varios colegas de mi grupo en especial. La televisión cubana necesita una revisión, necesita replantearse incluso programas y elaborar otros con un nivel mucho más alto de exigencia, con un nivel mucho más alto de polémica, con interrogantes que tengan que ver con el espectador, con la demanda del espectador. Se sabe que necesita replantearse varios elementos, varios programas, para que tengan un mejor diálogo, para que tengan un mayor alcance en la relación con el espectador.
—¿Cómo ves a Cuba dentro de un año? ¿Eres optimista?
—Yo soy malo vaticinando, la verdad siempre se está moviendo. Se encuentran en los procesos de relación más interrogantes que aciertos. Yo creo que en relación con el poder, va a pasar algo, algo obviamente tiene que cambiar, tiene que pasar, tiene que venir a beneficio del pueblo. Debe venir mucho más beneficio, con una carga emocional quizás un poco parecida a la que vivimos en el 2014, cuando las relaciones entre Estados Unidos y Cuba tuvieron una tregua, se dieron una tregua y vino el presidente Obama al país, y hubo un intercambio. Lo que ocurrió en ese momento fue muy alentador, pero lo que está por venir, no lo creo. Ahora mismo es muy difícil hacer un pronóstico de lo que va a ocurrir, porque están muchas cosas por llegar, sobre todo a partir del 20 de enero, que vuelve otra vez Trump al poder, y que, como decía un amigo mío en España, “el presidente del mundo es el presidente de Estados Unidos”.
—Tres cosas que cambiarías del país y qué mantendrías
—Habría que cambiar muchas cosas, no solo tres, habría que cambiar muchas, pero para eso, lo primero y lo más importante es un cambio de pensamiento. Hay que ejercer otra vez el diálogo, hay que aprender a discutir, hay que aprender a polemizar. También los cubanos llegamos tarde a las redes sociales, y justamente esa llegada tarde puede que haya pasado factura en la mentalidad del cubano y hasta estemos pecando de ingenuos.
Hay que abandonar una serie de pensamientos que ya no están en correspondencia con la modernidad. Considero que sí, que será una tarea difícil, una tarea muy complicada, pero como país tenemos que replantearnos, ir a la vanguardia, ser competitivos, como en algún momento lo conseguimos, pero no se puede ser competitivo, obviamente, con los problemas que estamos teniendo actualmente, pues son problemas graves, problemas que obstaculizan la vida de todo el mundo y crean una serie de preocupaciones.
Es una realidad muy compleja de resolver, eso tampoco es de la noche al día, pero sí, hay que volver, hay que pensar en ser un país competitivo, no solo en el turismo. Hay que pensar en ser un país competitivo al máximo nivel, hasta donde se pueda, hay que tratar de burlar el “bloqueo”, hay que sortearlo, hay que seguir desarrollando una mentalidad a favor de eso.